La paz de los malos
La estrategia de los grupos armados ilegales parece ser la de dialogar con el Gobierno colombiano mientras se fortalecen y logran el control total de ciertas zonas. En ese momento llega la paz. La paz de los malos, claro está.
San Mateo 5:43-48 cuenta que en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos».
Hace un par de décadas el alcalde de Boston vio que el número y el poder de las bandas criminales en la ciudad era tal que, si se peleaban entre ellas y con la policía, no había forma de que hubiera paz. Reunió a los capos y les dijo que la actitud de las autoridades en adelante sería, siguiendo a San Mateo, amar a amigos y enemigos por igual, y dejarlos funcionar siempre y cuando lo hicieran en paz mutua y con la policía. Ahora bien, a aquella banda que le diera por alborotar y fuera matando gente, le aplicaría toda la presión policial.
En Medellín, Don Berna encontró una solución similar. El crimen desordenado no le convenía a nadie. Por eso, dividió a la ciudad en seis zonas y con otros capos definieron personas que respondieran y establecieron reglas. Por ejemplo, para matar, traficar e inclusive cargar un fierro había que pedir permiso. A raíz de eso las comunas gozaron de una paz nunca vista. Después de la extradición de Don Berna regresó el caos, pero un tiempo después los combatientes que buscaban el control de zonas llegaron a la misma conclusión del gran capo, y se reestableció su sistema de paz que impera hasta hoy.
Esa parece ser la visión del Gobierno Petro para la Colombia actual. En lugar de proteger a los buenos, y ante la incapacidad e ineptitud de las fuerzas del orden, que el propio Gobierno no tiene como prioridad resolver; o ante su flagrante corrupción, que las hace trabajar para que los malos maleen, el Gobierno opta por apaciguarlos con lo que más les gusta: paz para funcionar.
Un análisis reciente de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), titulado “La paz total, Los grupos armados ganan con cara y con sello”, presenta un panorama sombrío en ese sentido. El mapa indica que más de la mitad del territorio colombiano está hoy dominado por los matones y sus pandillas.
La línea argumental de la FIP es la siguiente: los grupos armados ilegales se han fortalecido en muchas zonas de Colombia y en territorios clave las disputas por el control han aumentado un 54% versus 2022. En dichas zonas en disputa (púrpura en el mapa), las acciones contra las fuerzas armadas legales crecieron un 32%, y los ataques contra infraestructura y activos aumentaron un 27%, en comparación con 2022.
Ahora bien, en zonas pacíficas dominadas por un actor, o donde varios conviven pacíficamente (zonas verde o amarillo en el mapa), las acciones armadas disminuyeron 43%; los ataques contra infraestructuras y bienes civiles se mantuvieron estables; y los ataques a las Fuerzas Armadas legales cayeron 2%. Inclusive se redujeron los indicadores de impacto humanitario (desplazamientos de población, masacres y asesinatos de líderes sociales).
Zonas en conflicto en Colombia y tipo de relacionamiento entre actores ilegales
La gráfica es aún más elocuente. En 2023 dos de cada tres acciones armadas sucedieron en zonas en disputa; una de cada diez en zonas de coexistencia; y una de cada 14 en zonas de dominio de una banda.
La FIP concluye que los acontecimientos de 2023 ponen en duda la viabilidad de las múltiples mesas de negociación de la paz total. Hay un claro deterioro del control territorial por parte de las fuerzas armadas legales y de su capacidad para impedir el avance de los delincuentes.
El equilibrio buscado por la paz total podría describirse como poner fin a las “zonas en disputa” y migrarlas hacia la coexistencia y, finalmente, hacia la prevalencia de un grupo. El mapa muestra que el dominio de un grupo se ha impuesto en la mayoría de las regiones; sin embargo, áreas críticas para las exportaciones de cocaína, como la costa del Pacífico, y para la explotación y el transporte de petróleo, como Arauca, o la minería ilegal del oro, como el Nordeste Antioqueño y el norte de Putumayo, siguen siendo zonas en disputa.
La estrategia adoptada por los grupos armados ilegales parece ser la de dialogar y negociar con el Gobierno en busca de beneficios, y entre tanto, fortalecerse militarmente, ampliar y consolidar su control territorial. Guerrear con las otras bandas hasta lograr la coexistencia y finalmente la prevalencia. En ese momento llega la paz. La paz de los malos, claro está.
Sobre el tema, un empresario se queja: “¡El tema de la seguridad está gravísimo! ¿Cuánto le cuesta a las personas de bien? ¿Cuánto a la economía? ¿Cuánto le va a costar al Gobierno en personal, tecnología, equipos de movilización, infraestructura carcelaria y posibles demandas?”
La respuesta es descorazonadora. La paz total no es para los empresarios legales o las familias de bien desamparadas frente al imperio del hampa. La paz total, como en Boston, en Medellín y en la Biblia, es para que los malos se calmen.
Esa será en adelante la paz para los hombres de mala voluntad. Es palabra del señor alcalde de Boston, del señor Don Berna, del presidente y de nuestro señor Jesucristo.
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