Julio E. Sánchez: el milagro de un visionario
La muerte de Julio E. despertó la solidaridad de los colombianos porque la gente lo recuerda como el innovador de la televisión
La historia de la televisión colombiana tiene dos personajes que sobresalen entre los muchos que han brillado en el desarrollo del medio de comunicación más importante. Fernando Gómez Agudelo en la parte técnica, un verdadero maestro, y Julio E. Sánchez Vanegas, quien falleció la semana pasada en Bogotá. Fue Julio E. la primera persona que apareció en la pantalla el 13 de junio de 1954 al lado del general Gustavo Rojas Pinilla, entonces presidente, y su ministro de Comunicaciones, el general Alberto Ruiz Novoa. Era para entonces un joven despreocupado, original, desenvuelto, con ambiciones, de trato con las personas en términos asombrosamente familiares e irreverentes.
La muerte de Julio E. despertó la solidaridad de los colombianos porque la gente lo recuerda como el innovador de la televisión por programas como el concurso Concéntrese, para que no se le olvide; la transmisión internacional de Miss Universo (cuando estos concursos eran importantes y cautivaban la sintonía); Panorama, presentado por Otto Greiffenstein ―otra estrella del escenario―; los Espectaculares JES, con los protagonistas de la música en el mundo, o la transmisión de los Premios Oscar desde Hollywood. La suya era la única programadora con un estudio móvil de televisión ambulante.
Toda esa memoria sigue viva, a pesar de que estas joyas salieron del aire en 1998 por la privatización de la televisión pública que acabó con las programadoras y creó un duopolio de la televisión. Los triunfos obtenidos no le quitaron su sencillez. Sánchez Vanegas era un señorón, un hombre de mundo que seducía a su auditorio con sus eslóganes creativos: “Hoy en tal ciudad, mañana en cualquier lugar del mundo”, se convirtió en una muletilla que la gente sigue usando.
Siempre bien vestido, sin llamar la atención, con una personalidad tan definida, tan sui generis, tan recia, con un sencillo hálito de picardía que enamoraba y le asfaltaba el camino para conquistar a sus interlocutores. Le ponía apodos a todos los que vivían a su alrededor y desbarataba cualquier discusión con el arma invencible del humor. A Jorge Barón, antes de ser una figura pública reconocida, por ejemplo, le puso Rápido Tolima para que le hiciera los mandados a la velocidad que necesitaba.
Era sagaz y hábil. Primero quiso ser piloto de aviación, pero la radio le ganó la competencia porque estaba hecho para desarrollar el talento creativo. La primera piedra se construyó en Emisora Monserrate después de haber pasado por 1020 y fungido como director y promotor en Radio Cadena Nacional (RCN) y Caracol. En Emisora Monserrate apareció la innovación con una programación musical especializada y los inversionistas se atortolaron. Querían más de lo mismo que otros hacían: música popular, y Julio E. se retiró. En 1020 ingresa a la junta directiva de la Asociación Nacional de Radiodifusión (Anradio) con todas las vacas sagradas de las comunicaciones de la época. Para entonces ya había creado la programadora de televisión JES, en 1964.
En el camino se encontró con una bella y elegante mujer que lo apoyó en sus locuras ―nada era imposible para él―, y formó con ella una organización familiar que es un ejemplo de unidad y de eficiencia profesional. JES no tuvo ni tiene reemplazo. La televisión de hoy es diferente. El milagro de hoy es la inteligencia artificial en lugar del talento personal. Con Julio E. Sánchez Vanegas se fueron “la alegría, la fortuna y el esparcimiento”.
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