“Vivir en estado de alerta y estar preparado para lo peor, siempre”: la libertad de prensa, en el debate del Hay Festival
Los periodistas Carlos Manuel Álvarez, Laura Aguirre y Alfredo Meza conversan con Jan Martínez Ahrens, director de EL PAÍS América, sobre los casos de Cuba, El Salvador y Venezuela, en el cuarto día del encuentro en Cartagena
El panorama del periodismo en las autocracias que oprimen a los investigadores y restringen la libertad de expresión es oscuro. Esa es la conclusión de la charla Dictaduras que persiguen a periodistas este domingo en el Hay Festival Cartagena de Indias. En el romántico Teatro Adolfo Mejía de la ciudad amurallada han conversado Carlos Manuel Álvarez (Cuba), Laura Aguirre (El Salvador) y Alfredo Meza (Venezuela), que hacen periodismo que el poder no tolera desde fuera de sus países. El diálogo, en el que quedó manifiesta la relación íntima entre pluralismo democrático y libertad informativa, ha sido conducido por evento con Jan Martínez Ahrens, director de EL PAÍS América.
Los tres periodistas han sufrido, de una u otra manera, el acoso y la presión de los gobiernos de sus países. Aguirre, directora y fundadora del Alharaca, es la que señala una situación menos aguda, pero con el deterioro más reciente. Explicó que en El Salvador, “poco a poco se están minando las garantías de libertad de expresión y acceso a la información”. Si bien no hay periodistas presos como en otros países, “somos conscientes de que eso puede pasar, hay acciones concretas que llevan a ello”. Argumentó que enfrentan una censura que llama de baja intensidad, por cuenta de la inmensa popularidad del presidente Nayib Bukele, que no necesita una mayor presión ni la mala imagen de más ataques para mantenerse en el poder.
Esa censura va más allá del famoso caso de presión a El Faro, con ataques a medios o periodistas menos visibles, que buscan aleccionar a todo el sector. Mencionó el caso de Mariana Belloso, a quien Bukele respondió en X un cubrimiento de una de sus conferencias de prensa. La crítica presidencial, narra Aguirre, fue el inicio de un acoso online sin precedentes contra la editora de Alharaca. Esa violencia escaló a amenazas misóginas, como las de violarla a ella y a sus hijas, con efectos no solo psicológicos sino también físicos. Más adelante el Gobierno intervino sus comunicaciones con el software Pegasus, lo que la llevó al exilio.
El otro ejemplo que presentó Aguirre es el de Carolina Maya, la cabeza del medio de periodismo ambiental Mala Hierba. Su padre fue apresado por el Estado, aplicando el régimen de excepción que existe desde mayo de 2022 y permite encarcelar a sospechosos de ser delincuentes durante más de 2 años, sin un juicio y en condiciones de alejamiento que para algunas ONG de derechos humanos equivalen a tortura. Todo eso produjo una profunda angustia en Carolina, narró Aguirre.
Por todo ello, la directora de Alharaca que vive en Berlín no es muy optimista sobre lo que viene para los periodistas de su país. “Esperamos lo mejor, pero nos preparamos para lo peor”, resumió en Cartagena. Sin embargo, no espera que los ataques del Gobierno aumenten, ya que el esquema actual ha ayudado a mantener tan alta la popularidad de Bukele que se encamina seguro a su reelección.
En el caso de Cuba, el periodista y escritor Carlos Manuel Álvarez presentó un panorama mucho más negativo, pero a la vez más frío, impersonal; más de un Estado totalitario que de una dictadura personalista, y de un camino mucho más largo de ataques y censura. Relató que los medios independientes empezaron con el nacimiento de 14ymedio, en 2014, en un momento en el que el Estado cubano estaba volcado a la reapertura de relaciones con EE UU. “Eso generó una suerte de brote o entusiasmo que tuvo uno o dos años de margen para consolidarse antes de que el Estado, sobre todo la policía política, desplegara una estrategia de desmantelamiento”, explicó.
Jóvenes periodistas recién egresados que habían fundado los medios fueron acosados hasta tener exiliarse, como único expediente para evitar terminar en prisión, contó. “Tanto yo como otros colegas de mi generación hemos sufrido un desgaste por un arco represivo que empieza con cierto acoso, y luego pasa a las detenciones y los interrogatorios frecuentes, para fabricar una causa sobre el señalamiento de ser agente de un gobierno extranjero. Si eso no funciona, llegan las presiones familiares, los chantajes, los encarcelamientos exprés reiterados” que, explicó, inicialmente producen rechazo, pero que al repetirse van cansando a la opinión pública.
Si nada funciona, el destino es claro: la salida de la isla, que no es siempre un exilio voluntario. “No soy un exiliado, soy un desterrado”, sentenció sobre su caso. El autor de Los intrusos no puede abordar un vuelo para regresar a Cuba, no tiene cómo regresar a las calles de su infancia. Con prohibiciones como las que él sufre, explicó en la charla, el Gobierno busca evitar que la sociedad civil de Cuba se organice. Aclaró que esas presiones no son iguales para todos los periodistas, pues la represión es mayor a los de fuera de La Habana o a los que son menos conocidos. “El poder político sabe qué castigo dedicarle a quién”, concluyó, a la vez que señaló que no hay esperanzas de ningún cambio político y, por lo tanto, de ninguna mejora para los periodistas en su país.
Más optimista es Alfredo Meza, uno de los fundadores del medio de investigación Armando.Info. Explicó que en su natal Venezuela el Gobierno ha logrado crear una fuerte hegemonía informativa, especialmente por su control de la televisión, en la que medios como el suyo o Efecto Cocuyo logran una incidencia menos masiva que la pluralidad que antes había en la radio, la prensa escrita o la televisión.
Esa hegemonía se ha logrado con medios del Gobierno o afines, pero también con procedimientos como montajes y señalamientos judiciales a los periodistas independientes. Un ejemplo es que el asesinato del fiscal Danilo Anderson, en 2004, con el infrecuente uso de una bomba, terminó con una acusación a varias personas críticas del Gobierno, incluyendo la periodista Patrica Poleo. La exdirectora del periódico El Nuevo País salió entonces al exilio en Miami, y desde entonces vive en EE UU. En un recurso que se repite, detalló Meza. Hace menos de una semana la Fiscalía ordenó la captura de la periodista Sebastiana Barráez, junto con 10 personas más, por un supuesto complot para asesinar al presidente Nicolás Maduro y al gobernador del Táchira. El protagonista de la charla, de hecho, fue víctima de otra situación similar. Armando.Info fue el medio que reveló las irregularidades en la participación del colombiano Alexa Saab en diferentes esquemas de contratación pública con el Gobierno venezolano, que les valieron una demanda de difamación. Entre sus posibles efectos estaban años de cárcel y la quiebra del medio, por lo que Meza y tres colegas más tuvieron que salir exiliados.
Otros mecanismos, como quitar los pasaportes de algunos periodistas que buscan salir del país y la carga administrativa para recuperarlos, minan la confianza. A todo eso se suma la debacle económica del país, que ha llevado a muchos periodistas a buscar otras fuentes de ingreso, en Venezuela o fuera, como parte de una ola migratoria que llevó a que el país perdiera aproximadamente el 20% de su población.
A diferencia de sus colegas, Meza mantiene una esperanza, fincada en un cambio en el poder político, A pesar de la reciente inhabilitación de la candidata opositora María Corina Machado, y la aún incierta respuesta de la oposición a esa decisión, el periodista señala que las encuestas muestran un gran apoyo al cambio. “Eso hace difícil decir que Venezuela no va a tener un cambio real”, argumentó en Cartagena, aunque aceptó que en el pasado ya ha ocurrido varias veces que “esa esperanza de cambio no se concrete en una elección libre”.
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