El paso de migrantes por la selva del Darién rompe todos los récords bajo el dominio del Clan del Golfo
Human Rights Watch advierte que la crítica situación en la frontera entre Colombia y Panamá es el resultado de una serie de políticas migratorias fallidas en el continente
Nunca antes tantas personas habían cruzado el inhóspito Tapón del Darién que marca la frontera entre Colombia y Panamá. Más de medio millón lo ha hecho en el último año con rumbo al norte, principalmente a Estados Unidos. El paso de migrantes por las peligrosas rutas que atraviesan esa espesa selva sigue rompiendo todos los registros, impulsado por el dominio que ejerce del lado colombiano el Clan del Golfo, el grupo armado que actúa como actor hegemónico en la zona. En el camino, se enfrentan a todo tipo de vejámenes, en una crisis humanitaria sin freno, como corrobora un nuevo informe que documenta ese infierno.
“Venezolanos, haitianos y ecuatorianos, pero también personas de otros continentes como Asia y África arriesgan sus vidas en esta selva donde están expuestos a abusos por parte de grupos criminales, incluyendo violencia sexual, y reciben poca protección o ayuda humanitaria”, advierte el documento de Human Rights Watch (HRW) publicado este jueves. Más de 440.000 venezolanos han cruzado el Tapón del Darién desde enero de 2022, la cifra más alta entre todas las nacionalidades, empujados por la larga crisis política, social y económica de su país. Les siguen más de 80.000 ecuatorianos –que escapan del aumento de la violencia– y más de 63.000 haitianos –otro país que ha sufrido una prolongada crisis política, de seguridad y humanitaria–.
El salto ha sido más que alarmante. Más de 130.000 migrantes, principalmente haitianos y cubanos, cruzaron en 2021. El número prácticamente se duplicó a 250.000 en 2022, con un incremento de venezolanos y ecuatorianos. Y solo entre enero y septiembre de este año, más de 457.000 personas han cruzado. La cifra va camino a doblarse de nuevo.
El Darién, otrora una inexpugnable barrera natural, es el horror en la tierra. El terreno es empinado y resbaladizo, y los ríos son caudalosos. La mayoría de las rutas, según ha corroborado HRW con cuatro visitas al terreno, siguen senderos que coronan lomas con alturas de hasta 1.800 metros. Quienes cruzan llaman al punto más alto la “Loma de la muerte”, y al río Turquesa, el “Río de la muerte”, por el gran número de cadáveres que hay en sus aguas. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha reportado que al menos 229 personas desaparecieron en el Darién entre enero de 2021 y septiembre de 2023, pero nadie sabe con certeza cuántos han muerto por el camino.
El informe “Este infierno era mi única opción”, el primero de una serie sobre la migración a través del Tapón del Darién, documenta las causas y respuestas a esta crisis. Las restricciones de movimiento desde países sudamericanos hacia México y Centroamérica, a menudo promovidas por el Gobierno de Estados Unidos, explica HRW, han contribuido a un fuerte incremento en el número de personas que cruzan la selva. “Ello expone a migrantes y solicitantes de asilo a abusos, incluyendo violencia sexual, y fortalece al crimen organizado en la zona”, apunta. HRW ya había advertido que los requisitos impuestos por varios países latinoamericanos provocaron un salto en el número de venezolanos que se exponen a los grupos armados, las crecidas de los ríos o las caídas desde esas empinadas lomas. También a los naufragios de las embarcaciones con las que a menudo buscan acortar la travesía, con los ‘coyotes’ y el Clan del Golfo como los grandes ganadores.
“La situación en el Tapón del Darién es el resultado de una serie de políticas migratorias fallidas en el hemisferio y subraya la necesidad urgente de establecer una respuesta respetuosa de derechos para proteger a quienes huyen de las crisis de derechos humanos en la región”, sostiene el documento. Sugiere que los gobiernos deberían poner en marcha un régimen de protección temporal para toda la región que conceda a venezolanos y haitianos un estatus legal por un plazo razonable y renovable. “Los crecientes desafíos migratorios en nuestra región exigen nuevas políticas de alcance regional que garanticen los derechos de las personas en movimiento”, enfatiza la colombiana Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch.
Los migrantes están a merced de grupos criminales que operan con total impunidad. “Del lado colombiano del Darién, el Clan del Golfo, un grupo armado involucrado en narcotráfico, regula las rutas que pueden utilizar los migrantes y solicitantes de asilo, decide quién puede asistirlos en el camino, extorsiona a quienes se benefician del flujo migratorio y establece normas de conducta para la población local y los migrantes, que a veces hace cumplir mediante la violencia”, apunta el informe. El ejército colombiano calcula que ese grupo armado obtiene en promedio 125 dólares por cada persona que cruza el Darién. Si la estimación es correcta, calcula HRW, el Clan del Golfo pudo haber obtenido un total de 57 millones de dólares entre enero y octubre de 2023 por cuenta de su control sobre la ruta migratoria.
La oenegé se suma al coro de organizaciones que han denunciado el dominio del Clan del Golfo en la zona, y su papel en el tráfico de migrantes. “Los caminos informales y las rutas marítimas acercan cada semana a miles de migrantes a la frontera estadounidense, llenando en el proceso las arcas de uno de los grupos narcotraficantes más grandes del mundo, así como de las comunidades locales que se encargan del tráfico de migrantes”, apuntaba la semana pasada el International Crisis Group, que pedía mejorar la coordinación transfronteriza entre Colombia y Panamá. También la Fundación Ideas para la Paz (FIP) ha subrayado que la capacidad regulatoria y de control territorial del Clan del Golfo se mantiene casi intacta, “a pesar de haber sido objeto de una de las operaciones de inteligencia e investigación judicial más robustas de la historia reciente de Colombia”.
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