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Susanne Baer: “Los tribunales necesitan una experiencia plural que solo se logra con la diversidad de sus magistrados”

La exmagistrada del Tribunal Constitucional Federal alemán advierte que los autócratas populistas ponen en peligro la independencia de los tribunales

María Adelaida Ceballos Bedoya Esteban Hoyos Ceballos
Susanne Baer, exmagistrada del Tribunal Constitucional Federal alemán, habla durante el conversatorio 'Constitución, género y transiciones democráticas', en la universidad Eafit, en Medellín.
Susanne Baer, exmagistrada del Tribunal Constitucional Federal alemán, habla durante el conversatorio 'Constitución, género y transiciones democráticas', en la universidad Eafit, en Medellín.robinson henao

Susanne Baer (Saarbrücken, Alemania, 59 años) fue hasta este año magistrada del Tribunal Constitucional Federal alemán, una de las instituciones jurídicas más prestigiosas del mundo. Recientemente visitó Colombia, asistió a la audiencia de la Corte Constitucional sobre la emergencia económica y social en La Guajira y participó en actos académicos en Bogotá y Medellín. Con mucho humor y con la satisfacción de quien ha cumplido con su tarea, Baer habló en Medellín acerca de su paso por la Corte, la independencia judicial, la diversidad en los tribunales y los obstáculos que enfrentan las mujeres y otros grupos en la profesión legal y el poder judicial.

P. ¿Cómo ha influido su formación en derecho público y estudios de género en su perspectiva jurídica?

R. El Tribunal Constitucional Federal alemán es posiblemente la institución jurídica más prestigiosa del país, y ser elegida jueza por el Parlamento es el cargo jurídico más importante que se puede alcanzar. Fue una auténtica sorpresa para el país que hace 12 años se incorporara al tribunal no sólo una especialista en derecho constitucional comparado, sino también una mujer lesbiana y profesora de Estudios Jurídicos de Género. En aquel momento, no había ningún tribunal constitucional en el mundo en el que se hubiera elegido a jueces o juezas abiertamente homosexuales. Sin embargo, probablemente no fue sólo mi formación en derecho público y cuestiones de género lo que fue importante para mi llegada al tribunal, sino también mi interés por el constitucionalismo comparado. Y también esta visión más amplia del mundo, es decir, pensar globalmente y actuar localmente, influyó en mi trabajo como jueza. Además, mi experiencia en cuestiones de género me permitió considerar otros aspectos importantes, como la etnia, la religión y la discapacidad, que otros podrían haber pasado por alto.

P. La investigación sobre género se sitúa dentro de un interés más amplio por las cuestiones de igualdad entre hombres y mujeres. ¿Puede hablarnos un poco más de este vínculo entre género e igualdad?

R. Al menos en los Estados constitucionales liberales occidentales, la igualdad se ha entendido tradicionalmente como igualdad formal. Se trata de una perspectiva abstracta y simétrica: todos somos iguales como seres humanos, sólo excepcionalmente la ley tiene que proteger contra el trato desigual irracional. Sin embargo, esto no es realista: el mundo no nos percibe a todos de la misma manera, sino que te distingue en función de tu sexo, edad, apariencia y presunta etnia, clase social o discapacidad reconocible, etc. Si investigas en estudios de género, adquieres una comprensión más profunda de estas cosas. Esto sustenta un concepto de igualdad sustantiva o material. Supone que las personas son socialmente desiguales en muchos aspectos; la tarea de la ley es, por tanto, abordar estas desigualdades reales, es decir, la “sustancia”, de tal manera que todas las personas reciban realmente el mismo trato ante la ley. Esto justifica, por ejemplo, medidas como la discriminación positiva por parte de los Estados o las universidades, que no discriminan, sino que igualan efectivamente las condiciones para todos. Y así lo ven hoy muchos legisladores y tribunales. Además, los estudios de género también me han ayudado a comprender mejor los conceptos de dignidad y libertad. Son las otras dos piedras angulares de los derechos fundamentales en una sociedad; están estrechamente relacionados con la igualdad. También en este caso es importante comprender de forma realista la dinámica social, sobre todo en sociedades muy desiguales, para luego poder entender el derecho adecuadamente.

P. Usted visitó recientemente los tribunales constitucionales de Ecuador y Colombia y conoció de primera mano algunos de los retos de la región en materia de independencia judicial. ¿Cómo ve esta cuestión desde la perspectiva alemana?

R. En los últimos años han aumentado los ataques a la independencia judicial en todo el mundo, también en Alemania. Los ataques proceden de personas que afirman que son la verdadera mayoría del país y que los jueces no deberían interferir en determinados asuntos. Y esto ocurre en todas partes: en Hungría, Polonia, Turquía, Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña y, por supuesto, en África, América Latina y Asia. Los ataques pueden provenir políticamente de la izquierda o de la derecha, pero a menudo también tienen motivaciones religiosas o confesionales. En estos contextos, hay autócratas populistas y también legalistas autoritarios. Pretenden ser demócratas, pero quieren un poder desenfrenado para sí mismos con el pretexto de representar a una mayoría imaginaria. En su idea de democracia, tampoco hay un verdadero Estado de derecho, ni derechos humanos exigibles, ni reglas justas del sistema democrático. Los autócratas populistas ponen especialmente en peligro la independencia de los tribunales porque quieren impedir que los tribunales -especialmente los constitucionales- los frenen.

También hay situaciones en las que los tribunales son especialmente vulnerables a estos ataques. Determinadas decisiones se utilizan para deslegitimarlos. Esto ocurre, por ejemplo, en el contexto de la igualdad de género, la igualdad sexual y la diversidad LGTBIQ+. Porque son el foco de guerras culturales que los autócratas populistas libran deliberadamente, con mucho resentimiento, y a costa de las minorías, tan precarias políticamente. O están los casos del control de las leyes electorales y de los procedimientos democráticos por los tribunales. Está en juego la democracia, pero también situaciones muy concretas y el poder de los individuos; ahí, los políticos son el blanco directo de las decisiones del tribunal. Eso también es arriesgado.

Por eso también es importante proteger la independencia de los tribunales desde el principio. Cuando tienen que decidir sobre cuestiones morales, sociales y culturales fundamentales y sobre cuestiones políticas delicadas, es importante garantizar su supervivencia. Si se entra en una pendiente resbaladiza, es difícil volver a terreno seguro.

P. ¿Cómo pueden los tribunales llegar a un consenso, especialmente en cuestiones moral y políticamente controvertidas?

R. El consenso en los tribunales es extremadamente importante. Si un tribunal está polarizado corre el riesgo de hundirse. ¿Cuál es entonces el valor especial de la toma de decisiones judiciales y en qué se diferencia del ámbito político? Hay al menos tres elementos importantes. En primer lugar, toda decisión debe basarse en la letra de la ley o de la Constitución. Suena banal, pero no lo es. En segundo lugar, debe predominar el esfuerzo por alcanzar un consenso. Para mí, eso ha significado deliberar durante días, mantener conversaciones, e intentar una y otra vez acercarme lo más posible a los demás magistrados. Esto no es fácil. El tercer elemento es la sensación de progreso a través de los tribunales. Yo lo llamo progreso gradual, avanzar paso a paso. Un tribunal no es un revolucionario radical; debe avanzar caso por caso, con cuidado y sabiduría, siempre con valentía, con un compromiso innegociable con los derechos fundamentales. Pero eso es lo difícil. Como jueza, trabajo para hacer del mundo un lugar mejor, ¿cierto? Y un día llega ese caso importante, y soy la encargada de decidir, por fin, ¿cómo avanzo paso a paso y además valiente y con sabiduría? Es ahí donde aplica: “Sólo decidiré este caso, no intentaré avanzar en todas mis convicciones”.

P. ¿Qué opina de la importancia de la diversidad en la profesión jurídica en general y en los tribunales en particular?

R. Hay un tipo de diversidad que ya está “incorporada” en muchos tribunales supremos, la diversidad política debido a la forma en que se elige a los jueces. En Alemania, son los partidos políticos quienes proponen a los magistrados. Además, la diversidad regional siempre ha sido una norma no escrita, y ha habido algo de diversidad religiosa, porque se procuraba que hubiera católicos y protestantes, pero hasta ahora nadie de fe musulmana o judía. Y siempre se exigió, desde el feminismo, que no sólo los hombres se sentaran en el tribunal, si bien hasta ahora las mujeres han sido casi siempre nominadas por los progresistas y no por los conservadores. Conmigo, una nueva orientación sexual entró en el tribunal. En cualquier caso, lo fundamental es que las experiencias diferentes son importantes. Ese es precisamente el sentido de la diversidad en la judicatura. Porque las experiencias requieren la capacidad de oír algo que otros no oyen, el sentido de otras voces. Por tanto, ‘diversidad’ significa tomarse en serio cosas que otros no se tomarían en serio. Esto ocurre muy a menudo y no simplemente porque la gente sea sexista, racista, etc., sino porque simplemente no ven algo, no saben algo. Un tribunal que tiene que decidir para toda la sociedad necesita, por tanto, una experiencia amplia y plural.

P. ¿A qué dificultades se enfrentan las mujeres cuando acceden a la judicatura o a la enseñanza superior, y cómo pueden ayudar las facultades de Derecho a superar estas dificultades?

R. En Alemania se estudia Derecho durante cinco años, se hacen unas prácticas jurídicas, se aprueban dos exámenes estatales y luego se es admitido en el colegio de abogados o se empieza a trabajar en los tribunales. La judicatura es una plaza atractiva, sobre todo para quienes son padres y madres, es decir, sobre todo para las mujeres, porque es un entorno de trabajo muy autónomo. Especialmente en primera y segunda instancia, uno mismo se encarga de dar forma a muchas cosas, por lo que se puede conciliar el trabajo con la vida familiar mejor que en los bufetes o las facultades de Derecho. Pero también por eso hay nuevos prejuicios con los que tenemos que lidiar.

Para las mujeres que no vienen de una familia de jueces, es muy útil ver la judicatura o el mundo académico en acción, de cerca. Eso proporciona seguridad y capital social. En este sentido, las facultades de Derecho pueden enviar a sus estudiantes con un juez o jueza durante unas semanas para que experimenten esa vida. Las prácticas valen su peso en oro. También acaban con algunos mitos. Esto de tomar decisiones es un trabajo solitario, pero también es estupendo porque nos permite cambiar el mundo para bien.

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