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El día en que Alfonso Cuarón le robó unos minutos de fama a Fernando Botero, y otras historias

Ana Piedad Jaramillo, amiga cercana de Botero, exdirectora del Museo de Antioquia y directora actual de la Fiesta del Libro de Medellín, recuerda algunos momentos íntimos de su relación con el pintor

Fernando Botero en su casa en Pietrasanta (Italia), en 1999.
Fernando Botero en su casa en Pietrasanta (Italia), en 1999.Eric VANDEVILLE (Gamma-Rapho via Getty Images)
Juan Miguel Hernández Bonilla

Fernando Botero y Alfonso Cuarón se encontraron por casualidad en un pequeño restaurante de Pietrasanta, en el noroeste de la Toscana, en Italia. Ana Piedad Jaramillo, amiga cercana de Botero, exdirectora del Museo de Antioquia y actual directora de la Fiesta del Libro de Medellín, estuvo presente esa noche. “Un día estábamos comiendo y de pronto la gente dejó de interesarse por Botero. Había llegado el director de cine mexicano-británico Alfonso Cuarón y las personas del restaurante comenzaron a pedirle fotos y autógrafos”. Botero, dice Jaramillo, bromeó medio celoso: “Llegó por fin alguien que me quitó la fama”. Al final de la noche, el director de Roma y Gravedad y el escultor de La mujer fumando terminaron sentados, riendo y conversando, en la misma mesa.

Ana Piedad Jaramillo recuerda los momentos especiales que vivió con el artista colombiano más universal de la historia, mientras asiste a una conmemoración en la Plaza Botero de Medellín a la que acudieron este viernes cientos de personas de la ciudad para celebrar su arte y lamentar su muerte.

“Me acuerdo también del día en que íbamos caminando por un pueblito en La Toscana y pasamos al lado de una tienda de regalos en la que había muchas cosas piratas de Botero: pañoletas, cuadros, reproducciones, ropa...”. Botero tenía una lucha profunda contra el contrabando y la piratería, pero cuando entró al lugar e iba a decir algo, la señora lo reconoció y se le lanzó para agradecerle”. Jaramillo, que presenció la escena, recuerda que la mujer le dijo a Botero que gracias a él, sus hijos habían podido estudiar. Conmovido, el maestro, fallecido este viernes a los 91 años, sonrió, la abrazó y no hizo ningún reproche.

Las dos anécdotas reflejan rasgos que están presentes en la obra y en la personalidad de Fernando Botero. El sentido del humor y la generosidad. Se habían conocido cuando él era jurado y curador de una convocatoria para un museo en Medellín y ella periodista. “Cuando entré como directora al Museo de Antioquia, lo busqué y le escribí. Sabía que acababa de terminar su obra Viacrucis, de 64 cuadros y varios dibujos, y quería exponerla en el museo”. Empezaron a tener una correspondencia frecuente por correo, él aceptó hacer la exposición y después decidió donarla.

La razón de ese regalo, recuerda Jaramillo, fue que una noche Botero soñó que un ángel le decía que le diera su Viacrucis al museo. Esa fue su última gran donación a la ciudad. Fue en el 2012, cuando estaba cumpliendo 80 años. El maestro Botero no solo donó la obra, sino que permitió que la llevaran a varias ciudades del mundo. Estuvo en Portugal, en Chile, en Panamá y en otros países.

Ante la pregunta de cómo recuerda a Botero, Ana Piedad Jaramillo responde sin dudar: “Era una persona sencilla. Un hombre generoso. Pese a vivir en Grecia, en Italia, en Mónaco, nunca se separó de Medellín. Siempre estaba informado, leía las noticias locales, conocía los escritores, sabía lo que pasaba”. Patrocinaba concursos para niños, ayudaba artistas emergentes, hacía donaciones. “Tengo amigos artistas a quienes les regaló becas para estudiar”.

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La última vez que ella y Botero se vieron fue en 2021. “Lo visité en Mónaco, en su estudio; ese día conversamos mucho”. Jaramillo cuenta que hasta la última semana de vida, Fernando Botero estuvo trabajando en su estudio en una serie de acuarelas. “Era un lugar hermoso, con una vista impresionante sobre el mar Mediterráneo”. El sitio se lo había donado hace años el príncipe Rainiero para que trabajara allí de por vida. Tenía otro taller en Grecia y uno para trabajar los grandes formatos en Pietrasanta. “Una noche de esa temporada nos invitó a comer en un restaurante y al llegar comentó ‘ustedes saben que el lugar va a estar lleno de cuadros míos, pero si vienen mañana ya no habrá nada, los habrán quitado. Los ponen porque saben que reservé´”.

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Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

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