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Petro, tras visitar a su hijo: “Como padre tendrá mi apoyo. Como presidente he respetado la independencia judicial”

El presidente de Colombia visita en Barranquilla a Nicolás Petro, acusado de enriquecimiento ilícito y lavado de activos durante su participación en la campaña electoral

El presidente colombiano Gustavo Petro (derecha) durante un evento en la Casa de Nariño, en Bogotá
El presidente colombiano Gustavo Petro (derecha) saluda a la representante de Estados Unidos, Nydia Velásquez (izquierda) y a Misty Rebik (segunda la izquierda), en la Casa de Nariño, en Bogotá, luego de haberse reunido más temprano con su hijo, Nicolás Petro.Presidencia de Colombia (EFE)
Juan Diego Quesada

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El encuentro del que estaba todo el mundo pendiente se ha hecho esperar. Hace tres semanas, mientras estaba detenido en el búnker de la fiscalía, Nicolás Petro le hizo saber a los funcionarios que no quería recibir a su padre, nada más y nada menos que el presidente de la República. La comitiva presidencial tuvo que dar media vuelta. Este lunes, en Barranquilla, ciudad de la que no puede salir por mandato judicial, Nicolás cambió de opinión y recibió por fin a su padre, Gustavo Petro. El país especuló con que debieron de tratar la causa abierta al hijo por enriquecimiento ilícito y lavado de activos que tantos dolores de cabeza le ha traído al padre. Nicolás dijo que no, que en realidad hablaron del hijo que tendrá en breve, al que va a llamar Luka Samuel.

Nicolás Petro recibió durante la campaña dinero de empresarios y personajes de dudosa calaña. En vez de ingresarlo en las cuentas del partido, se lo quedó y lo invirtió en una casa y en darse un tren de vida de rico, según la fiscalía colombiana. El secreto podría haber quedado enterrado en el mar de corrupciones que nunca ven la luz, pero coincidió con que él rompió con su esposa y comenzó una relación con una de las mejores amigas de ella. Day Vásquez, que así se llama su primera mujer, hizo público todo el entramado, lo que lo ponía a él a los ojos de la justicia, pero también a ella, que también participó en las corruptelas. A Vásquez pareció darle igual, solo quería ver el mundo arder. Los dos escucharon los cargos que les imputaban sentados en la misma mesa, hombro con hombro. Él lucía preocupado, ella sonreía.

Ese mismo día Petro intentó mantener un encuentro con su hijo, que horas antes había dicho que aceptaba colaborar con la fiscalía, a la que se comprometió a demostrar que la campaña de su padre recibió dinero ilegal ―Vásquez había aceptado cooperar con la justicia con anterioridad―. Nicolás pidió un papel y escribió: “No tengo interés en recibir al señor Gustavo Petro Urrego”. Debe ser la primera vez que alguien se niega a verle desde que es presidente. Su escolta, que siempre acude horas antes a los lugares que va a visitar para preparar la seguridad, hizo un viaje en vano. Apenas dos días después, Nicolás se despachó contra su padre, que no lo crio porque estaba en la clandestinidad como guerrillero y después encontró una pareja distinta a la madre del chico. Dijo que Petro le había dado la espalda, lo había abandonado y que se sentía utilizado. En cuestión de horas, el presidente tuiteó: “Lo sucedido con mi hijo es para mi terrible y muy lamentable. Ojalá algún día pueda hablar con él y perdonarnos”. Colombia asistía en vivo a un drama edípico.

La relación parecía rota; el arreglo, difícil. Con sus acciones, Nicolás había provocado la mayor crisis que ha tenido hasta ahora el presidente. Le agarró en un momento de baja popularidad y con varios de sus proyectos más ambiciosos encallados. Desde el principio hizo de forma simultánea el papel de padre dolido y de presidente comprometido con la separación de poderes. Dijo que en ningún momento iba a obstruir la investigación de la fiscalía y hasta ahora no lo ha hecho. Que padre e hijo se fuesen a ver en estos días no estaba en las expectativas de nadie. Pero esta mañana se supo, por un tuit de un vecino, que el presidente estaba en el barrio Villa Campestre, en Barranquilla, donde vive Nicolás. Más tarde, cuando ya era público que se habían visto las caras, Petro escribió en Twitter (ahora X): “Hoy visité a mi hijo Nicolás. Como padre siempre tendrá mi apoyo y mi cariño. Como presidente he respetado sin titubeos la independencia judicial. Espero una acción penal libre de agendas políticas y de total sujeción al debido proceso y los fallos judiciales”.

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No se movió ni un centímetro de su postura salomónica. Nicolás, después, fue un poco más específico: “Visita de mi padre: Quiero informales que hoy recibí la visita de mi papá, nos reunimos unos minutos en familia, estaba Laura, mi Mamá y unos primos maternos. Hablamos de Luka Samuel y de la importancia de él en nuestras vidas. No todo gira entorno a la política”. El asunto parecía cerrado, pero apareció de la nada Day Vásquez, la exesposa que reveló todo. Entre tuit y tuit con letras de canciones empalagosas, escribió en X: “Yo SÍ seguiré colaborando con la justicia”. Daba a entender que Nicolás podía haber cambiado de opinión después de ver a su padre y dejaba de cooperar con la fiscalía. No hay ningún indicio ni prueba de que eso sea verdad. O sea que la noticia era que, por fin, un padre y un hijo que mantienen una relación conflictiva―¿y cuáles no?― habían charlado “unos minutos” de manera despreocupada. Por un rato, si eso es verdad, dejaron atrás el asunto que ha puesto a temblar al Gobierno de Colombia.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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