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El nuevo círculo de confianza del presidente Petro

Tras las salidas de Laura Sarabia, el jefe de Comunicaciones, Germán Gómez, y Benedetti, un asesor en la distancia, el presidente ha tenido que recomponer su entorno más cercano

Gustavo Petro
El presidente Gustavo Petro, durante el Día Nacional de la libertad religiosa, el 4 de julio de 2023.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
Juan Diego Quesada

Aunque no es un hombre de rutinas, Gustavo Petro tenía más o menos automatizado lo que hacia por las mañanas. Se despertaba ―tarde para los estándares colombianos― y recibía una llamada de teléfono de Laura Sarabia, que ya llevaba dos o tres horas en pie. La jefa de Gabinete le contaba todo lo que debía saber, le hacía un repaso de los titulares que llevaba la prensa, le explicaba los eventos que le esperaban durante el día, como en la campaña electoral. Mientras desayunaba se daba una vuelta por Twitter, donde tiene 6,8 millones de seguidores. A partir de ahí las jornadas se convertían en una montaña rusa ―crisis, huracanes, bravatas del ELN, líos en el Congreso― que Sarabia solventaba como podía. Podían estar en Boyacá y de repente agarrar el helicóptero para irse a la otra punta del país. Ella era la sombra y él estaba encantado. Se sentía seguro en sus manos. Sin embargo, el 2 de junio se quebró esta entente. Con todo el dolor, él la hizo renunciar por un asunto enrevesado de polígrafos y escuchas ilegales. De la noche a la mañana se quedó solo, sin su muleta, su sostén.

En este mes que ha transcurrido, Petro ha tenido que rehacer su círculo de confianza. No ha sido fácil para él, acostumbrado al talante sereno de Sarabia. Nadie ha ocupado su despacho, pero el vacío que ha dejado lo han llenado cuatro asesores. El principal es Carlos Ramón González, un amigo personal del presidente. Ocupa desde abril el cargo de director del departamento administrativo de la Presidencia de la República (Dapre), el ente que maneja la burocracia interna. Ahora mismo, según fuentes de la Casa de Nariño, la residencia presidencial, nadie tiene más influencia que él. Se ha convertido en la sombra de Petro, un hombre despistado, con aires de filósofo, al que a veces le cuesta poner los pies en la tierra.

A ambos les une un pasado guerrillero. González conoció en el M-19, la guerrilla urbana y provocadora que asombró a todo el país con acciones espectaculares, como el robo de la espada de Simón Bolivar. Él era guardaespaldas de Jaime Bateman, el fundador, un líder carismático, apodado El Flaco, que murió en un accidente de avioneta en la selva del Darién. Petro perteneció al grupo armado, pero no fue un verdadero hombre de armas. Miope y delgado, lo detuvieron por llevar encima propaganda. Él asegura en el libro Una vida, muchas vidas, que recoge sus memorias, que fue torturado. González no es el único exguerrillero a quien le ha dado un puesto de responsabilidad. Al discreto y huidizo Manuel Alberto Casanova lo colocó al frente de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), el servicio secreto colombiano. Casanova, licenciado en filosofía en la Universidad de los Andes, ejerció el mismo rol en el M-19. Lleva toda una vida oculto en las sombras.

La proximidad del director del Dapre al presidente ha supuesto que su número 2, Luz Aida Gómez, integre el círculo de confianza. De una forma parecida llegó Sarabia al cargo de poder que ostentó al final. Ella era la secretaria de Armando Benedetti, el jefe de campaña del pacto de izquierdas que lideraba Petro. Los tres ―Petro, Benedetti y Sarabia― se pasaron juntos toda la campaña. Sarabia pasó de manejar la agenda de Benedetti a desdoblarse y hacer lo mismo con la de Petro. Aquello les unió a fuego. Una vez presidente la quiso cerca, de forma literal, en el despacho de al lado, y envió a Benedetti a Caracas, para que ejerciera de embajador en Venezuela.

Benedetti también se vio obligado a dimitir por el mismo asunto que se llevó por delante a Sarabia, pero antes de que eso ocurriera él la llamaba con frecuencia para darle su opinión ―no muy buena― de las decisiones que tomaba el Gobierno. Benedetti, que tenía hilo directo con Petro a través de un chat japonés, Line, ejercía su influencia a través de ella. Así que el presidente no solo perdió a su número dos, también a un hombre que al final mostró un carácter explosivo y poco fiable para los intereses de Petro, pero que conocía el Congreso y llamaba a los partidos de la oposición desde Caracas para llegar a mayorías que consiguieran aprobar las reformas.

Al lado del presidente también se ha asentado el abogado Vladimir Fernández, su secretario jurídico. Departen casi a diario. Fernández se encarga de estudiar el encaje jurídico en la Constitución de las reformas y sus propuestas. Su presencia es mucho más importante de lo que a priori se pueda pensar. Petro confía en él y lo ha tenido a su lado desde 2011, cuando ganó la Alcaldía de Bogotá, y ahora lo incluyó en el equipo de empalme con la administración saliente. El presidente lo defendió en público cuando lo acusaron de irregularidades en una contratación mientras era funcionario en el Huila. Después esa medida fue revocada, pero quedó claro que Petro daba la cara por él, algo nada usual en el presidente. Por el camino ha dejado unos cuantos cadáveres políticos. A menudo señala que el poder cambia a las personas, las transforma, él es muy sensible a la manera de actuar de su entorno.

Petro ha tenido que lidiar también con la renuncia de Germán Gómez, el periodista que se encargaba de la comunicación. Goméz, que tenía más de 20 personas a su cargo, dimitió alegando motivos personales, pero la realidad es que no se sentía escuchado. El presidente informa a través de Twitter sin ningún tipo de método y eso ha provocado más de un incendio. Una crítica recurrente del entorno de Petro ha sido que no sabe comunicar los logros de su Gobierno, que se enreda y se dispersa. Petro es así para lo bueno y para lo malo. Gómez ha intentado arreglarlo, pero ha encontrado muchas resistencias. También ha sentido injerencias de otra gente cercana al presidente, que querían decirle cómo hacer su trabajo. Le ha sustituido como interina alguien de su equipo, la veterana periodista María Elena Romero, que ha trabajado en la Alcaldía de Bogotá, Rcn Tv, el periódico El Tiempo y en Naciones Unidas como coordinadora de proyectos.

Detrás de estas cuatro personas que manejan el día a día de Petro ―Luz Aida Gómez, Vladimir Fernández, Carlos Ramón y María Elena Romero―se encuentran otros pesos pesados que cuentan con su absoluta confianza. Petro habla habitualmente con David Racero, el joven presidente de la Cámara de Representantes de Colombia, con quien también chatea por Line. Uno de los asuntos claves, el de la paz, se lo tiene encomendado a otro hombre discreto, Danilo Rueda, y al senador Iván Cepeda, un político confiable con mucha trayectoria y conocimiento del país y los grupos armados. En esta lista también hay que incluir al canciller, Álvaro Leyva, de 80 años, que le guarda los secretos ― Leyva es escurridizo con la prensa― .

El nuevo entorno se ha enrocado alrededor de un presidente que ha abandonado el centrismo de sus primeros meses, que ha remodelado a fondo su Gobierno y que no quiere unas reformas a medias, sino las que él tiene en la cabeza desde hace años, desde que algún día presintió que podía ser presidente de este país. Los que le conocen aseguran que morirá con sus ideas, que su presidencia será como él quiere o no será. Los que le rodean, la guardia pretoriana, se embarcarán con él en ese viaje incierto.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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