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Política colombiana
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las emociones tristes nos tienen jodidos

No hemos sido capaces de encauzar las pasiones políticas de tal manera que beneficien al conjunto de la sociedad

Nuevo congreso colombiano
Imagen de archivo de una sesión del Congreso Nacional, en Bogotá.Carlos Ortega (EFE)

Es la gran conclusión del libro El viejo malestar del Nuevo Mundo, del erudito politólogo y profesor Mauricio García Villegas, excelente columnista. Las emociones tristes son los odios, la rabia, la envidia, la venganza, el miedo, la desesperanza, la indignación, la vergüenza, el remordimiento, la cólera, la amargura, el desprecio, la malevolencia. Sentimientos que han producido muchas guerras con montones de muertos. Conflictos que se hubieran podido evitar por las buenas. Proyectos que fracasaron por las disputas de facciones. Consensos que se rompieron por pequeñeces. Líderes que se enredaron en mezquindades.

Por supuesto, agrega García Villegas, en todos esos fracasos también ha habido injusticia social, despotismo, oligarquía, incapacidad administrativa y corrupción; pero todos estos pesares habrían sido más fáciles de superar si no hubiesen estado envenenados por las furias de la política, por el cerramiento espiritual de los espíritus. No hemos sido capaces de encauzar las pasiones políticas de tal manera que beneficien al conjunto de la sociedad. Aunque el autor se refiere, como lo dice el título del libro a la América Latina, es obvio que Colombia encaja perfecto en el marco de la reflexión y lo más grave: en pleno siglo veintiuno permanecen intactas esas características perturbadoras del bienestar general.

Miren este párrafo del libro: “En América Latina la palabra revolución se ha desgastado, como se roen las monedas de tanto pasar de mano en mano. En un continente tan descontento terminó usándose como un sinónimo de cambio, cualquier cambio, con tal de no quedarse en el presente. América Latina es el continente de las revoluciones, unas pocas efectivas, otras simbólicas, muchas engañosas y la mayoría ilusorias y son muchos los militares que, en nombre de la revolución, han tomado el poder para garantizar el statu quo económico o social”.

Y más adelante: “Hace muchos años que estudio la cultura del incumplimiento de las reglas en América Latina. Con el transcurso de los años, he aprendido a cuidarme de las afirmaciones demasiado rotundas que hacen algunos colegas cuando hablan de ese tema. Es cierto que en América Latina mucha gente no acata las reglas. Pero ¿significa eso que la mayoría de la gente lo hace? Es fácil llegar a esa conclusión, pero es igualmente fácil demostrar que se trata de una conclusión falsa. La gran mayoría de la gente cumple con lo previsto en el derecho y en la moral”.

Y remata: “En América Latina existe algo que podríamos llamar sesgo de ilusión revolucionaria, el cual se sustenta en esta triple creencia: 1) La justicia siempre triunfa; 2) La voluntad política tiene un poder ilimitado; y 3) La realidad social es dúctil. Estos supuestos, verdaderas reglas de oro del imaginario utópico, hacen de la revolución una verdad ineluctable y, por tanto, a ellos hay que adherir con los deseos, con las tripas, no con la razón. Y debido a eso, los movimientos revolucionarios han tenido tanto de condena, de resentimiento, de venganza y tan poco de viabilidad”.

Ahora mismo una exministra de esta administración del presidente Petro, de brillante trayectoria, Cecilia López, advierte que es el momento de partir en dos el Gobierno y arrancar de una manera distinta. “Me pareció demasiado duro el discurso del Presidente ―afirma López―, pero también me parece terrible que el Congreso esté a ver quién es más agresivo. Estoy aterrada de cómo está funcionando. El Congreso me parece una plaza de mercado. Se perdió la dignidad”.

Parece un párrafo sacado del ensayo sobre las emociones tristes en América Latina, sus desafueros y sus pesares. Si bien es cierto que, como dice el jurista e investigador Rodrigo Uprimny, muy cercano al autor del libro, la democracia en nuestro país está funcionando en forma robusta, también es cierto que el deterioro de la seguridad y de la economía es innegable, y que las discrepancias entre Gobierno y oposición crecen para situarse en los extremos.

El centro ideológico no existe como alternativa electoral en las próximas elecciones de octubre en las que elegiremos alcaldes, gobernadores, diputados y concejales. Así podremos conocer cómo van las fuerzas electorales del Pacto Histórico y de los partidos independientes lo mismo que los de la oposición. Un corte de cuentas que, según las encuestas, no favorece al Gobierno. Un termómetro para saber si “las emociones tristes” nos tienen jodidos. El ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, anticipándose a los hechos, ha manifestado que las elecciones por su naturaleza no representan un examen para el Gobierno Nacional porque en ellas se definen preferencias exclusivamente de asuntos locales.

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