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GOBIERNO DE COLOMBIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Si entendió, mi lanza?

La política de seguridad, a pesar de las buenas intenciones, parece ser un saludo a la bandera que difícilmente podrá superar la tinta

Oficiales de la Policía Judicial de Colombia en Bogotá, en marzo de 2023.
Oficiales de la Policía Judicial de Colombia en Bogotá, en marzo de 2023.Sebastian Barros (Getty Images)

Con la palabra “humana” está generosamente minado el texto de la nueva política de seguridad, la de un Gobierno al que se le hace el gran reclamo del aumento en los niveles de inseguridad. Muchas palabras de molde; pocas acciones efectivas.

La Política de Seguridad, Defensa y Convivencia Ciudadana/Garantías para la Vida y la Paz, a la que en adelante llamaremos PSDCCGVP, ejerce la simpleza desde el momento mismo de enunciar su objetivo general: “Proteger la vida de todas y todos los habitantes del país, mediante la generación de condiciones de seguridad en los entornos urbanos y particularmente rurales, y la recuperación del control del territorio para liberar a la sociedad de las violencias”. Perogrullo en su más pura expresión.

Si bien la seguridad depende de numerosos factores (diferentes a solo regar el país con plomo o glifosato), se preferiría que en la urgencia de someter a la delincuencia no estuvieran tan arriba en la lista de prioridades acciones como contener la deforestación o preservar la biodiversidad y el recurso hídrico. De la misma manera en que uno no esperaría encontrar en la carta de navegación del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible cosas como reorganizaciones de la inteligencia o redistribución de las unidades del Ejército en el territorio.

La PSDCCGVP se orienta a reconocer que la vida es sagrada. Y lo es, por supuesto. Por esa razón se requiere de una acción efectiva de los uniformados en la contención y sometimiento de los miles de colombianos dedicados a irrespetar esa vida.

Un viejo proverbio ucranio dice: “Nada confunde más a un militar que un gobernante confundido”. Y ya se sabe que a los militares hay que darles órdenes claras y contundentes. De no hacerlo, el militar no sabrá cuándo combatir y el policía se perderá entre artículos y parágrafos. Este documento, preñado de obviedades, y en el que la ideología parece más importante que la estrategia, hará las delicias de quienes aprovechan la incertidumbre de los uniformados para delinquir a sus anchas.

La humanamente redactada PSDCCGVP es prolífica en conceptos sublimes: integridad, liderazgo civil, diversidad, reducción de brechas, legitimación… Todo digno de aplauso. En caso, claro, de que se tratara de un manual de comportamiento ético de las fuerzas. Y no lo es. De hecho, por momentos uno cree estar leyendo un documento de la Fundación Paz y Reconciliación.

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Más allá de las críticas que se hagan a la PSDCCGVP, confiemos en que sean los militares y policías quienes puedan entenderla y aplicarla. Ello, por supuesto, requerirá de una constante verificación. Cerrando el documento se provee tal necesidad: “El seguimiento a estas acciones se realizará a través del Plan Estratégico Sectorial (PES), que es formulado por el Viceministerio para la Estrategia y la Planeación (VEP), el cual, desde la formulación de indicadores de gestión, impacto y de producto para las iniciativas estratégicas, permitirá evidenciar los avances y acciones de mejora que deben desplegarse con el fin de alcanzar las metas propuestas”. ¿Si entendió, mi lanza?

El general William Westmoreland, tan cuestionado por sus decisiones en Vietnam, no siempre se equivocó. Alguna vez dijo: “Los militares no comienzan las guerras; los políticos comienzan las guerras”. Y nadie gana una guerra transformando a la milicia en una nueva Defensa Civil.

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