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Columna
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Chile nos mandó al carajo

Tampoco coincide Boric con Petro al solicitarle a la CIDH aplicar la Convención Americana de Derechos Humanos y expedir medidas cautelares en favor del “presidente” Castillo

El presidente chileno Gabriel Boric junto a su homólogo colombiano Gustavo Petro
El presidente de Chile, Gabriel Boric y el presidente colombiano, Gustavo Petro, en Bogotá, el 8 de agosto de 2022.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)

Por fortuna Chile nos mandó al carajo para llamar la atención sobre la decisión del grupo de México (Colombia, Argentina, Bolivia y México) de apoyar al presidente Castillo tras su intento de autogolpe y destitución. Si había un mandatario cercano al expresidente destituido ese era el presidente Boric. Sin embargo, consideró que primaba la sensatez de respetar las fórmulas constitucionales del Perú para atender la crisis derivada de la inobservancia de los procedimientos ilegales adoptados por el expresidente peruano para disolver de manera temporal el Congreso e instaurar un gobierno de emergencia excepcional, convocar a un nuevo Congreso y gobernar a través de decretos. Eso, para el resto de la comunidad internacional con la excepción del grupo de México, constituye un autogolpe de Estado.

El ministro de Relaciones Exteriores de Colombia se comunicó con la ministra de Exteriores de Chile para solicitarle que se juntara con el grupo de México para respaldar la pretensión del presidente destituido de continuar su mandato de presidente legítimo del Perú, solicitud que fue rechazada con claridad por la ministra Antonia Urriola, quien consideró el texto del documento una intromisión en los asuntos internos en nuestro vecino país.

Respuesta nada fácil para el gobierno que había propuesto, días antes, en gesto de solidaridad y cercanía con el Presidente peruano, trasladar la sede de la reunión de los países de la Alianza de Pacifico, prevista para el 25 de noviembre en Ciudad de México, a Lima, justo para que el presidente de entonces pudiera concurrir dado que el Congreso no autorizaba la salida del país del Señor Castillo.

El presidente Gabriel Boric se desmarcó del grupo de México. No coincide con López Obrador, quien sostuvo que los adversarios de Castillo lo llevaron a un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus contradictores para consumar su destitución. Algo así como que metió la pata porque sus enemigos lo indujeron a equivocarse.

Tampoco coincide Boric con Petro al solicitarle a la CIDH aplicar la Convención Americana de Derechos Humanos y expedir medidas cautelares en favor del “presidente” Castillo.

Mientras tanto, el Perú se bate en un despelote que puede llevar al caos. La calle pide a gritos que se castigue al Congreso, que se convoque a unas elecciones para renovarlo y elegir nuevo presidente. Sin embargo, el único mecanismo para atender ese enredo institucional es el propio Parlamento y sus integrantes consideran que un nuevo Congreso puede resultar peor que el actual.

México se convirtió en gerente de las protestas en Perú y acusa al gobierno “optar por la represión y no por métodos democráticos”. No pinta bien una confrontación entre los dos países. Expulsión y retiro de los embajadores cierra cualquier solución diplomática. Delincuencia y corrupción son los principales problemas que afectan al país y la crisis política agravará todavía más todos los aspectos negativos con graves efectos para la región.

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