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Plan Nacional de Desarrollo
Columna
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Ojo con el director de Planeación

Si a Jorge Iván González no le va bien, el presidente se jode

El director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González.
El director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González.Ovidio González Soler / DNP

Nunca en Colombia se ha elaborado una ley del Plan de Desarrollo que “la haga la gente … (con el carácter de vinculante, entiéndase obligatorio) algo tan importante como planificar el país en los próximos cuatro años”, señaló el presidente de la República. Resulta que el encargado de semejante responsabilidad es el director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González. Y ¿quién es él? Es un filósofo que le metió economía a la solución de los problemas. La mezcla del pensamiento puro con la ciencia económica es la combinación perfecta para atacar las dificultades que afectan al país. Si a González no le va bien, el presidente se jode. Al presidente le falta filosofía y al ministro de Hacienda le sobra economía. El director de Planeación es el único que equilibra la ecuación. El compromiso no es incluir solamente las peticiones de los foros regionales, sino medir sus efectos en la macroeconomía. Hacerlo viable. Solo un filósofo economista tiene la capacidad de afrontar esa obligación.

Para el filósofo González, los diálogos regionales enfrentan sus complejidades. Heterogeneidad de preferencias. Diversidad de propósitos. Transición entre las preferencias individuales y la elección social. Este proceso está marcado por la pasión y el sentimiento. Para que esta percepción individual y local se convierta en proyectos públicos se requiere la construcción institucional de una especie de racionalidad colectiva que organice y canalice los sesgos “heurísticos” (método para aumentar el conocimiento) de los individuos. Nada fácil de entender.

Aparece entonces el economista González para solucionar -en teoría- la complicación. El proceso que lleva de las preferencias individuales a las colectivas es ideal si se consigue un consenso razonable. Si no, se recurre a mecanismos imperfectos como la regla de decisión por mayoría. Es imposible que los intereses individuales se expresen en las decisiones colectivas. Siempre habrá divergencias. Y aunque el acuerdo final sea subóptimo, su nivel de razonabilidad dependerá de la posibilidad de convertir los intereses locales en proyectos estratégicos. Para el filósofo y economista, ambas profesiones entrelazadas, tiene la respuesta para saber cómo se logran los proyectos estratégicos. La dinámica social pasa por la esfera de la política y entonces los políticos son una pieza central del ordenamiento colectivo. La política es el proceso que permite pasar de las preferencias individuales a las elecciones colectivas. Sin política y sin políticos no se podría hacer el tránsito del querer individual al orden social. Puesto que las soluciones ideales no son factibles, es necesario llegar a acuerdos mínimos (el Acuerdo sobre lo Fundamental) que van construyendo con algo de razón y con mucho de pasión. En medio de esta amalgama de intereses, la política ayuda a ordenar.

Pero no la tiene fácil el gobierno del Pacto Histórico hacia el futuro. La reforma tributaria los dejó exhaustos. La coalición muestra gestos de cansancio. El retiro del carácter de urgencia y el aplazamiento de la ley del código electoral fue una prueba de debilidad. Esperan el turno las reformas laboral, salud y pensiones; tres verdaderos camellos. La posibilidad de sacarlas avante exige una operación de alta política para lo cual el cirujano de turno, el presidente del Congreso, Roy Barreras se retira del Legislativo en junio y por tanto habría que poner el pie en el acelerador, porque una cosa es con Roy y otra es sin el de la batuta en el Pacto Histórico, como tituló el diario El Espectador al escogerlo como personaje del año. Roy ha logrado en tiempo récord la aprobación de reformas fundamentales, escribió el periodista Juan Sebastián Lombo.

Tiene Planeación un trabajo adicional muy pesado.

Planeación es el órgano más poderoso del Estado. Ninguna institución, incluido el ministerio de Hacienda, tiene los niveles técnicos del organismo rector del Plan. Son los encargados de medir el impacto de las decisiones que toma el Congreso y la Comisión permanente de concertación de políticas salariales y laborales. Es el gran marco regulador del intervencionismo de Estado con la garantía de respetar las libertades. Qué tanto Estado y qué tanto sector privado queremos.

Este pensamiento del director González, que he resumido en esta columna es la “filosofía” del Pacto Histórico. Es el personaje clave de la política gubernamental, algo así como el presidente del politburó en los partidos comunistas del mundo.

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