El “Panini” de la música bailable de Colombia

Baile y fútbol. O baile primero y goles después. A estas alturas del año y con Mundial en medio de diciembre, la mezcla es un ida y vuelta sin desperdicio. A eso le apostó Discos Fuentes, una de las discográficas más tradicionales de Colombia, con un álbum que emula al famoso Panini, pero con las estrellas más emblemáticas de la música bailable del país.

Se llama ‘14 cañonazos bailables’ y está dedicado a las futbolistas del país que en 2022 clasificaron a la final del Mundial Sub-17. Pero en realidad es un homenaje a la música decembrina, a la educación sentimental de los colombianos que siempre ha estado atravesada por el baile. Así que, en lugar de láminas, monas o cromos de Leo Messi, Mbappé o cualquiera de las figuras del Mundial, se llena con 123 imágenes de las portadas icónicas y de músicos como Pastor López, Rodolfo Aicardi, Alfredo Gutiérrez o Fruko, cuya música en diciembre anuncia que el año se acabó y que ya no queda más que entregarse a bailar.

Los 14 cañonazos bailables son, además una institución de la cultura colombiana. Hace 62 años Antonio Fuentes y sus hijos decidieron compilar en un solo acetato los 14 éxitos más grandes de la música bailable de cada año. “Era una odisea cuando se hablaba técnicamente de tratar de introducir en un solo disco siete temas de un lado y siete, del otro. Normalmente, técnicamente, se podían 6-6 y que fueran cortos, que no sobrepasaran cierto límite de tiempo”, decía Ángel Villanueva, director de Discos Fuentes a Radio Nacional.

Las portadas de los vinilos con modelos semidesnudas y las 14 mejores canciones de ritmos variados, pero siempre bailables, se convirtieron en un sello e hicieron que diciembre fuera sinónimo de los 14 cañonazos. En los años 80, cuenta José Miguel Gómez, de Discos Fuentes, se decía que la Navidad llegaba cuando la disquera lanzaba el disco, cuyo nombre recordaba los cañones de la ciudad amurallada de Cartagena, tierra natal del dueño de Fuentes, y era la metáfora de lo más explosivo y caliente de cada año.

Se trata de un compilado “crucial” para la historia musical colombiana, dice el historiador y comentarista musical Umberto Pérez. “Esta idea de reunir éxitos bailables en un solo disco fue definiendo el gusto de los colombianos a lo largo de los años”, agrega.

La idea, como ha narrado Villanueva, comenzó pensando en “regalarle a la gente un disco variado” y no de un solo artista. Ahí radica, para Pérez, el éxito del compilado: fue más allá de los coleccionistas que podían comprar música de un solo artista y conquistó un público generalista. “Comprar música siempre ha sido muy costoso en Colombia, entonces esta idea de editar una colección a finales de año hacía que las personas compraran al menos uno de estos discos. Y así se fue instalando el gusto musical en cuanto a músicas caribeñas y tropicales”.

Y no solo de Colombia. En el compilado también se reunían éxitos puertorriqueños, panameños o venezolanos, y pasó por la salsa, los merengues, el vallenato y lo que algunos conocen como el “chucuchucu”. La disquera, que nació en 1932 y es un patrimonio cultural del país, grabó a figuras como Lucho Bermúdez, Alejo Durán, Joe Arroyo o Guillermo Buitrago, así como a artistas internacionales como Daniel Santos. “Discos Fuentes tenía dos vertientes. Por un lado, lo que el escritor Andrés Caicedo llamaba “música paisa”, con artistas como Gustavo ‘El Loko’ Quintero, Los Teen Agers, Los Black Stars; y por otro lado Fruko, Afrosound o Joe Arroyo, una música más atrevida tanto en su creación como en su forma de bailar”, explica Pérez.

El más reciente de los cañonazos, el volumen 62 de Discos Fuentes Edimúsica, trae el álbum de láminas. Está dividido por géneros: clásicos del vallenato, sonoras colombianas y secciones especializadas en La Sonora Matancera y en Los Corraleros del Majagual, entre otras. “Este año no llené el álbum de fútbol, pero estamos llenando este con mi hija de 19 años. Me encanta que le enseña quiénes eran las figuras y los astros de la música colombiana. Y me hace feliz que ella sepa quién es Alejo Durán”, dice Néstor Dueñas, que tiene un estudio de grabación en Bogotá.

Toda esa historia ha justificado el ritual de varios melómanos como Dueñas, quienes se reúnen a intercambiar las monitas del álbum en su estudio. En otras ciudades la disquera coordina espacios de “cambiatón de láminas”. Entonces los asistentes no solo consiguen las figuras más escasas, sino que se juntan a escuchar música. “Como musicólogo, propietario de estudio y con el sueño de ser sello disquera, fue un honor tener en mi espacio al primer sello disquera de Colombia. Me sentí como el estudio pequeño que viene a visitarlo el estudio grande”, dice Dueñas.

La empresa cumple 88 años y se ha adaptado a nuevas plataformas digitales, con un catálogo de 55.000 fonogramas. En los últimos cuatro años, afirma José Miguel Gómez, de prensa de la compañía, han entrado en el negocio de las sincronizaciones musicales para videojuegos y plataformas como Amazon, Netflix, HBO y Disney. Ahora esperan entrar en el mercado de los NFT y el metaverso. El álbum es otra manera de seguir el baile.

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