La quimioterapia no frena a Roy Barreras
El presidente del Congreso no ha parado su convulsa agenda legislativa a pesar de un reciente diagnóstico de cáncer
Roy Barreras está de rodillas. Cabeza inclinada, ojos cerrados. Reza. Reza con aplomo y fe. Tras el atril, un sacerdote vestido con alba y estola azul, toca la campanilla, extiende los brazos y toma entre sus manos una copa de vino. Roy se pone de pie, se persigna y sube al atril para leer la Biblia. Una ola de voces repite los salmos. Al final de la misa, el pastor de una iglesia cristiana se une al sacerdote y, tomados de la mano, oran por la salud de Roy Barreras. En ese mismo recinto del Senado, horas después, se discutirá el impuesto a las iglesias y no se aprobará. El presidente del Congreso de Colombia ha asumido el cáncer que padece sin un destello de asombro. Las quimioterapias se suman a las dos horas de sueño diarias y a una frenética rutina que él se niega a cambiar.
Barreras, de 58 años, es, quizá, el hombre más importante y sagaz del equipo de gobierno del presidente Gustavo Petro. Ha logrado unir a bancadas de extremo a extremo sin importar las diferencias ideológicas: desde partidos conservadores hasta al ala más izquierdista del movimiento político del presidente. “Sin Roy, Petro no tendría ni la mitad de lo que tiene hoy en el Congreso”, comenta un senador que prefiere no ser mencionado. “Tiene la capacidad de calmar las aguas turbias. Es un ilusionista”, dice alguien que le conoce de cerca.
Antes de la improvisada misa a la que fue llamado a congregarse, Roy Barreras presidía un debate de la jurisdicción agraria en otro recinto. Apenas probó bocado en la discusión que se extendió por varias horas. Se levantó y caminó a las carreras para llegar a la ceremonia religiosa que acababa de empezar. Se ubicó frente al cuadro de Bolívar y Santander que está flanqueado por columnas de estilo neoclásico. Si le hubiesen pedido permiso para hacer la misa, quizá lo hubiese negado, por ser el Capitolio un lugar laico; pero, devoto como es, no podía hacerlo. Cuando terminó, salió apresurado para volver al debate y, en el pasillo, se encontró con el ministro de Justicia, Néstor Osuna, y lo saludó. Le dijo que no le había gustado el proyecto de sometimiento a la justicia que le presentaron desde su ministerio y que se lo devolvería.
El ritmo de vida de Roy Barreras es trepidante. Desde joven comenzó a vigilar cada minuto de su tiempo: echó cuentas y se percató de que si dormía ocho horas, y su esperanza de vida eran 75 años, pasaría por lo menos 25 durmiendo. Metódicamente, como si fuera un proyecto de ley, planeó sus horas: las redujo a cuatro para ganar 12 años. Ahora que está en tratamiento por el cáncer, y debido a los efectos secundarios, solo duerme dos.
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En la oficina de Roy Barreras no hay escritorio. Nunca ha querido tener uno, ni siquiera cuando ejerció como médico durante 23 años, porque cree que el escritorio genera distancia con el otro. Una mesa redonda para reuniones y un sofá componen la modesta oficina de techos altos. Mientras está en un embotellamiento o camina por la calle se le suelen ocurrir versos. Desbloquea su teléfono y le envía los poemas a su secretaria por notas de voz, para que ella los transcriba. En medio de sus insomnios más agudos, está escribiendo una novela y lee desenfrenadamente. Desde los dieciocho años aprendió la técnica de “lectura rápida” y en un mes puede leer una docena de libros o más. El hilo de su discurso denota su bagaje cultural. Ha publicado tres libros de poesía.
Barreras se enteró de que tenía cáncer de colon en un chequeo de rutina. De inmediato sintió el miedo a la muerte, pero una cabeza racional como la suya no se detiene en sutilezas. En los minutos siguientes revisó las pólizas de seguro para sus hijos menores de edad y comenzó a tomar decisiones. “La muerte, nos enseñó Epicuro, es un problema de los demás, de los que se quedan”, dice convencido. Y aunque no teme morir, sí le tiene miedo al sufrimiento. “Soy un cobarde para el dolor”, confiesa. Su cáncer requiere un riguroso tratamiento diario que incluye quimioterapias en pastillas. Después de cada sesión matutina de radioterapias, Roy se inyecta analgésicos y sueros de vitaminas para soportar el dolor. Antes de ir a trabajar, él mismo se hace acupuntura, técnica que aprendió de la medicina tradicional china.
Desde que fue diagnosticado un mes atrás, está convencido de que el cáncer que padece no le arruinará la vida que lleva. Cuando se enteró, la primera reacción fue llamar a su hija, neuróloga en el Hospital Johns Hopkins, en Estados Unidos. En ese mismo instante ella iba a llamarlo para darle otra noticia: “Estoy embarazada”, adelantó. Roy se guardó lo que estaba por decirle hasta el siguiente día.
Si Roy siguiera la recomendación que le dio el jefe de oncología del Hospital Johns Hopkins, tendría que retirarse un año para hacerse el tratamiento o cambiar de oficio. “Estoy seguro de que si yo me retirara me moriría, porque no tendría propósito para levantarme cada mañana”, dice.
Barreras fue negociador plenipotenciario en el proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC. Fue elegido representante a la Cámara baja en 2006 y desde 2010 es senador. Además de Medicina, ha estudiado maestrías en Sociología, Derecho, Literatura Hispanoamericana y Administración. Hijo de una madre soltera campesina, fue panadero y taxista para poder estudiar en la universidad. Ha pertenecido a la mayor parte de los partidos políticos. Aliado de los últimos presidentes, pasó de estar con la extrema derecha de Álvaro Uribe a apoyar las posiciones liberales de Juan Manuel Santos, quien sigue siendo su guía político.
Roy ha sido acusado de trepador, arribista y camaleón. Pero ninguno de esos calificativos le molesta. Dice sentirse orgulloso de ser un trepador. “Invito a quienes hemos nacido en la pobreza a trepar el árbol de la vida”, sostiene sin titubeos. Si uno le pregunta por qué ha cambiado tanto de partidos se excusa en que él no se ha cambiado, sino que lo han expulsado, y cita una frase que le atribuye a Winston Churchill: “Se puede cambiar de partido, pero no de ideología”.
—¿Cómo ve el sistema de salud colombiano?
Roy guarda silencio unos segundos.
—Con esa pregunta, usted me mete en líos, pero se la voy a contestar con franqueza —dice.
A continuación, Barreras explica que, aunque cree que el sistema necesita mejoras —como en la cobertura y la red pública hospitalaria—, es superior al modelo que había antes de crear las EPS (Entidad Promotora de Salud) y uno de los mejores de América Latina. Considera que el Gobierno debe mejorar en prevención en salud y atención primaria, y exigirles a las EPS que garanticen las citas, medicamentos y exámenes médicos a los pacientes, pero se muestra en desacuerdo con destruir el modelo de aseguramiento que tiene Colombia.
Aunque no ha parado su agitada agenda desde que le descubrieron un cáncer, Roy tomó varias decisiones: se fue a vivir al lado de sus hijos, presta más atención a sus hábitos alimenticios —antes ni siquiera almorzaba— y no ve noticias violentas para no contaminar su ánimo. Como desea mantenerse actualizado, lee un breve resumen de noticias que le hace a diario su equipo de prensa. Por ahora, Roy cree que el cáncer no es un motivo suficiente para abandonar su causa política. “No tengo derecho a no cumplir con mi deber solo porque tengo un pasajero diagnóstico”, dice.
Está empecinado en lograr todas las reformas que necesita el Gobierno de Petro en tiempo récord: la paz total, el sometimiento a la justicia de los grupos criminales y las reformas laboral, de salud y de pensión. Su obsesión no es otra que hacer más intenso su tiempo, su vida.
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