Otra política exterior feminista
El Gobierno no ha respaldado las declaraciones de la viceministra de Exteriores para potenciar un enfoque de género. Una política internacional de esta naturaleza puede terminar convertida en un mar de declaraciones que solo sirva para ocultar un vacío
Durante la primera semana de octubre, en el escenario de la Organización de Estados Americanos, la Viceministra de Relaciones Exteriores anunció que Colombia tendrá una política exterior feminista. Una política exterior de esta naturaleza sugiere que el comportamiento internacional del estado que la asuma debe tener como prioridad la promoción de la igualdad, de la defensa de los derechos de las mujeres y el fin de las estructuras de poder que han hecho posible la discriminación en contra de ellas.
El objetivo es loable, pero sorprende que hasta ahora un puñado de países haya descubierto que su conducta internacional debe estar supeditada al logro de un objetivo tan obvio como difícil de alcanzar. Se dieron cuenta, un poco tarde, que la búsqueda de la igualdad es una tarea que tiene dimensiones internas, pero también globales. Es más, el trabajo por el fin de la discriminación en contra de las mujeres en casa se retroalimenta con los esfuerzos que se hagan en esta materia a nivel internacional, y viceversa.
Por esa razón, la noticia de que Colombia diseñará una política exterior de carácter feminista debe celebrarse. Mientras más países se sumen a este esfuerzo, mayores serán las posibilidades de que finalmente las mujeres accedan a los espacios de poder, ganen salarios equivalentes a los de sus contrapartes hombres y les sean reconocidas sus labores de cuidado en el hogar, entre otras muchas tareas pendientes.
Pero la forma como fue hecho el anuncio y lo que ha sucedido cerca de un mes después del mismo generan algo de preocupación. Para empezar, el anuncio fue escueto: “vamos a formular una política exterior feminista” y no supimos más que eso. El gobierno no le ha contado al país cuál será el contenido de esa política exterior, qué objetivos concretos buscará, cómo se articulará con una política en materia de género a nivel doméstico y qué resultados espera obtener de este esfuerzo.
Es más, preocupa mucho que semejante anuncio lo haya hecho una Viceministra y que ni el Ministro de Relaciones Exteriores ni el Presidente de la República, y para este efecto, ningún otro funcionario del gobierno hayan recogido el escueto anuncio para darle el más somero y básico de los respaldos. Ni siquiera desde la Vicepresidencia de Francia Márquez, profundamente comprometida con estos temas, se escuchó declaración alguna. Nada. Al anuncio solo le siguió un silencio incómodo. Silencio que no sorprende si se recuerdan las dificultades que ha experimentado el partido de gobierno, desde la campaña misma, en su relación con las organizaciones feministas.
Y esto último me lleva a la otra preocupación: este anuncio puede terminar siendo, sino se llena de contenido, una forma de hacerle el quite a la falta de un verdadero compromiso del presidente Petro y su partido con la agenda feminista. Es decir, una política internacional de esta naturaleza puede terminar convertida en un mar de declaraciones y buenas intenciones que solo termine sirviendo para ocultar un vacío en materia de política pública a nivel interno.
Además, no hemos visto al presidente comprometido con el tema a nivel internacional. Sus declaraciones le han puesto todo el lente al conflicto entre Rusia y Ucrania, inclinándose en ocasiones hacia la defensa de Rusia (un régimen a todas luces opresor y violador de derechos). En contraste, no se ha pronunciado ni una sola vez para apoyar la lucha de las mujeres iraníes en favor del respeto a sus derechos. Benevolencia y comprensión con Putin, indiferencia con las mujeres en Irán.
Tampoco el Canciller se ha pronunciado sobre la materia y hasta la fecha, solo se sabe que Colombia suscribió una declaración conjunta en Ginebra (promovida por Chile, que también ha declarado tener una política exterior feminista) condenando el uso de la violencia física contra las mujeres y urgiendo a las autoridades iraníes a que no usen la fuerza en formas desproporcionadas en contra de las manifestantes. La declaración se firmó una semana antes de que la Viceministra anunciara la nueva política feminista ante la OEA.
Pero por fortuna, el compromiso está hecho. Nos corresponde a todos hacerle seguimiento a la gestión del gobierno en esta materia, velar porque el discurso de la Viceministra se haga realidad y no termine convertido en un aditamento puramente decorativo. La palabra está empeñada.
Sandra Borda es profesora e investigadora de la Universidad de los Andes.
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