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Reforma Agraria
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Petro y Fedegán: una jugada audaz

La firma del acuerdo para comprar tierras va más allá, pues busca desactivar un conflicto que tiene décadas

Reforma agraria en Colombia
En una imagen de 2021, vaqueros colombianos acorralan vacas cerca de la frontera con Venezuela, en Arauca (Colombia).Anadolu Agency (Getty Images)

La firma del acuerdo entre el Gobierno de Gustavo Petro y Fedegán, el poderoso gremio ganadero, es mucho más que un pacto para comprar tierras. Es una movida audaz por parte del presidente con la idea de desactivar un conflicto que tiene décadas. Es tan sorprendente la fotografía en la cual aparecen sonrientes José Felix Lafaurie y el presidente Petro, que el pacto tomó por sorpresa a seguidores de los dos y algunos no acaban de superar la desconfianza que genera en cada orilla.

Y hay razones para el recelo. Más allá de ser un gremio, Fedegán ha sido un claro jugador en el escenario político alineado con la derecha que ha batallado de mil maneras contra lo que representa, desde su orilla de izquierda, el actual Gobierno. José Félix Lafaurie es símbolo de posiciones radicales de derecha. Por eso las reacciones de las huestes petristas se dividen entre quienes aplauden con esperanza y quienes son escépticos porque no creen que se pueda confiar en este “enemigo” eterno. Los que dudan preguntan si se va a legalizar el despojo porque temen que algunas de las tierras tengan historia de sangre detrás. Se preguntan si habrá impunidad o si el acuerdo contempla reparación si detectan predios despojados.

La ministra de Agricultura, Cecilia López, a quien se le nota la experiencia y la capacidad de ejecución, ha dicho que una condición para la compra es precisamente que las tierras “no tengan ningún tipo de problema legal”. Dice también que van a verificar que sean tierras productivas. Esto busca desactivar otro temor: que se deshagan de lo que no sirve y logren vender a buen precio tierras que no son buenas para cultivar. Es un problema que se ha visto en el pasado en otros intentos que se han hecho por mejorar la distribución de la tierra. A muchos campesinos les han entregado tierras improductivas que los dejan en las mismas.

La reforma agraria ha sido un sueño desde hace siglos y casi todos los gobiernos han tenido alguna propuesta para hacerla. Es claro que la tenencia y distribución de la tierra está en el centro del conflicto y por eso es llamativo que por primera vez se logre una convergencia de dos sectores políticos opuestos. Curiosamente la coincidencia está en el enfoque que tiene también el acuerdo de paz y que estableció que no basta con repartir tierra. La reforma tiene que ser integral para que esa tierra se pueda explotar.

En palabras del presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, quien coincidió con el presidente en calificar el acuerdo como histórico, “el factor diferenciador frente a una historia de fracasos, y el verdadero reto del gobierno, es la INTEGRALIDAD, comenzando por las vías terciarias, que son la expresión más evidente del abandono.”

Es lo mismo que planteó en su momento el acuerdo de paz con las Farc y por eso en el primer capítulo se habla de la Reforma Rural Integral. Es ese objetivo el que ha orientado el trabajo de la ministra López, quien lo dijo con claridad: “Esta es la forma de cumplirle al primer punto del Acuerdo de La Habana”. El pacto firmado con Fedegán entonces encontró las coincidencias en medio de las diferencias.

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La apuesta es arriesgada porque muchos predios tienen su historia y aquí en lo individual cada quien buscará sacar provecho de esta oportunidad. El Gobierno busca sumar en vez de confrontar y por esa vía concertar con quienes han sido protagonistas también en la historia del conflicto. Recordemos que algunos ganaderos han sido señalados como patrocinadores de las autodefensas y como quienes se beneficiaron del desplazamiento y el despojo de campesinos de sus tierras. Por eso se lee detrás del acuerdo un esfuerzo por avanzar en el proyecto de paz total.

Será un avance si por fin se logra una verdadera reforma agraria con todos los ingredientes: insumos, créditos, vías, mercados, acompañamiento del Estado. Y si se desactivan tensiones y conflictos hay más posibilidades de que funcione, aunque no hay garantía de nada.

El reto no es fácil porque además de desactivar temores políticos, es también una cuestión de plata por los inmensos recursos que se deben invertir para la compra de tierras y para lo que sigue si de verdad se quiere hacer la reforma de fondo. Hay todavía interrogantes sobre el monto del endeudamiento, la logística para la compra, la selección de predios que debe hacerse con lupa y también la repartición porque son muchos los que piden tierra y serán más los que van a llegar ahora.

Si la jugada audaz le sale, el Gobierno de Gustavo Petro habrá cumplido con la historia. Es una apuesta grande y cuando se pone todo sobre la mesa se puede ganar todo o perder todo. Lo que falta no es un camino de rosas y tiene muchas espinas, pero siempre será mejor intentar desmontar conflictos por la vía del diálogo y los acuerdos y no por la vía de la confrontación y la violencia. Es mejor ver a los ganaderos firmando pactos con el Gobierno que llamando a hacer grupos de vecinos para defenderse de las tomas.

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