Petro señala a Uribe como jefe de una oposición descabezada
El presidente recibe por primera vez en la Casa de Nariño a su gran contrincante político para hablar de la reforma tributaria
Petro ha ejercido de opositor durante casi toda su carrera política. Siempre ha tenido un enemigo enfrente: el dirigente de turno, las grandes fortunas evasoras de impuestos, los paramilitares, el capitalismo en mayúsculas. Como presidente, en cambio, no encuentra nadie al otro lado con el que discutir. La oposición a su Gobierno no tiene ningún rostro visible que aglutine el descontento. El empresario de bienes raíces que le disputó la segunda vuelta, Rodolfo Hernández, no ha querido ejercer ese rol: se trata de un multimillonario de 77 años al que le gustan los safaris. Otros, como el candidato derrotado del establishment, Fico Gutiérrez, no tienen ahora mismo suficiente peso. Ante la falta de candidatos que le sostengan un pulso político, Petro trata de llenar ese vacío con un viejo contrincante.
El presidente ha convocado a Álvaro Uribe este martes en la Casa de Nariño, la residencia presidencial, según fuentes gubernamentales. El encuentro no tiene todavía carácter oficial ni ha sido incluido en la agenda. Pero es seguro que Uribe será el primer opositor al que reciba Petro en su despacho, una deferencia que hasta ahora no había tenido con nadie. Tratarán una reforma con la que quiere cuadrar las maltrechas cuentas del estado. Su antecesor en el cargo, Iván Duque, puso en marcha una que a punto estuvo de costarle el cargo. Se trata de material sensible.
Petro fue minoría durante los años álgidos de Uribe, un fenómeno político de principios de este siglo. Arrasó en las urnas en dos elecciones consecutivas. Hijo de un terrateniente asesinado por la guerrilla, Uribe representó la seguridad y la mano dura ante la violencia en la que estaba inmersa el país. Intentó presentarse a unas terceras elecciones que seguramente también hubiera ganado, pero la ley se lo impidió. En su lugar colocó a Juan Manuel Santos, su ministro de Defensa. Santos se desembarazó de él nada más llegar al poder y trazó su propio camino, fuera de uribismo. Ideó y logró una paz con las FARC a la que Uribe se oponía. Sin embargo, ese proceso supuso un desgaste y el siguiente presidente lo volvió a elegir él, Iván Duque. Era un joven burócrata con escasa experiencia.
La impopularidad del Gobierno de Duque dejó bajo mínimos el uribismo. En ese contexto fue cuando el deseo de cambio se instaló en la sociedad, sobre todo a raíz de las protestas ciudadanas del año pasado. El Estado las reprimió y ahondó todavía más en el descontento. Petro aglutinó parte de ese malestar, lo que le dejó en la pole position para ganar las elecciones que se celebraron este año. Y lo logró. Después de 20 años, uno y otro se encuentran en lugares diferentes y con la popularidad a la inversa.
En realidad se necesitan. A través de Uribe, Petro puede hablarle a la Colombia que nunca votaría por alguien como él, que viene de la izquierda con tics autoritarios al estilo chavista. Así podrá tratar de convencer a esa parte del país que apoye sus reformas, como la agraria y la tributaria. Uribe mantiene un gran prestigio entre terratenientes y empresarios regionales de corte conservador. Incluso en términos de paz, el expresidente podría desempeñar un papel importante. El ejército, que desconfía de Petro, opera bajo tesis uribistas. Comanda un partido, el Centro Democrático, que tiene importancia en la vida política, de hecho este lunes convocaron la primera protesta nacional contra Petro con relativo éxito. A su vez, él logra una inyección de capital político en un momento difícil de su carrera. Además, se acerca directamente al avispero: uno de los hombres de confianza de Petro, el senador Iván Cepeda, mantiene a Uribe inmerso en un complejo caso judicial que no le deja dormir.
En la primera reunión que mantuvieron en junio salió el nombre de Cepeda. Uribe se quejó de que por su denuncia permanecía entrampado, aunque no sea exactamente así: el primero en denunciar fue él y después el caso se le volvió en contra. Sea como sea, el favor de Petro y la clemencia de Cepeda supondría un alivio. En ese primer encuentro medió un abogado amigo de ambos. Se reunieron en su despacho, alrededor de una mesa de caoba. Detrás, un crucifijo. En las fotos que les hicieron salían sonrientes, después de lustros de desavenencias e insultos en público. Esta mañana volverán a verse las caras dos enemigos cada vez más íntimos.
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