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Selva o mar, la encrucijada de los migrantes venezolanos

La Armada ha detectado 238 migrantes irregulares en San Andrés que buscan llegar a Nicaragua por mar abierto

Armada de Colombia
Embarcaciones en las que viajaban ilegalmente 19 migrantes venezolanos, en aguas de San Andrés.ARMADA DE COLOMBIA
Catalina Oquendo

Tik Tok es el termómetro de las dinámicas de la migración venezolana. A través de esa red social comparten las penurias que pasan por la selva del Darién, la búsqueda de los desaparecidos y hasta imágenes de los muertos que quedan en esa peligrosa ruta. Y ahora, es la red social a través de la cual coordinan un camino no menos peligroso: la ruta por mar abierto desde San Andrés hasta Nicaragua. Están en la encrucijada entre la selva y el agua.

“No fue fácil. Llegué después de esperar 12 días (para embarcar) en San Andrés. El viaje duró bastante. De aquí a Managua y luego a Honduras”, contó Leander Mata a través de Tik Tok cuando ya estaba en Nicaragua, después de más de tres horas en mar abierto. También había mostrado el momento en que atravesó la frontera a Colombia y “dejó atrás Venezuela”, como él mismo dijo con la voz quebrada, para comenzar el sueño de llegar a Estados Unidos.

Un día después estaba en San Andrés, a donde llegó en avión, mostró su hospedaje en una posada nativa y el momento previo a subirse a una lancha que lo llevaría desde la isla colombiana hasta Nicaragua. “Estoy esperando lo que todos saben”, decía. Desde Estados Unidos, donde llegó finalmente casi un mes después, admite ahora que no fue un viaje fácil. “Pero estamos vivos”, contó por WhatsApp. La frase suena obvia pero no lo es tanto porque los riesgos de desplazarse en embarcaciones de un solo motor y sin mecanismos de comunicación marítimos son enormes.

Después de la peligrosa trocha del Darién, por donde han pasado 28.000 migrantes venezolanos en lo que va de este año y en la que enfrentan robos, abusos sexuales a las mujeres y desaparición; la vía de San Andrés hacia Nicaragua y Costa Rica se está convirtiendo en una opción creciente entre esta comunidad. En los primeros cinco meses de 2022, la Armada y Migración Colombia han detectado 238 migrantes irregulares en la isla. Solo esta semana detuvieron tres embarcaciones en las que iban 19 migrantes, entre los que había niños de 2 y 6 años. Los migrantes fueron deportados y los lancheros, colombianos y nicaragüenses, detenidos por las autoridades.

La ruta no es nueva, pero ahora está marcada por los venezolanos. Desde 2016,la usan cubanos, sudafricanos y haitianos, y en 2019 comenzaron a sumarse los migrantes de Venezuela. “Era una ruta que estaba relativamente quieta, pero se reactivó este año con migrantes de nacionalidad venezolana, de los cuales un 20% son niños”, explica a este diario el capitán de navío Octavio Alberto Gutiérrez Herrera, comandante del Comando Específico de San Andrés y Providencia.

Migrantes venezolanos en Colombia
En las embarcaciones había niños de 2 y 6 años.ARMADA DE COLOMBIA

Los venezolanos aterrizan en la isla como si fueran turistas y pagan entre 2.000 y 3.000 dólares en un paquete que les incluye transporte, alojamiento y el traslado en lanchas hasta Corn Island, en Nicaragua. Pero como ocurre en las otras rutas irregulares, muchos son engañados o pierden el dinero si son interceptados, como ocurrió esta semana. “Esa ruta es muy peligrosa, sé que muchos no estarán de acuerdo, pero es la realidad. Y a muchos los estafan y dejan en cayos”, escribió una mujer en los comentarios de un video de Tik Tok donde se ve una embarcación detenida y un grupo de migrantes con los brazos arriba.

El riesgo de naufragio es latente. “Son dos horas y media a Nicaragua y cuatro hasta Costa Rica en mar abierto y lanchas muy básicas de un solo motor, sin chalecos de seguridad y sin instrumentos de comunicación. Si las lanchas se voltean no tenemos cómo saberlo”, dice el capitán Gutiérrez, que agrega que han tenido dos casos de cuatro y siete personas que fueron rescatados a tiempo.

El consultor y experto en asuntos de migración, Andrés Segura, explica que este fenómeno muestra cómo las bandas criminales que controlan la migración en la región han hecho alianzas desde el sur del continente hasta el triángulo del norte, incluidas las maras, para continuar el negocio. Sobre el perfil de los migrantes venezolanos desplazándose por esa ruta, dice que no son aquellos ya establecidos en Colombia, donde existe el Estatuto Temporal de Protección.

De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, en el mundo hay 6,8 millones migrantes venezolanos, el número más grande seguido solo por Ucrania y Siria. En Colombia hay establecidos 2,5 millones de venezolanos. “La mayoría son migrantes que llegan directamente desde Venezuela y son llevados a ciudades con suficientes vuelos a la isla, cómo Barranquilla o Medellín. El porcentaje de los migrantes ya establecidos en Colombia que hacen es pequeño. Son pocos los que eligen migrar a Estados Unidos si les va mal en el país”.

En la encrucijada entre la selva y el mar, los migrantes siguen privilegiando la tupida trocha del Darién. Hasta el 2021, los migrantes llegaban a Necoclí e intentaban cruzar por Capurganá y Acandí, en Colombia, hasta Bajo Chiquito, en Panamá. Pero después de las denuncias de asesinatos- al menos medio centenar según las autoridades panameñas- asaltos y abuso sexual a las mujeres, comenzaron a tomar otros caminos. También el asesinato de Fredy Pestana, un líder de la zona que se encargaba de organizar los guías que llevaban migrantes por la selva, hizo que la ruta de Acandí, una de las más concurridas, se cerrara. En El Darién, la organización criminal de El Clan del Golfo controla la ruta. En San Andrés, según el capitán Gutiérrez, no existe esa banda, pero sí “se trata una red organizada que viene desde el continente”, explica.

Ahora llegan a Canaán, en Panamá. “Muchos pagan una lancha (hasta 300 dólares por pasajero) desde Capurganá (Colombia) a Carreto (Panamá). El camino de Carreto a Canaán es más corto y seguro, pero quienes no tienen el dinero deben caminar desde Capurganá y tienen riesgos mayores de sufrir abusos”, ha dicho Juan Pappier, investigador senior de Human Rights Watch, que viajó al Darién para documentar la crisis humanitaria.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alerta de que también intentan otra ruta aún más larga. A través del Pacífico, pasando por Tumaco y Juradó (en Colombia), siguiendo por Jaqué (Panamá), otras zonas altamente peligrosas y con presencia de diversos grupos armados.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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