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El enigma Rodolfo Hernández sorprende al final de la campaña presidencial

El exalcalde de Bucaramanga, conocido como el viejito de TikTok, es el candidato que más crece en las encuestas y se acerca a Federico Gutiérrez

Catalina Oquendo
candidato a la presidencia de Colombia, Rodolfo Hernández
El candidato a la presidencia de Colombia, Rodolfo Hernández, en plena campaña en Ibagué.rrss

La campaña de Rodolfo Hernández a la presidencia de Colombia ha empezado a hacer ruido a una semana de la primera vuelta. Suena a pitos de motos y camionetas, a caravanas bulliciosas en algunas regiones de Colombia y se expresa también en las últimas encuestas, donde aparece tercero en intención de voto, detrás de Federico Gutiérrez, el aspirante de la coalición de derecha apoyado por Álvaro Uribe. Gustavo Petro sigue en cabeza, pero Hernández es el candidato que más ha subido en las últimas semanas. En la más reciente, del Centro Nacional de Consultoría (CNC), aparece de tercero con 21,9% de intención de voto, muy cerca de Gutiérrez (23,9%). Petro sigue como puntero con el 41%.

Bienvenidos a la caravana rodolfista. Participa en carro, camión, tractor, moto, caballo, burro o a pie, dice la invitación de Facebook de los “rodolfistas” de Neiva, en el sur del país. En medio de un ambiente de vuvuzelas, parecido a cuando gana la selección de fútbol, un muchacho intenta hablar, pero nadie escucha. Su camiseta, con el rostro de Hernández en el centro, habla por él: “Yo apoyo al viejito”.

Tampoco del lado del candidato hay grandes discursos, su mensaje es simple: “acabar con la corrupción”, o “nos gobiernan ladrones”. Su forma de expresión son los memes y las redes sociales. El exalcalde de Bucaramanga, de 76 años, es conocido como el viejito de TikTok. Precisamente con un meme, la cuenta de Hernández en Twitter ha simplificado el debate que generan los últimos análisis de encuestas, que muestran el estancamiento de Federico Gutiérrez. “Tranquilo, doctor Federico”, dice Hernández. Bajo sus palabras, aparece un montaje de Gutiérrez que alude a una famosa frase de la telenovela Betty, la Fea, una de las más vistas en la historia del país: “El ingeniero me está respirando en la nuca, Marce”.

Hernández se ha consolidado como la tercera opción ante la debacle del candidato de centro, Sergio Fajardo. El ingeniero, que es un producto bien pensado para el estilo de indignación que reproducen las redes sociales, se promueve como la posible sorpresa para romper el círculo Gutiérrez y Petro. Si los sondeos se cumplen, el próximo 19 de junio se celebrará una segunda vuelta. Hasta ahora se esperaba que fuera una batalla Petro-Fico, pero el exalcalde de Bucaramanga ya agita la bandera de una posible remontada que lo cuele por delante del candidato de la derecha.

Este jueves llegó al aeropuerto de Neiva, con sombrero y pañuelos de la región, pero mezclados con su tradicional camiseta Lacoste y un micrófono pegado al rostro, en medio de un camino de honor y vuvuzelas. Y así lo hará también en Cartagena y Barranquilla.

En un país donde el 80 % de los colombianos considera que la corrupción es el mayor problema, no sorprende que haya ciudadanos que se unan alrededor de lo que llaman “la furia rodolfista”, que es como decir la furia ciudadana contra los corruptos. Con su hablar desabrochado y simple, el ingeniero encarna esa rabia.

Su propuesta es hacer “grandes recortes presupuestales”, suspender el uso de aviones y helicópteros presidenciales o donar todo el dinero que reciba como sueldo de presidente. Recientemente, anunció sus “decretos” en caso de ganar en las urnas. Entre ellos incluye eliminar embajadas y consejerías presidenciales como la de equidad de la mujer, en un país donde hay feminicidios cada día. También dice que quitaría los vehículos a congresistas y obligaría a bajar los sueldos a los asesores de las unidades legislativas. El ingeniero, antes de lanzarse a la aventura presidencial, tuvo algunas salidas misóginas y de tinte xenófobo sobre las mujeres venezolanas. Y en 2016 dijo que “era seguidor de un gran pensador alemán que se llama Adolfo Hitler”, aunque recientemente aseguró que había tenido un lapsus.

Hernández es un empresario rico de Santander, en el oriente de Colombia. “Yo no necesito plata porque esa ya la trabajé”, ha dicho el constructor, dueño de edificios en Bucaramanga y que vive en el penthouse de uno de ellos, en el barrio más exclusivo de la ciudad. Es hijo de un sastre y una mujer que regentaba una tabacalera heredada de la familia. Ha sido, como tantos colombianos, víctima de la violencia. En 1994, la extinta guerrilla de las FARC secuestró a su padre y él pagó por su rescate; y en 2004, el ELN secuestró a su hija Juliana. Ella permanece desaparecida desde entonces y ese es un dolor que ha aflorado durante la campaña.

Un triunfo sorpresivo en 2015

Igual que ahora, durante su campaña a la alcaldía de Bucaramanga Hernández comenzó con muy poco apoyo en las encuestas y acabó por posicionarse en los últimos días, tanto que obtuvo un triunfo que ni él mismo esperaba. De hecho, el mismo día de los resultados electorales estaba en camino a Nueva York para hacerse unos exámenes médicos. Hernández fue alcalde en 2015 y su administración también estuvo salpicada por una investigación por presuntas irregularidades en la contratación del servicio de basuras a través de la empresa Vitalogic, en la que su hijo fungía como lobista y cobraba una comisión de 180.000 dólares. Pero por lo que siempre es recordado es por la bofetada que le dio a un concejal de la oposición. La agresión le valió ser suspendido de la Alcaldía por varios meses.

Su carácter impetuoso y frentero es algo que celebran sus votantes. Aún no está claro cuántos se concretarán en las urnas, pero por ahora siguen haciendo cada vez más ruido. Además de pitos, en sus actos suena también su propio corrido ranchero: “Hay que quitarles la chequera a los corruptos y de la mano vamos a acabar con esto”. Las “rodolfonetas”, como llaman a los que acuden a sus caravanas de campaña en camionetas, mantienen su avance a 10 días de la primera vuelta.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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