“Tengo el mismo derecho a decir que no que a decir que sí”
Cientos de catalanes en México participan en la consulta
No había un solo retrato de un político catalán. Eso sí: Esteladas —banderas independentistas catalanas— de sobra. La consulta catalana en México se celebró en una oficina de menos de 40 metros cuadrados a la que se accedía por una diminuta escalera. Rosa María Durán, de 72 años, llegó a México en 1942 y fue de las primeras en votar. Le acompañaba Monserrat Cama, que la llevaba del brazo. Rosa María, demasiado emocionada, solo decía que había esperado muchos años para este día. Monserrat, residente en México desde 1981, soltó, segura, con un fortísimo acento catalán: “Yo he venido aquí a ejercer un derecho fundamental: vengo a expresar mi opinión”.
Rosa María vestía una camiseta roja con franjas amarillas que formaban una “V”: Volem Votar (Queremos votar), uno de los lemas más utilizados por los organizadores de la consulta no vinculante sobre el encaje de Cataluña en España. El centro de votación, organizado por una veintena de voluntarios convocados por ACCIÓ, la agencia de comercio de la Generalitat (el Gobierno catalán), se situó en una de las principales arterias de la capital mexicana: la avenida de los Insurgentes.
La espera para depositar el voto llevaba una hora. Había familias, como los Sánchez. Óscar, catalán; Susana, mexicana y su pequeño hijo de apenas dos años. Los tres uniformados con una camiseta que mostraba una estelada. Los requisitos eran mostrar un pasaporte español con una dirección en Cataluña o una prueba del registro de catalanes en el exterior.
También estaba el futbolista Marc Crosas, de los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, viajó 600 kilómetros solo para estar aquí. Le piden si se le puede hacer una foto para subirla a redes sociales. “Vale, va. Para que me odien más allá”, suelta en tono de broma. Se refiere a una polémica desatada hace unas semanas en la prensa deportiva española: declaró que prefería jugar con el equipo nacional de México que con la selección española.
Hacia la una de la tarde, un grito: “¡Un milliò nou-cents mil!” (1.900.000 votos emitidos a las 18.00 horas de Barcelona, según había acabado de anunciar la Geralitat). Abrazos, lágrimas, gritos. “El 90% de los que estamos aquí somos independentistas”, reconoce Sergi Marzabal, uno de los organizadores y creador de Catalans al món. Esperaban que al menos 2.000 catalanes acudieran a votar al final del día.
“Aquí están mal las preguntas”, se discutía cerca de las urnas. “La primera debería ser si es que queremos votar o no”, decía David, de unos treinta años. El Tribunal Constitucional de España suspendió la consulta convocada por la Generalitat el 29 de septiembre; el Gobierno catalán respondió con otra consulta, esta vez alternativa y no vinculante. Esta también fue derribada por el mismo Tribunal el cinco de noviembre pasado.
Sí. Había esteladas. Orgullo. Senyeras. Barretinas. Emoción. Pero también mesura. Aida Renales es productora cultural, tiene 27 años y cinco en México. “Mira, es que no lo han entendido”, explica con un tono más triste que indignado. “Si saliera un ‘no’ en la consulta, pues me parecería muy bien. Lo que no me parece es que no nos dejen votar. Tengo el mismo derecho a decir que no que a decir que sí”.
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