9 fotosMatemáticas para el teatroA veces el teatro también es cuestión de números. En La pechuga de la sardina , de Lauro Olmo, se hicieron. Su director, Manuel Canseco, cuenta qué hubo que cambiar para poder rescatar una obra que ahora, sube al escenario por segunda vez en 52 añosIsabel ValdésMadrid - 26 feb 2015 - 00:00CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceLa obra original de Lauro Olmo tenía 21 personajes trajinando entre bambalinas. Bajo la dirección de Canseco, son 12: Manuel Brun, Marta Calvó, Jesús Cisneros, Víctor Elías, María Garralón, Nuria Herrero, Marisol Membrillo, Cristina Palomo, Amparo Pamplona, Natalia Sánchez, Juan Carlos Talavera y Alejandra Torray. Las voces en off son de Maite Jiménez, Cristina Juan y David Sánchez. “Esta obra requiere un gran reparto, pero no siempre se puede hacer. Desde el principio yo tuve claro a quiénes quería para la obra”, explica Canseco.marcosGpuntoDesde el principio, una de las condiciones de Manuel Canseco para dirigir La pechuga de la sardina fue que debía contar con un número mínimo de actores (que al final fueron 12) y con el reparto que quisiera. “Así fue. Aunque en un principio iba a ser Terele Pávez porque la obra no estaba cerrada, pero una vez que quedó afincada esta, María Garralón era quien tenía que estar ahí”, cuenta el director. A algunos, como a Garralón, ya la conocía: “A los que no, me molesté en ir a verlos”. La pieza de Olmo tiene una característica que hace que las necesidades actorales vayan más allá de lo común. “No es fácil ahondar en el alma de los personajes con pequeñas escenas, necesitábamos a gente que fuese capaz de hacer a su personaje identificable, que pudiera transmitir mucho en poco tiempo”.marcosGpuntoEl espacio creado por Lauro Olmo para La pechuga de la sardina era una casa de huéspedes de dos pisos. Ya en aquel momento era difícil de montar sobre un escenario; ahora también. Canseco decidió bajar el segundo piso y convertirla en varias estancias. El escenario, cubierto por un entretejido de metal, cables y luces, va adquiriendo importancia por partes, por rectángulos cercados por muebles y objetos que delimitan el espacio: marcos de puertas sin puertas, una cama turca, una cocina sobre la que se esparcen cacerolas, tazas y jarras de hierro esmaltado rojo, tapetes en las mesitas de noche, caminos de ganchillo, vírgenes sobre una cómoda.marcosGpuntoNo fue la dificultad de montar la estructura el motivo para que una casa de dos pisos se convirtiera en una de una sola planta. “Esta comedia, o drama, requiere de la intimidad de los personajes. Ver la lágrima, apreciar la mirada”, detalla Canseco. La sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán es un espacio en el que el escenario queda en medio, rodeado de la grada. “Hemos ido puliendo hasta que las emociones puedan apreciarse desde cualquier lugar de la sala. Porque habrá ocasiones en las que tengas al actor a 50 centímetros; y otras, a 20 metros. Pero la emoción tiene que llegar con la misma intensidad”.marcosGpuntoLa pechuga de la sardina es una función sin defensa, sin descanso, sin bambalinas. No hay parte de atrás donde respiran hondo para salir, donde aclarar la voz. “Del camerino pasan al escenario. Las entradas y salidas ya son el personaje, el ritmo no permite el descanso. Es una obra de continuidad”, cuenta con una leve emoción Canseco.marcosGpuntoLos cinco cuartos en los que se divide el escenario son parte divisoria de las escenas: “No vemos los pasos del tiempo, pero sí los escuchamos”. Música de foxtrot, la narración de Matías Prats de un partido de fútbol, o unos minutos del consultorio de Elena Francis, las discusiones de las vecinas, el serial de turno. “Eso es lo que da contexto temporal, y ambiente”.marcosGpuntoCuenta Canseco que lo único que uno no se puede permitir en el teatro es aburrir. “Da igual si lo consigues llorando o riendo, pero debe ser así, y esa es una de las virtudes de La pechuga de la sardina y de Lauro Olmo”. Lo que podrían parecer trozos de vidas inconexos, es un entramado perfectamente construido entre lo dramático y lo cómico. “Puedes estar a punto de llorar y entonces aparece alguno de esos personajes que tienen una frase graciosa a punto para que cambie todo”.marcosGpuntoEl lenguaje y el ambiente de La pechuga de la sardina envuelven a la pieza de momentos de una alta intensidad emocional. “Mágica”, apunta Canseco. “Muchos creyeron en su momento que el lenguaje de Olmo era irregular. Pero lo cierto es que en la vida, nadie habla igual que otra persona. Depende de la formación, de la gente que te rodea, del lugar de nacimiento, de la vida que hayas llevado… No habla igual el chico que vende periódicos que la señora que lleva toda su vida en casa rezando el rosario”. Por eso, esta Pechuga, mantiene el lenguaje como es. Como fue toda la obra de Olmo, como la vida.marcosGpunto