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Los hábitos de la ‘tribu’ Los reporteros son animales de costumbres. Redactores, fotógrafos y protagonistas de la actualidad comparten muchas horas de trabajo y aunque tienen distintos intereses, acaban pareciéndose. Este es un repaso en clave irónica a sus interioridades. Los fotógrafos y camarógrafos suelen ser tipos duros que nunca están contentos con nada. Cuando no es la luz, es la falta de ella, y cuando el ángulo no es demasiado agudo, es demasiado obtuso. Como nunca están lo suficientemente cerca de su objetivo, algunos tratan, al menos, de estar lo suficientemente alto. Para ello, no dudan en acarrear el atrezzo necesario con el fin de alcanzar la adecuada altura de miras. En las imágenes, periodistas gráficos aupados en los caballetes que han acarreado previamente a la sede del PP en la calle Génova de Madrid, y bosque de escaleras vacías durante el receso de la comida durante la declaración de la infanta Cristina ante el juez Castro en los juzgados de Palma de Mallorca. ULY MARTÍN Dicen que la cara es el espejo del alma. Solo hay que ver los semblantes de póker de estos cronistas parlamentarios ante el parlamento del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en un receso en los pasillos del Congreso. Probablemente, sería un off-the-record -conversación pactada entre emisor/es y receptor/es con la condición de no ser reproducida textualmente-, porque no se ve el habitual bosque de las alcachofas de gomaespuma de los micrófonos alrededor de las fauces de la fuente. No consta de qué hablaba el ministro en ese preciso momento. Pero, a tenor de los rostros de los informadores, de ese corrillo no salió ninguna exclusiva planetaria. ULY MARTÍN En las célebres “nubes” de cámaras y micrófonos, no hay antigüedad ni galones que valgan, y se suele imponer la ley del más fuerte. Cuando el entorno es hostil, ya sea por las características del espacio, o por las dificultades añadidas que imponen la seguridad o las pocas ganas de comparecer de la fuente en cuestión, el lugar de cada uno en la melée se gana imponiendo a la fuerza la propia envergadura, o a codazo limpio, si hace falta. En la imagen, tumulto de periodistas aguardando a tomar imágenes de la reunión del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con Michelle Bachelet, presidenta de Chile, en el Palacio de La Moncloa el pasado 30 de octubre. ULY MARTÍN Mucho se ha hablado de la “pena de telediario” para describir la cobertura generalizada de las entradas y salidas de personajes públicos citados a declarar como imputados en los órganos judiciales correspondientes. Casi siempre, las imágenes se limitan a la apresurada secuencia de un coche particular o un taxi arribando y depositando al pasajero en el mismísimo umbral del juzgado. Pero, a falta de entrevistas o declaraciones, la única información disponible sobre el estado de ánimo de los implicados es su gesto, su rictus, su lenguaje no verbal al pasar por el trance. En esas ocasiones, los periodistas gráficos tienen prioridad absoluta para colocarse en primera línea y fusilar al protagonista de la información. En la imagen, cámaras apostadas frente a la Audiencia Nacional durante la declaración de Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, ante el juez Fernando Andreu. ULY MARTÍN El mote de 'plumillas' para referirse a los periodistas de prensa escrita ha quedado obsoleto, como tantas otras cosas en el oficio. No es solo que nadie lleve ya pluma, salvo algún fetichista irredento, sino que, quién más quién menos, por disposición natural o porque a la fuerza ahorcan, se maneja indistintamente por tierra, mar y tableta para tomar las correspondientes notas y perpetrar sus artículos. Periodistas anfibios, les llaman algunos, lo que nos acerca de nuevo a la rana Gustavo, el mítico reportero dicharachero de Barrio Sésamo. En el fondo, la herramienta es lo de menos. Alguien tiene que estar en el lugar del crimen con los ojos y los oídos alerta para luego contarlo. Aunque sea, como en esta imagen, una comparecencia de los ministros Catalá y Montoro en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. ULY MARTÍN Que haya una noticia, no quiere decir que haya imágenes de esa noticia. Los fotógrafos y los redactores acuden muchas veces a lugares donde saben que está ocurriendo algo con la esperanza de que se les permita tener pruebas gráficas. No siempre ocurre, por mucha y legítima expectación informativa que haya despertado el asunto. En la imagen, los periodistas esperan infructuosamente a las puertas de la sede de la Fiscalía General del Estado a que se les permita acceder al edificio para tomar un “plano mudo” –imágenes preliminares, sin sonido- de la reunión entre el fiscal general, Eduardo Torres Dulce, y el fiscal superior de Cataluña, para estudiar una querella por la convocatoria de la Consulta del 9-N. ULY MARTÍN Un periodista no tiene solo un nombre y un apellido. Tiene un nombre, un apellido, y un medio al que representa. Así se suele presentar ante las fuentes: Soy Fulano Equis, de Tal Medio. Y así lo pone gráficamente de relieve cuando se aborda a un entrevistado en compañía de otros miembros de la tribu. Se trata de colocar la divisa del medio bien visible a las cámaras de los compañeros gráficos para que quede meridianamente claro que ellos, Fulanos Equis, de Tal Medio, estaban donde debían: en el lugar del crimen. En la imagen, reporteros de prensa, radio y televisión enarbolan sus micrófonos y sus teléfonos móviles para recoger las declaraciones de Pere Navarro, exsecretario general del PSC, ante el Congreso de los Diputados de Madrid en abril de 2014 ULY MARTÍN Los fotógrafos -fotoperiodistas, para los puristas; foteros, para el pueblo llano- son implacables cazadores de imágenes. Algunos, de hecho, se visten como si fueran a un safari en Botsuana aunque vayan a cubrir una junta de accionistas de un banco del IBEX. Armados con su arsenal pesado o ligero, dependiendo de la presa, aguardan el segundo oportuno para disparar y que el trofeo resultante logre saltar a primera página. Hay que tener mucha paciencia, mucho oficio y mucha suerte para adjudicarse la foto que resuma, en el rictus de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, por poner un ejemplo, el estado de ánimo del Ejecutivo. Por eso, todo el soporte técnico del mundo, no suplirá jamás el ojo clínico de unos profesionales que, en ocasiones, parecen más psiquiatras que retratistas de cámara. ULY MARTÍN Para muchos fotógrafos, la cámara no constituye solo su herramienta de trabajo, sino probablemente, el bien más valioso de su patrimonio personal. Los equipos son caros y se cotizan espléndidamente en según qué mercados. Lo saben ellos, y también los amigos de lo ajeno. Por eso, los miman, los cuidan, y los defienden con su cuerpo, si es necesario. Ahí, como en tantos otros aspectos del oficio siempre que no sea defender una exclusiva, funciona la solidaridad de grupo entre iguales. Seguro que es por ese pacto de colegas por lo que vemos a este profesional velando sus propias armas y las de sus compañeros durante una espera de la declaración de la infanta Cristina de Borbón ante el juez Castro en Palma de Mallorca. ULY MARTÍN Acreditarse es el primer trámite para poder cubrir algunos actos. Se trata de presentarse ante un portero más o menos de librea, cantar quién es uno, de parte de qué medio viene, exhibir el DNI o el carné de prensa y dejar que el de enfrente compruebe que uno es realmente el de la foto. Las fuentes suelen convocar a la tropa al menos media hora antes del acto para evitar aglomeraciones. Da igual. Las colas ante la mesa correspondiente son directamente proporcionales al interés de la convocatoria. Cosa distinta es que, acabado el evento, tanto trámite haya merecido la pena. ULY MARTÍN Quien llega primero, tiene mejor plano, y los demás que arreen. En una profesión donde quien no corre, vuela, y abundan las cuchilladas por la espalda, los turnos de llegada se suelen respetar escrupulosamente como si se tratara de la cola de la pescadería del mercado del barrio. Pero, aunque por una suerte de ley no escrita, los habituales suelen ocupar los mismos sitios en los mismos escenarios, no está de más marcar el territorio dejando una prenda: el ordenador, el micrófono o la cámara encima de la mesa por si los listos o los novatos. Aunque sea la del mismo corazón del Gobierno en el Palacio de La Moncloa. ULY MARTÍN Quienes quieran ser periodistas, que se preparen para esperar. Los impacientes, mejor que elijan otro oficio, porque la mitad, o más, de la jornada laboral, se les irá aguardando algo, o a alguien, o a que alguien haga o diga algo. La puntualidad no es una cualidad muy española. Los cinco minutos de cortesía pueden convertirse en horas. Ratos muertos que muchos aprovechan para vivir la vida que la profesión no deja. Desde hacer la compra online, tuitear, chatear o espiar a la competencia, hasta criar a los hijos por teléfono son actividades habituales en las esperas. A saber qué estarán haciendo estos dos colegas ensimismados con sus móviles en las bambalinas de una sesión de control al Gobierno en el Senado. ULY MARTÍN Además de prepararse a esperar, el aspirante a periodista ha de asumir que, en ocasiones, será tratado como ganado, con el debido respeto a ovejas, pollos y aves de corral en general. En nombre de la presunta seguridad de la presa informativa, y en evitación de supuestas alteraciones del orden público, se acorrala, se estabula y se confina a la prensa a un régimen de pseudo libertad vigilada en los llamados "corralitos", mejor cuanto más lejos del objetivo de la cita. Sí, es humillante, pero también innegociable, y los medios aceptan. En la imagen, decenas de redactores y fotógrafos esperan hacinados la llegada de la infanta Cristina en el corralito habilitado por la policía en la cuesta más famosa de España, la que conduce al despacho del juez Castro, instructor del caso Noos, en Palma de Mallorca. ULY MARTÍN Un periodista es, también, ese adulto que tiene la sensación de no haber dejado nunca el pupitre del colegio. No habla el maestro, sino la fuente. No se toman apuntes de sociales, o sí, depende de la comparecencia, pero se cogen notas de discursos igual de interesantes o de plúmbeos que en las aulas. Y, por supuesto, es conveniente estudiarse previamente el asunto que se va a cubrir, siempre que se disponga de tiempo y de un mínimo de amor propio. Obsérvese lo aplicadamente que siguen estos colegas el pleno desde las pantallas instaladas en la sala conocida como El Escritorio del Congreso de los Diputados. ULY MARTÍN El reportero es, o debería ser en puridad, un espécimen de exterior. “Hacer la calle”, se denomina en la muy gráfica jerga del oficio a la acción de salir de las cuatro paredes de la redacción a buscar la noticia ahí fuera para luego contarla. Pero una cosa es trabajar al raso, y otra no buscarse la vida para hacer lo más cómodas posible las guardias a la intemperie. Cuando se prevén esperas largas –declaraciones que se eternizan, entradas o salidas en prisiones sin hora programada, salidas o entradas de imputados en sus domicilios–, la tribu aguza el ingenio. Miren si no a estos periodistas pertrechados de sillas y sombrillas de campaña acampados frente a la Audiencia Nacional, en la madrileña calle de Prim, 12, mientras declaraba Luis Bárcenas ante el juez Ruz a propósito de la contabilidad B del PP. Trabajando, pero seguros. ULY MARTÍN