Las puertas de las iglesias, como las plazas, los parques o los mercados, se convertían en algo más que en sitio de tránsito. "Eran lugares de comunicación y para la comunicación", explica María Pía, "sobre todo para las mujeres ese momento constituía uno de los mejores para las relaciones sociales".
No es el único detalle en el que se diferencian ambos sexos en aquellos días, también en la forma de transportar objetos, por ejemplo: "Las mujeres, normalmente a la cabeza y al cuadril; ellos, al hombre y en las manos". En otros aspectos, el sexo quedaba diluido, como en los oficios ambulantes: "Hay una foto maravillosa de Madrid en la que se ve cómo se iba ofreciendo leche de cabra a domicilio, llevaban el animal, y allí mismo se ordeñaba", cuenta Pía. Miel y queso de casa en casa, afiladores, horchateros, turroneros y churreros. Aguadores. "La mayoría se han perdido. Otros, sobreviven".