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Aiya, ngu, anaanak, nae: madre Estas palabras significan lo mismo en diversas lenguas indígenas. Con motivo del Día de la Madre ofrecemos esta galería de la ONG Survival Internacional En Brasil, las madres de la tribu awá, uno de los dos únicos pueblos indígenas nómadas de cazadores-recolectores que quedan en el país, siempre han conocido un estatus igual al de los hombres. Algunas mujeres awás pueden tener varios maridos, una práctica que se conoce como poliandria. Más del 30% de uno de los territorios awás ya ha sido destruido. Para la madre de la fotografía y otras madres indígenas, la solución a sus problemas está en el reconocimiento de sus derechos humanos fundamentales: derecho a la autodeterminación y a la protección de sus tierras ancestrales. Solo así podrán, ella y su bebé, vivir libremente en sus territorios, del modo que elijan, libres de las amenazas de opresión, violencia y expulsión. Survival international Penan en Sarawak, Malasia. Muchos niños indígenas han vivido, y todavía viven, en comunidades complejas donde crecen en una intimidad más profunda con un mayor número de personas que la mayoría de los menores que residen en las ciudades, en un entorno en el que tienen varios cuidadores. Los valores han evolucionado para priorizar lo colectivo sobre lo individual: muchos niños indígenas aprenden desde pequeños que compartir es un principio fundamental en la vida social y que las decisiones de la comunidad se toman por consenso. Survival International En las selvas pantanosas y los valles fluviales de la cuenca del Congo en África, un niño “pigmeo” baka juega con su madre. A los bebés bakas, como a otros niños tribales, se los tiene en brazos casi todo el tiempo. Selcen Kucukustel/Atlas Justo al sur del ecuador, entre las aguas sódicas del lago Eyasi de Tanzania y las rampas del Gran Valle del Rift, viven los hadzas, una pequeña tribu de cazadores-recolectores: una de las últimas en África. Hasta la década de los 50 los hadzas sobrevivieron de la caza y la recolección. Hoy, solo entre 300 y 400 miembros de la tribu, que tiene unos 1.300 en total, son todavía cazadores-recolectores nómadas que obtienen su comida de su entorno natural; el resto vive parte del tiempo en comunidades sedentarias. Cuando las mujeres hadzas se desplazaban a través de su tierra ancestral, cubierta de arbustos, con más frecuencia de lo que lo hacen ahora, el parto se producía a veces durante la misma marcha, a veces en las cavidades de los troncos de los ancianos árboles de baobab. Una vez que daba a luz, la mujer simplemente cogía a su bebé y seguía caminando para alcanzar al resto de la familia. Joanna Eede/Survival “Para muchas sociedades tribales el nacimiento es considerado un hecho rutinario, por lo que no genera expectación, ni se presta una atención especial al bebé o a la madre”, explica Stephen Corry, director de Survival International. Las indígenas yanomamis suelen alejarse de sus 'shabonos', o casas comunales, acompañadas de sus madres o de otras familiares, para dar a luz en la selva. La mayoría de las mujeres yanomamis llevan a sus hijos de hasta dos años en un cabestrillo hecho de algodón o de tiras de fibra vegetal, por ejemplo de plátano. Dan de mamar a sus hijos durante varios años. Es una práctica que, según creen, dificulta la concepción. Claudia Andujar/Survival Los niños yanomamis aprenden a “leer” el rastro de los animales, a utilizar la savia de las plantas como veneno y a escalar los árboles haciendo uso de lianas que se atan a los pies. "En aquellos días mi madre siempre me llevaba con ella a la selva para buscar cangrejos, pescar con timbó o recolectar frutos silvestres. También solía ir con ella a los campos cuando necesitábamos cosechar yuca, plátanos o cortar leña. A veces los cazadores también me llamaban de madrugada cuando iban a salir hacia la selva. Así es cómo crecí yo en la selva". Davi Kopenawa Yanomami, Brasil. Fiona Watson/Survival Gentil, compasivo y religiosamente tolerante, el pueblo indígena jumma de las Chittagong Hill Tracts del sureste montañoso de Bangladesh, que incluye a las pobladas tribus chakma y marma, difiere étnica y lingüísticamente de la mayoría bengalí. Una madre chakma deposita a su bebé recién nacido en su dhulon, la cuna tradicional jumma. Para dormirlo su madre le canta nanas conocidas como olee daagaanaa. En la actualidad, sin embargo, los colonos casi superan en número a los niños jummas y sus padres, a quienes el ejército trata brutalmente. “En un solo acto de genocidio, cientos de hombres, mujeres y niños fueron quemados vivos en sus hogares de bambú”, denuncia la investigadora de Survival International Sophie Grig. Mark McEvoy/ Survival Además de a sus propios bebés, las mujeres awás dan de mamar a crías huérfanas de monos y de otros animales, como el agutí, un roedor de América del Sur. “Paso mucho tiempo amamantando a los monos bebés”, le explica una mujer awá llamada Periquito a una investigadora de Survival International. “Y cuando han crecido lo suficiente vuelven a vivir a la selva. Puedo oír al mono aullador que solía ser mi mascota, cantando ahí en los árboles”. Fiona Watson/Survival En Malasia, los penanes han vivido durante mucho tiempo en armonía con su selva, repleta de enormes árboles, extrañas orquídeas y rápidos ríos. “La selva es nuestra Madre”, dicen. “Pertenece a los innumerables muertos, a los pocos que viven y a las multitudes que están por nacer”. Sofia Yu/Survival “No estamos aquí por nosotros. Estamos aquí por nuestros hijos, y los hijos de nuestros nietos”. Bosquimano, Botsuana. Fiona Watson/Survival