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Al igual que la mayoría de los actos sociales de la época georgiana, los bailes se regían por una rigurosa etiqueta y debían ceñirse a reglas estrictas (compromiso en el orden, bailes dobles, coreografía medida, indumentaria apropiada, etcétera). Pero para las hermanas Bennet —y para las jóvenes de Meryton y alrededores, en general— un baile era algo más que un acto social: era el preludio del amor, una promesa de matrimonio y, tal vez, una de las pocas aventuras emocionantes de sus vidas. En los bailes los jóvenes podían hablar, tocarse los dedos y comenzar a tejer las sutiles redes que acabarían en boda. No es de extrañar que la perspectiva de un baile resultara “extremely agreeable” para todas las mujeres de la familia Bennet. En las alegres veladas musicales de Orgullo y prejuicio los personajes revelan sus personalidades, establecen sus relaciones y fijan sus prejuicios. La novela de Jane Austen, en realidad, podría entenderse como una de aquellas complejas y envaradas danzas en las que los personajes se ven obligados a ejecutar una rígida coreografía: en el minuet, en la contradanza inglesa, en el cotillón o en el boulanger, los personajes se mueven por el salón, van y vienen, hablan y escuchan, sufren y gozan hasta que encuentran la pareja de baile deseada.
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De visita en Pemberley

Te invitamos a recordar la galería de personajes de Orgullo y prejuicio?, de Austen en su bicentenario.

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