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Reportaje:VAMOS A... FITUR 2010

De la mina al sol

La Cuenca del Ruhr, pionera en arqueología industrial, es, junto a las ciudades de Pécs y Estambul, capital cultural europea en 2010

Si echáramos un vistazo a Europa desde un satélite, de noche, veríamos brillar tres manchas por encima de todo lo demás: una corresponde al área metropolitana de Londres; otra, a la de París, y la tercera, a la Cuenca del Ruhr (Ruhrgebiet). Mal llamada así porque, además del Ruhr, hay otros dos ríos vertebrando ese territorio, el Lippe y el Emscher; los tres, tributarios del padre Rin en su recta final. Esta región alemana de casi seis millones de habitantes y que engloba a cinco grandes ciudades y 53 municipios fue designada, junto con la húngara Pécs y la turca Estambul, como capital cultural europea de este año.

Por primera vez, la capitalidad cultural recae no sobre una ciudad, sino sobre una región, compacta y urbanita, que se presenta como Metrópolis Ruhr (www.metropoleruhr.de). La apertura oficial tuvo lugar el pasado 9 de enero, en Essen, con la presencia del ministro del Land Jürgen Rüttgers... y de la nieve. Pero los copos que se colaban a raudales entre los hierros del Zollverein no lograron apagar el fuego de las antorchas ni el entusiasmo juvenil de tambores y breakdancers.

Aunque siempre hubo actividad minera en la zona a lo largo de la historia, su mayoría de edad industrial comenzó hacia 1850. En 1932 se creó el fabuloso complejo que hermanaba hasta veinte minas con altos hornos e instalaciones siderúrgicas. La mayor fiebre se vivió entre los años cincuenta y sesenta. El carbón, motor del famoso "milagro alemán", duplicó su producción entre 1945 y 1959, llegando a los 125 millones de toneladas. Este empuje fabuloso de alguna manera tiene que ver con el nacimiento de la nueva Europa: escarmentados por las carnicerías de las dos guerras mundiales, seis países centroeuropeos firmaban en 1951 el Tratado de París, que ponía en pie una Comunidad del Carbón y del Acero; el embrión de lo que ha llegado a ser, a través de sucesivas reformas y tratados, la actual Unión Europea.

El aspecto que mostraba en aquellos días la Cuenca del Ruhr, captado en fotos alucinantes, era propio de un grabado para el Infierno de Dante o una pesadilla de ciencia-ficción. El precio a pagar por el paraíso prometido. A quienes iban de visita al Ruhrgebiet les preguntaban con sarcasmo: "¿Has metido la mascarilla en la maleta?". Eso a los escasos obstinados en hacer turismo, a pesar de todo. Porque luego estaban los otros, los que acudían sin tener más remedio: los inmigrantes.

A los muchos que se habían adelantado, en los inicios de la era industrial, desde países limítrofes se sumó en los años cincuenta una avalancha de obreros procedentes de Turquía, Italia, Portugal y también España; algunos compatriotas se han quedado y se reúnen a comer paella y digerir nostalgia en los centros españoles de varias ciudades. Justamente este factor humano es uno de los argumentos que se esgrime en la trabazón del año cultural; en la Cuenca del Ruhr siguen conviviendo personas de 171 nacionalidades, lo que da a la región un carácter intercultural muy marcado. "Es una versión en miniatura del mundo", en palabras de la turca Asli Sevindim, uno de los cuatro directores artísticos de Ruhr 2010.

Las minas empezaron a cerrar cuando enseñaron sus colmillos las primeras crisis. Entre 1960 y 1980, el número de pozos se redujo de 146 a sólo 39. Hoy quedan abiertos ocho, que dan trabajo a unos 33.000 mineros. Pero la sentencia de muerte está dictada: en 2018 cerrará la última mina de hulla en Alemania, al retirar por completo el Gobierno todas las subvenciones. Para entonces, la metamorfosis de la Cuenca del Ruhr se habrá consumado. Con gran dosis de inteligencia y visión de futuro, los complejos industriales no se desmantelaron, sino que se han adaptado a otros usos, y las sucias escombreras y escoriales son ahora parques y zonas verdes.

25 rutas temáticas

Algunas cifras pueden ayudar a comprender la magnitud de este entramado y el porqué de esta capitalidad cultural: la bautizada como Ruta de la Cultura Industrial (www.route-industriekultur.de) abarca una malla con 53 poblaciones (incluidas las cinco grandes ciudades), 25 rutas temáticas, cinco centros de visitantes (uno en cada área de influencia de las ciudades) y seis grandes museos temáticos, aparte de otros muchos, sobre todo de arte moderno, alojados en silos, molinos o acerías.

También se conservan hasta dieciocho colonias de mineros, al estilo de las que se crearon en la cuenca catalana del Ter o las asturianas del Nalón. Y, por supuesto, algunas casas de patronos, como la Hohenhof, en Hagen, muestra genial del Jugendstil, o la ampulosa Villa Hügel, en Essen, construida en 1873 por Alfred Krupp, quien diseñó personalmente el palacete de 269 habitaciones. Este Alfred fue "el grande" de una dinastía asentada en esa ciudad desde el siglo XVI. La rica familia Krupp tocó el cielo produciendo armamento para el III Reich de Hitler. Los claroscuros de la saga sirvieron de inspiración a Luchino Visconti para su filme La caída de los dioses (1969).

La Villa Hügel (www.villahuegel.de) es ahora un vasto centro cultural. Por otro lado, las antiguas escombreras de los pozos han sido transformadas en miradores o instalaciones land art por artistas como Richard Serra. La ruta mencionada está bien señalizada y documentada; se ha creado una tarjeta que facilita el acceso a los puntos de interés e incluso un pasaporte para ser sellado (al estilo de las compostelas jacobeas), dando derecho a un obsequio de recuerdo. Ni que decir tiene que este colosal esfuerzo no es un caso aislado; se integra en un movimiento, el European Route of Industrial Heritage (ERIH), con sede en varias ciudades europeas, entre otras, Barcelona.

Como prólogo del año cultural, se abrió el pasado verano el Museo del Ruhr (www.ruhrmuseum.de), que resume la epopeya industrial. Se halla dentro del Zollverein (www.zollverein.de), o Pozo XII de Essen, un complejo declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad y símbolo por excelencia de la transformación de la región. La mina, cuyas instalaciones para procesar el carbón obedecen al más puro estilo de la Bauhaus, cerró en 1986; ahora, acondicionada por el arquitecto Rem Koolhaas, alberga, además, un centro de visitantes, un museo del diseño, un taller de danza, amplios espacios para exposiciones, restaurantes y hasta un casino. La propia ciudad de Essen, a un paso, con una catedral del siglo XV y una sinagoga histórica, goza de una vida cultural envidiable; entre sus muchos teatros, el Musiktheater, proyectado por Alvar Aalto, es todo un referente. La fundación de la siderúrgica Krupp ha aportado 55 millones de euros para el nuevo Museo Folkwang (www.museum-folkwang.de), que abrirá sus puertas a finales de este mismo mes.

Otro de los hubs (así han dado en llamar a las cinco ciudades clave) es Duisburg, que sigue presumiendo de tener el mayor puerto fluvial de Europa; dedicado antes al comercio de granos, ahora, bajo un plan maestro de Norman Foster, es un vasto complejo de ocio, oficinas de lujo, restaurantes... Foster invitó a los suizos Herzog & De Meuron para que hiciesen de unos inmensos silos de ladrillo un museo de arte contemporáneo (diez años después repetirían algo muy similar en Caixa Forum de Madrid , sólo que en pequeño); con motivo del año cultural, van a añadir sobre los techos del Museum Küppersmühle (MKM; www.museum-kueppersmuehle.de ) una extensión en forma de container que duplica el espacio (y recuerda un poco a su proyecto para la ópera de Hamburgo). A pocos pasos de estas estructuras, el equipo japonés SANAA levantó un elegante cubo de nueva planta, en hormigón visto y con ventanas asimétricas, que aloja la Escuela Zollverein de Dirección y Diseño. Y al norte de la ciudad, el complejo de una antigua siderurgia, activa hasta 1985, se ha convertido en uno de los mayores parques urbanos de Europa.

Un espacio onírico

Otro punto fuerte es Oberhausen, cuya estrella es el Gasómetro (www.gasometer.de), un coloso de 120 metros de altura construido en 1929 y cuyo interior vacío es un espacio onírico, digno decorado para el cielo masón de La flauta mágica. En torno a él, sobre los vastos solares industriales, ha crecido una inmensa zona verde y de ocio, que cuenta, entre otras cosas, con el mayor complejo comercial del país y una fábrica de cervezas transformada en arena de grandes espectáculos. En Bochum, otro de los polos de la cuenca, reina gran animación, como demuestra su particular "triángulo de las Bermudas" (entre plaza Adenauer y las calles Kortum y Victoria), por donde desaparece más de un aficionado a la cerveza. Cuenta, además, con dos intervenciones emblemáticas, la Jahrhunderthalle (www.jahrhunderthalle-bochum.de), una fábrica convertida en exquisito auditorio por K. H. Petzinka, y el Museo de la Minería Alemana, que luce un castillete parecido al del Zollverein.

Dortmund ha sido siempre devoto de su propia "tríada capitolina": carbón, cerveza y fútbol. La U gigantesca de nueve metros y cuatro caras que corona la fábrica de cerveza Dortmunder Union, de 1927, se ha convertido en otro de los iconos de los nuevos tiempos, en los que Dortmund asume un papel protagonista en el terreno de la creatividad; la fábrica será, por supuesto, un centro de arte contemporáneo. Otro edificio vanguardista de belleza simple es su Konzerthaus, mientras que el pasado industrial queda reflejado en la fábrica de coque Hansa, el Museo de la Industria Pozo Zollern o el Centro de Arte de la Luz, en otra antigua cervecería del cercano pueblo de Unna.

El repertorio agotador de instalaciones industriales rescatadas no puede hacer olvidar otros atractivos; después de todo, estamos en Alemania, y la lista de castillos, por ejemplo, medievales o barrocos, rebasa el centenar. Los eventos preparados para el año cultural, por su parte, llegan a 2.500, desde kermesses populares y cerveceras hasta exquisitas producciones de vanguardia, pasando por récords como un concierto con 65.000 voces en un estadio de fútbol de Gelsenkirchen. En muchos de los programas será protagonista la luz, como símbolo de la energía que ha sido alma de la región. Sin duda, este año, de noche y desde un satélite, la mancha del Ruhrgebiet se verá brillar más que nunca.

Guía

Cómo ir

» La Cuenca del Ruhr se encuentra al oeste de Alemania. La ciudad de Essen dista 250 kilómetros de Francfort y 37 de Düsseldorf.

Información

» Eventos e información sobre el año cultural Ruhr 2010 en www.ruhr2010.com y www.kultur-im-ruhrgebiet.de.

» Con la RuhrTOPCard

(0049 18 05 181 61 80; www.ruhrtopcard.de) se podrá acceder a casi un centenar de puntos de interés y atracciones en general. Cuesta 44,90 euros (29,90 euros para niños entre 5 y 14 años).

» Turismo de la región del Ruhr (

www.ruhr-tourismus.de).

» Oficina de turismo de Alemania (914 29 35 51 y www.alemania-turismo.com).

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