Martinelli, rey de Panamá
Un multimillonario conservador ha desbancado del poder a la izquierda con un apoyo electoral sin precedentes. La campaña más costosa en la historia del país logró convertir en un hombre llano al dueño de la mayor cadena nacional de supermercados
El pasado invierno, Juan Carlos Varela, colaborador del Opus y líder del Partido Panameñista, la principal formación de derechas en Panamá, le leyó la cartilla a Ricardo Martinelli, un multimillonario conservador que había presentado su candidatura a la presidencia del país con un partido fundado en 1998.
-Señor Martinelli: usted podrá comprar muchas cosas en este país con ayuda de los Gobiernos en los que participó. Podrá comprar ingenios [fincas de azúcar], concesiones hidroeléctricas..., pero tenga la seguridad de que algo que usted no va a comprar es el Partido Panameñista y la dignidad de un pueblo. Estamos ante un millonario con ganas de comprar el poder.
Pocas semanas después, el 27 de enero de 2009, Varela sorprendía a todo el país integrando a su formación bajo la coalición de cuatro partidos que encabezaba Martinelli y se unía a la lista del millonario que no podía comprar "la dignidad de un pueblo" como candidato a vicepresidente. El domingo pasado, Martinelli, de 57 años, lograba desbancar del poder al izquierdista Partido Revolucionario Democrático (PRD) con 23 puntos de diferencia sobre la candidata oficialista, Balbina Herrera, algo que ni las encuestas más optimistas vaticinaron.
En cinco años, el magnate ha conseguido que sus compatriotas vean como blanco lo que antes parecía negro
Martinelli consiguió en sólo cinco años que buena parte de los 3,5 millones de habitantes del país vieran como blanco lo que antes parecía negro. En las elecciones presidenciales de 2004 sólo consiguió el 5% de los votos, y el pasado domingo, el 63%, una cifra sin precedentes en la historia reciente de Panamá.
"En cuanto perdió en 2004", comenta en conversación telefónica Mario Rognoni, ex ministro socialdemócrata, "Martinelli creó una fundación para conceder becas a las familias más necesitadas. Él sabía que al electorado de clase alta lo tenía a su favor; tenía que trabajarse al pobre. Y cada beca que concedía la publicitaba al máximo. Es un hombre de derechas de toda la vida, que usa yates, aviones privados, vive como un rico y se relaciona con ricos. Pero por razones de oportunismo electoral ha usado un lenguaje de centro-izquierda".
Martinelli ha prometido reformar el sistema sanitario y educativo, pero, sobre todo, erradicar la creciente delincuencia y construir un metro en Ciudad de Panamá. Su salto definitivo en las encuestas llegó de la mano de Jimmy Papadimitriu, un panameño formado en Estados Unidos y antiguo miembro de la campaña electoral de George W. Bush.
Martinelli invirtió varios millones de dólares (sus adversarios aventuran la cifra de 30 millones) en una propaganda electoral como nunca conoció Panamá. Él puso el dinero, y Papadimitriu, la estrategia. "Caminando con los zapatos del pueblo" era el lema escogido para pintar como si fuera un hombre llano a un personaje que obtuvo el título de perito mercantil en el colegio privado de La Salle, que estudió el bachillerato en la Military Academy de Staunton (Virginia) y mercadotecnia en la Universidad de Arkansas; que, además de ser el dueño de 35 supermercados, es presidente de compañías de azúcar, de plástico, de mataderos y molinos.
En los anuncios de televisión aparecía portando carretillas en los supermercados, trabajando con albañiles, barriendo calles por la madrugada con los barrenderos, horneando pan con los panaderos, barnizando muebles, cocinando, cortando cañas... "Caminando con los zapatos del pueblo".
"Sus enemigos decían que en esos anuncios nunca se le veía sudando. Trabajaba sólo los minutos suficientes para que la cámara tomara el plano", recuerda el politólogo Raúl Leis. Pero el mensaje caló. "Martinelli no es grandilocuente. Siempre que habla se refiere a elementos muy prácticos de la vida, nada que ver con el clásico líder populista latinoamericano de grandes discursos en los balcones. Suele ir al grano. Y eso da una imagen de eficacia", añade.
El PRD otorgaba voz y credibilidad a antiguos empleados suyos, como Eliseo Flores Pineda, quien perdió una pierna trabajando en una finca de Martinelli. El millonario no lo quiso indemnizar, el joven acudió a los tribunales y finalmente ganó el caso. Pero esa propaganda quedaba anulada por las divisiones internas de la izquierda y por la propia campaña del millonario.
Martinelli siguió construyendo su personaje. Se erigió como el hombre del cambio, ajeno a las políticas de los dos partidos tradicionales que gobernaron el país durante décadas. Había sido responsable de la Seguridad Social a principios de los noventa con los socialdemócratas, y ministro de Asuntos del Canal con la presidenta conservadora Mireya Moscoso (1999-2004). Pero Martinelli alegaba que él "estaba en el baile y había que bailar" y que, igual que "millones de panameños", él también fue engañado por los dos grandes partidos. Los anuncios del PRD insistían en su pasado: "Él te dice que es el cambio, pero no recuerda cuando aplaudía y reía con los que hoy critica". Desde hace 20 años ningún partido en Panamá consiguió gobernar dos legislaturas seguidas. El pueblo quería cambio y Martinelli supo apoderarse de la palabra mágica.
Durante la campaña, los socialdemócratas alegaban que Martinelli había encarecido la cesta básica, contribuyendo a elevar la inflación gracias a sus supermercados. Pero sus adversarios no criticaron la excesiva concentración de poder que podía generarse al ocupar la presidencia uno de los hombres más ricos del país. En ningún momento la izquierda buscó paralelismos con el primer ministro italiano Silvio Berlusconi. "Los panameños no seguimos nada de la política europea, y de vaina [de casualidad] seguimos algo de la española", asume Rognoni.
Rico, pero no de rancio abolengo. Martinelli no es un rabiblanco, que es como se conoce en Panamá a las grandes fortunas fundadoras del país en 1903, las dinastías de los Arango, Arias, De la Guardia, Linares... Su esposa, Marta Linares, descendiente de españoles, sí es rabiblanca. Sus dos hijos trabajan en sus empresas y su hija estudia en Estados Unidos. "A diferencia de Berlusconi, a Martinelli nunca se le ha cuestionado su vida personal", sostiene Leis. "Lo que se prima es su éxito con el dinero, su eficacia. Lo mismo que en Perú la gente votó por Alberto Fujimori porque asociaba lo japonés con el símbolo de progreso, aquí se asocia a Martinelli con los valores del emigrante trabajador y tenaz".
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