'Telebasura' en el siglo XIX
El crimen de la calle de Fuencarral de 1888 desató el sensacionalismo periodístico
No hay número 109 en la calle de Fuencarral. Los portales saltan del 107 al 111; pero el 109 existió, y durante el verano de 1888, fue la casa más famosa de Madrid. En el segundo izquierda apuñalaron a la rica viuda de Vázquez Varela, luego quemaron el cuerpo y se llevaron dinero. La criada, Higinia Balaguer, fue ejecutada por el crimen: el último ajusticiamiento público de Madrid. Sin embargo, no será recordada por ello, sino por formar parte de un caso que cambió la forma de hacer periodismo.
Parte de la prensa decidió que el asesino era el hijo de la viuda, Luciana Borcino, conchabado con el director de la cárcel Modelo. Una treintena de directores de periódicos se personaron como acción popular para defender su tesis en el juicio, mientras hacían lo propio desde sus cabeceras. "Por primera vez hay un juicio paralelo, en el que la prensa se alimenta de la calle y la calle de la prensa", explica María Jesús Ruiz, profesora en la Universidad de Cádiz y organizadora de las jornadas Arte y Crimen. "El caso amplió el ámbito de la noticia a lo truculento, a lo que no era Política y Cultura con mayúsculas".
La prensa recogió testimonios callejeros como si fuesen pruebas
El caso agrandó los titulares e hizo fija la sección de sucesos
La prensa se hizo eco de rumores, recogió testimonios callejeros como si fuesen pruebas, politizó el proceso, se expuso a imputaciones por entorpecer la justicia y calentó la opinión pública hasta crear un mito: el pobre contra el rico. Resultado: aquel verano los periódicos se vendieron como churros, a pesar de que el 68% de la población era analfabeta. Benito Pérez Galdós, que escribió dos novelas sobre el tema, narró el revuelo: "No he visto nunca mayor excitación en Madrid por un asunto de esta naturaleza. Por las noches, un gentío inmenso aguarda la salida de los periódicos en las inmediaciones de las oficinas de éstos". En el ojo del huracán, la heroína popular que se declaró autora del crimen: "Higinia se ciega al verse el centro de atención de periodistas y jueces", explica Ruiz. "Es una desheredada que, de no ser por el asesinato, ni siquiera habría tenido una necrológica en la prensa. Se hace a sí misma personaje, animada por la atención que se le presta, y sacrifica todo lo que tiene", la propia vida, "en aras de la fama". Basta con encender la televisión para comprobar la vigencia de la bestia que despertó.
El caso agrandó los titulares, aumentó las viñetas, hizo fija la sección de sucesos y configuró físicamente los periódicos tal como los entendemos ahora. También los dividió entre "sensatos" e "insensatos", dependiendo de su grado de imparcialidad y despertó debates que siguen vivos: ¿puede la crítica al sistema judicial llegar tan lejos como para deslegitimarlo?
Tan nuevo era el asunto que Galdós describió en sus crónicas lo que hoy ya nadie cuenta, cómo se fabrica una historia: "En cuanto se indica que tal o cuál persona va a ser interrogada los periodistas buscan su domicilio le acosan a preguntas y no vuelven sin un caudal más o menos auténtico de noticias". Estos mismos "reporters espían los pasos del juez deduciendo de su expresión regocijada o meditabunda [...] la buena o mala marcha del sumario".
Y bien, ¿cómo se fabrica una historia? ¿Dónde está el número 109 de la calle de Fuencarral? En un episodio de La huella del crimen, TVE emitió una foto de la fachada. Con el fotograma en la mano, a pie de calle, no se corresponde con ningún edificio a la altura del 109. En el libro Las calles de Madrid, su autor, Pedro de Répide, apuntó años después que la casa del crimen hace esquina con Divino Pastor. ¿Se movieron los números de sitio? ¿Qué número ocupará el antiguo 109? ¿Nos fiamos de Répide? ¿Buscamos otra fuente?
"¿Qué era Répide?", pregunta al teléfono Luis Miguel Aparisi, autor de los tres tomos de Toponimia madrileña: proceso evolutivo. "¿Periodista?", susurra esta reportera pensando que quizás también nuestra mala fama empezó en 1888. "Efectivamente, y los periodistas cambiáis la historia a conveniencia. Quizás hacía esquina con Manuela Malasaña, pero no queda bien situar la casa de una asesina en la calle de una heroína".
Tiene sentido. ¿Entonces qué? "Todo se puede averiguar si te tomas el tiempo, pero los periodistas, siempre con prisas, ni oléis un archivo, os fiáis de cualquiera", dice Aparisi, que presume de mal carácter, pero le basta un día para ofrecer el dato: el antiguo 109 es ahora el 95. Efectivamente, la foto coincide (y hace esquina con Divino Pastor).
Desvaído tras el nuevo número se ve claramente el trazo del antiguo. En el piso de la viuda está el hostal Sil & Serranos. Totalmente reformado, alquila 18 habitaciones por 69 euros. Con el plano del sumario en la cabeza, la visita es un mal viaje al pasado: los cuartos decimonónicos (alcoba, gabinete) son ahora habitaciones numeradas; en la primera, la antigua cocina, encontraron a la criada, Higinia, junto al bulldog narcotizado. Al fondo del larguísimo pasillo (lo único que sigue siendo siniestro del lugar) estaba el dormitorio donde yacía carbonizada la viuda.
Dos vecinas levantan las cejas al ser preguntadas por el asesinato: "Primera noticia". En el hostal, no saben, no contestan. Madrid ya no recuerda, y sin embargo, de todo aquello quedan dos refranes. "Ser más conocido que el crimen de la calle Fuencarral" y "ser como la portera de Fuencarral". No hacen referencia a los hechos, sino a su repercusión, a la avidez humana por la desgracia ajena, la que vende periódicos y llena programas de televisión.
Por cierto, si llevado por la culpa de no oler los archivos, algún periodista, o persona de mejor calaña, se interesa por el crimen, el sumario y la sentencia están en la Biblioteca Histórica del Conde Duque. Los publicó el diario La Correspondencia de España "para mayor inteligencia de los lectores". No todo iba a ser darles carroña.
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