Viaje por las ciudades invisibles
El pintor Pedro Cano recrea las fantasías urbanas del escritor Italo Calvino
En un cuadro aparece un libro lleno de tachones. Es Zora, la ciudad, que ha desaparecido sumida en sí misma. En otro lado está Sofronia, la urbe que se transporta y cuyos edificios públicos están metidos en una maleta. Zemrude tiene dos colores, porque depende de la visión del visitante...
Son Las ciudades invisibles, que el escritor italiano Italo Calvino relató con maestría, y a las que el pintor español Pedro Cano ha dado forma para la vista.
Igual que en el libro de Calvino, Marco Polo le describe a Kublai Kan las 55 ciudades, Cano plantea como un viaje la exposición del Centro Cultural de la Villa y repasa la historia de cada una de las urbes. "La ciudad es el más bello de los inventos del hombre", dice el artista. "Cada vez que visitamos una ciudad nueva, te llevas algo de ella, eres mejor. Cada día son más difíciles, pero siguen teniendo un motor especial", añade.
La exposición del Centro Cultural de la Villa ha pasado por Roma y Florencia
La exposición, que ha pasado con gran éxito por ciudades como Roma, Venecia, Florencia o Palermo, es una buena muestra de la visión de Calvino, que aseguraba que "cada hombre lleva en su mente una ciudad hecha sólo de diferencias" y que adelantaba en su obra fenómenos como el de la globalización cuando decía que algunas ciudades sólo se diferenciaban por el nombre.
Cano (Murcia, 1944) conoció a Italo Calvino en 1983. "Yo estaba en mi exposición, que se inauguraba ese día, y él apareció de repente". Dos años después, el italiano fallecía y su viuda contactaba con Cano para que éste ilustrara Las ciudades invisibles. "Empecé con 10, y luego ella me pidió que hiciera las 55", explica. Llegó entonces un trabajo de años: "No quería hacer meras ilustraciones, quería sacarle el sabor, plasmar las sensaciones, que es lo que transmite con maestría el libro".
Debajo de cada acuarela -todas están realizadas sin dibujo previo, sobre papel hecho a mano, con una doblez por el medio y con la letra inicial de la ciudad en dos alfabetos- aparece un extracto de la obra de Calvino que hace referencia a la ciudad dibujada. El pintor español lee con pasión los textos.
"Me he pasado 13 años con el libro permanentemente detrás de mí, apuntando cada idea que me pasaba por la cabeza", asegura Cano, quien durante tres veranos recurría a "la misma música y a la misma luz" en su casa de Anguillara, en Italia, para sentarse a plasmar en el papel su interpretación de las ciudades.
Pedro Cano ha querido mostrar también el trabajo previo de la exposición, enseñando las agendas y cuadernos de viaje que le acompañaron durante años. "Al organizarlo todo me entró un gran desasosiego, es ver tu vida entera en papeles", dice. Palabras que recuerdan a la ciudad de
Laudomia, representada con un reloj de arena en el que el tiempo se consume. Arriba están los vivos. Abajo los muertos. El paso intermedio, que dura un soplo, es la vida.
Para enfrentarse a la ciudad, valga el consejo de Calvino, impreso en la pared: "El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando todos juntos. Hay dos maneras de sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, y hacer que dure y dejarle espacio".
Las ciudades invisibles. Centro Cultural de la Villa. Plaza de Colón. Hasta el 13 de mayo. De martes a sábados, de 10.00 a 21.00; domingos y festivos, de 10.00 a 19.00. Entrada libre.
Neorrealismo y complicidad
Italo Calvino (1923-1985) llegó a Italia desde su Cuba natal a los dos años de edad. Interrumpió sus estudios en 1943 para unirse a las Brigadas Partisanas de Garibaldi. Tras la Segunda Guerra Mundial, entró en el mundo editorial gracias a Cesare Pavese.
Comenzó entonces una prolífica carrera literaria con el neorrealismo como fondo y la temática obrera como protagonista. Llegó después, a partir de 1952, una época de narración fantástica en la que Calvino jugaba con las diferentes posibilidades de interpretación de sus obras.
En los años sesenta, con un estilo y un lenguaje repletos de sencillez, Calvino entró en una etapa en la que pretendía hacer al lector cómplice, tanto de la obra como de la estructura de la misma. Ahí radica el éxito con el que Marco Polo le relata a Kublai Khan cómo eran, y son, Las ciudades invisibles.
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