"Todo es ponerse y estudiar"
Plantearse una carrera musical pasados los veinte no suele ser lo habitual. Tampoco lo es que, a la vuelta de diez años, el protagonista de esa tardía decisión haya completado los exigentes estudios de la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC), registrado ya su primera grabación con grupo y composiciones propias o que, durante los últimos cuatro años, se haya convertido en el pianista imprescindible del grupo de Manu Chao. Esa es, a grandes rasgos, la historia de Javier Galiana de la Rosa (Cádiz, 1975), un andaluz que pasa por ser el primer titulado de este país en la disciplina de piano jazz, estudios concluidos en la primera promoción (2001-2005) de la mencionada escuela.
"Aunque tengas las ideas muy claras en la cabeza, hay que tocarlas"
Son algunas de las peculiaridades que concurren en la persona de este gaditano que cuenta que tomó la decisión cuando estudiaba Física en la universidad hispalense y temblaba ante la posibilidad de volver a casa para explicarlo. De vuelta de lo que él denomina su exilio catalán, y compaginando aún su trabajo con las giras de Chao, Galiana ha elegido el regreso a Cádiz como base para desarrollar su creación, un lugar donde -según él- se han producido y producen (Saguiba, Kind of Cai...) las experiencias más interesantes de encuentro entre el flamenco y el jazz.
Pregunta. El suyo es uno de los casos en los que se puede afirmar que nunca es tarde...
Respuesta. Supongo que sí, aunque también es cierto que, debido a todo ello, adolezco de ciertas carencias técnicas que no sé si alguna vez superaré. Quizás por eso tenga cierta tendencia a dedicarme a arreglar o a componer más que a la técnica pianística; pero tampoco como alternativa, sino porque se me da bien. Empezar con veintiún años con un cacharro tan difícil y hacer cosas más o menos interesantes es muy fuerte; pero tampoco tiene demasiado truco: todo es ponerse y estudiar. Es cuestión de suerte, pero también de cabezonería.
P. ¿Existe alguna música o autor concreto que sea determinante en su decisión?
R. Cuando yo estudiaba en Sevilla, escuchaba de todo, pero principalmente rock y del viejo (Hendrix, etc) que era de lo que tenía discos. Pero, si soy honesto, tengo que reconocer que, entre todos esos discos, sí tenía el primero de Chano (Domínguez), y me volvía loco, pero por entonces no oía ni flamenco ni jazz. Quizás sea la historia del camino recorrido a la inversa. Igual que alguna gente empieza escuchando a Weather Report y termina con Thelonious Monk. En mi caso, si tengo algún disco de Chacón, ha sido por Chano o por Paco de Lucía. Y eso a pesar de ser de Cádiz, tener cerca el flamenco y haberlo escuchado.
P. Sin embargo, en cuanto ha tenido que afrontar un proyecto propio, su composición de fin de estudios se ha orientado de manera directa hacia el flamenco.
R. Sí, pero ya venía de antes. Tenía la banda formada y me interesaba, quizás por aquello del exilio catalán. Tocaba en sitios lindos (Festivales de Jazz de Tarrasa, Barcelona...) y me iba bien, interpretando temas de otros, pero ya en esa línea. Entonces, cuando viene el proyecto de la ESMUC y tienen que ser ya temas propios, decido hacerlo alrededor de esa idea, me pongo a trabajar en esa línea, pero aprovechando para profundizar. Hago un espectáculo completo de una hora y media, que se llama El exilio de El Güito, donde se cuenta la historia de un gitano que va a la otra orilla. Es mi manera de explicar la fusión, la hibridación, entre los dos géneros, el jazz y el flamenco, que va a su vez acompañado de un trabajo teórico -a un nivel quizás muy musicológico-, una especie de historia, de cronología de esa hibridación. Algunos de los temas que componían esa obra (tangos, tanguillos, bulerías) fueron arreglados para La Sonora Big Band y, junto a otros, componen la base de la grabación que acabo de concluir. Una obra de jazz, porque el resultado es muy jazzístico, pero con cantaora.
P. Y eso de empezar tarde, ¿qué tiene más, ventajas o inconvenientes?
R. Los obstáculos tienen que ver con una cuestión física. Aunque tengas las ideas muy claras en la cabeza, hay que tocarlas. Y el conocimiento del lenguaje, o de la técnica, no es lo mismo que si lo aprendes de pequeño. Y las ventajas están claras: todo lo abordas con muchos menos prejuicios y sabes más lo que quieres. Ya lo haces porque te da la gana, decides y eres consciente de tus decisiones. Desde luego no eres músico por inercia.
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