El día de los pendones, las ovejas y las bicicletas
La Fiesta de la Trashumancia y una jornada contra el cambio climático congregaron ayer en la capital a 200.000 personas
La Fiesta de la Trashumancia, en su XIII edición, convirtió ayer el centro de Madrid en un remanso bucólico para los que disfrutaban del evento y en desconcierto mayúsculo para quienes lo observaban desde sus vehículos. Si el domingo es habitualmente un día tranquilo para el tráfico, el paso por las calles de pendones y ovejas -a los que se sumaron los ciclistas convocados por la jornada contra el cambio climático- provocó cierto caos circulatorio a media mañana en el centro.
Fuentes de la Policía Municipal estimaron en cerca de 200.000 las personas que se sumaron a la pastorada, este año con un claro protagonismo leonés: irrumpieron, airosos, 60 pendones y pendonetas tradicionales, muchos de los cuales tienen varios siglos. Había además un millar de bichos, entre ovejas, cabras, burros, caballos y perros, recordando a los ciudadanos cuestiones elementales para la conservación del planeta.
Sólo hubo un momento de tensión, el del paso del ganado por pasarelas temerarias de la M-30
Mucha jota, mucha alegría y mucho sosiego. Los paseantes de esas horas, ignorando de qué iba la procesión, se quedaban boquiabiertos mirando los pendones. La convocatoria parecía estar gafada, pues debía haberse celebrado el pasado 5 de noviembre y hubo que suspenderla por las obras que se realizaban en el recorrido previsto.
Pero ayer, a pesar de algunos incidentes en el traslado del ganado por pasarelas temerarias de la M-30, todo funcionó a la perfección, empezando por el día, que salió radiante. A las diez de la mañana comenzaba el desfile de la alegre comitiva por la calle Mayor, camino de la Puerta del Sol, Cibeles, la Puerta de Alcalá, y retorno por la misma ruta. Abrían paso, conducidos por pastores de Cabezón de la Sal (Santander), cuatro poderosos mastines leoneses: Rex, Pinto, King y también Sultán, un cachorro feliz que estuvo durmiendo tranquilamente casi todo el tiempo en brazos de una niña pastora.
Tras ellos, la agrupación de dulzaineros de la Escuela Municipal de León, dirigidos por Tolo Cardeñoso, ex saxofonista del grupo rockero Los Flechazos. Durante el recorrido interpretaron piezas del folclor leonés: La cinta del pelo, Llana de Sobarriba, En casa del tío Vicente, Alborada coyantina o la Jota de Boñar.
Después, agrupaciones folclóricas de León, Zamora, Burgos o Palencia, con todo el colorido sobrio y esbelto de su vestimenta, dándole a la castañuela y a la jota frente a la Capitanía General y el Consejo de Estado, junto a la casa donde vivió Calderón de la Barca, frente al edificio desde donde Mateo Morral atentó contra la carroza real de Alfonso XIII...
A continuación, la barroca y elegante exhibición de pendones, gran novedad de esta XIII edición. Iniciaba la marcha el Pendón Real de León, del siglo XIV. Es la segunda vez que esa joya sale de la ciudad. Antes sólo había estado, el pasado 10 de junio, en la magna Concentración de Pendones de Espinosa de los Monteros (Burgos). Él ha sido testigo de coronaciones de diversos reyes hasta Isabel II. Lo portaba Cristina Gómez, la joven concejal de Festejos del Ayuntamiento de León. Ese emblema es de tamaño asequible, al contrario que otros, que miden 13 metros y pesan hasta 50 kilos.
El paso de las altísimas banderas tuvo serios obstáculos desde el principio por culpa de los entramados para la ornamentación navideña que se prepara. Los pendones optaron por desarbolarse y circular en horizontal, sin problemas de altura, pero, en cuanto había cielo raso, volvían a levantarse y eran jaleados por sus remeros (portadores de pendones) y por el público atónito.
Un par de enormes bueyes llevaba pancarta: "Queremos vivir en nuestros montes". Y, en una esquina de la leyenda, una petición: "Stop CO2". Los animales se hacía así partícipes de otro desfile que les hacía la competencia: la bicicletada en protesta por el cambio climático.
Los pendones son desde hace poco más de dos años embajadores de la cultura, la historia y el turismo leonés en el resto el país. Madrid es la cuarta plaza en que se presentan. Antes fueron Santiago de Compostela (2004), Bilbao (2005), Sevilla (2006) y el pueblo burgalés de Espinosa de los Monteros (2006).
Javier García-Prieto, presidente de la Diputación leonesa, comentaba al final del festejo: "Ha sido una acogida muy entrañable y muy numerosa la del pueblo de Madrid. Claro que ha acompañado mucho el tiempo. Los pendones de León son como un símbolo de algunas de nuestras raíces más entrañables. Hoy, el corazón de León está en el corazón de España".
En algunos círculos de la organización se comentaba con cierta perplejidad la ausencia de autoridades madrileñas en la celebración. Ni la presidenta regional, Esperanza Aguirre, ni el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, que son del mismo partido que las corporaciones leonesas, aparecieron por allí. Ni siquiera algunos leoneses que ostentan cargos públicos, como el vicepresidente madrileño Alfredo Prada o el concejal Pedro Calvo. Eso por no hablar de los numerosos escritores leoneses que residen aquí, alguno de los cuales acudió de incógnito. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero, también leonés, estaba en Turquía.
La vistosidad del espectáculo hizo funcionar miles y miles de cámaras de vídeo, de fotos y móviles. A veces el escenario estaba, no en las ovejas y pendones, sino en el público variopinto con cámara en la mano o en el ojo. Sin duda, los más requeridos por los artistas espontáneos fueron los mastines leones, que permanecieron estoicos y bonachones en todo momento.
Uno de los pastores cántabros nos define así al mastín leonés: "Es muy poderoso, pero no creas que se mueve mucho. Cuando ladra de verdad, tiembla el misterio y huyen de estampida sus posibles rivales. Le gusta mucho estar sentado y mirar la vida con ojos de bondad".
Cuando el cortejo llegó a la calle del Marqués de Cubas se encontró con varios centenares de ciclistas que clamaban silenciosamente contra el dióxido de carbono y otras cosas que están en el aire sin que se note, pero provocan el efecto invernadero. La coincidencia duró sólo unos minutos porque había muy buena voluntad por ambas partes. Después, cada cual siguió por su camino.
A la una de la tarde ya estaba todo finalizado. De León habían llegado más de 25 autobuses y numerosos coches particulares que se habían puesto en camino a las cinco de la mañana. En total, cerca de 7.000 personas que volvían al autobús exhaustas y felices. Entre ellos Bernardo Gutiérrez, presidente de la Asociación de Pendones del Reino de León, muy satisfecho de todo, casi emocionado. Es un experto visceral: "Llegó a haber unos 1.300 pendones; se estima que hoy contamos con más de 300, algunos de ellos en proceso de restauración o renovación. Y, perdón por la falta de modestia, hoy es un día auténticamente feliz para mí y para todos los que hemos trabajado en todo esto". Y cita este axioma leonés: "Las campanas y el pendón, del pueblo son".
Una de las historias más graciosas referidas a los pendones es la de que tuvieron, por su origen civil, diferencias con las autoridades religiosas, que exigían la presidencia de la Cruz en las procesiones, por delante del pendón. La cuestión se solucionó en el siglo XVIII poniendo una cruz coronando el pendón, y de este modo siguió siendo el primero en todas las celebraciones, tanto civiles como religiosas.
Es seguro que las autoridades leonesas están ya pensando en el próximo alarde de sus pendones, pero nadie soltó prenda. Acaso sea una salida al extranjero.
364 kilos de CO2 menos
La cita era en 30 ciudades. Y el motivo, pelear contra el cambio climático provocado por la emisión de gases de efecto invernadero. Convocaba la Coordinadora en Defensa de la Bici (Con bici) y, en la capital, consiguió reunir a unas 350 personas, según la organización, que, desplazándose en bicicleta por el centro de Madrid, "dejaron de emitir al aire 364 kilos de CO2".
Con el lema Con bici sin CO2, los ciclistas tomaron la salida en el bulevar central del paseo del Prado. Eran las once de la mañana. Cinco kilómetros después debían volver a la misma posición. La idea era hacer un desplazamiento similar al que cada día realizan los madrileños para ir al trabajo o al cine, y subrayar la importancia de elegir un medio de transporte u otro a la hora de combatir el cambio climático.
El recorrido elegido ayer, en bici, supone un ahorro de 1,040 kilos de emisión de CO2 a la atmósfera por persona, según Con bici.
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