La marea africana
Decenas de atletas, sobre todo kenianos, viven de las victorias en las numerosas carreras urbanas que se disputan en Europa
Gladys Cherono está cansada. Su mánager le ha sugerido correr el medio maratón de Riba-roja (Valencia), pero ella ha dicho que no, que ya ha competido suficiente el último mes, que necesita un descanso, volver a Kenia para pasar una temporada con los suyos. Juan Pineda, su representante, la entiende. Gladys, keniana de 23 años, ganó del 23 de enero al 13 de febrero tres medios maratones, los celebrados en Santa Pola, Granollers y Castelldefels-Gavà. Por estas victorias se embolsó unos 1.500 euros; el 15% para el mánager.
"Los atletas kenianos saben a qué vienen a España", afirma Pineda, un madrileño de 27 años afincado en Jaén: "Llegan mentalizados para pasar entre dos y tres meses, ganar el mayor número de premios y luego regresar a su país, con su familia. En Kenia, el sueldo medio es de 100 euros mensuales, así que hay que entender lo que supone para ellos ganar 1.000. Es el trabajo de todo un año".
"Su único capricho son los teléfonos móviles. Si fuera por ellos, no comerían ni carne"
"Esto es la ley del más fuerte", asegura Julia García, mánager del eritreo Zersenay Tadesse
Los podios de las numerosas pruebas en ruta que se disputan en España son copados por corredores africanos. El repaso a los resultados de 2005 es elocuente: el keniano Abraham Chelanga ganó los medios maratones de Santa Pola y Getafe; en Terrassa se impusieron sus compatriotas James Mibei y Jennifer Latoiywo; en Castelldefels-Gavà, más de lo mismo: Edwin Kibet y Gladys Cherono; en Torremolinos, el etíope Sahle Warga...
Gladys Cherono posó sonriente el pasado jueves en la pista de atletismo del viejo cauce del río Turia, en Valencia, donde comparte un piso con cinco compatriotas, otras dos mujeres y tres hombres: Isabella Kerubo, Emma Mutoni, Alex Kirui, Abraham Ayaibei y Michael Chemrchir. Todos visten ropa deportiva, chándales de marca. Se les ve contentos y tranquilos. La ex atleta Mónica Pont se ocupa de que no les falte nada. "Hasta nos piden que les guardemos el dinero para no gastárselo. Son muy confiados", cuenta Pont; "para ellos, en España todo es muy caro. Su único capricho son los teléfonos móviles. Por no comprar, no compran ni carne. Casi debemos forzarles a comer pollo y ternera para que estén bien alimentados".
Mónica Pont es la delegada en Valencia de Juan Pineda, uno de los pocos agentes españoles que representan a atletas kenianos. Para ello tuvo que pagar 1.000 dólares a la federación de atletismo de aquel país, donde la competencia entre los representantes es feroz. Hasta hace poco, el mercado estaba controlado por el holandés Jos Hermens, el representante del doble campeón olímpico Haile Gebreselassie, y el britanico Kim McDonald, ya fallecido. Los italianos Federico Rossa y Gianni de Madonna llegaron un poco más tarde; antes, en todo caso, que los españoles.
En torno a los kenianos que van y vienen a España a competir, hay muchas historias. Unas más conmovedoras que otras, algunas muy tristes. Moses Kenei recorrió en tres días miles de kilómetros: fue de Eldoret, en su país, a Naibori; de la capital keniana se desplazó en avión a Barcelona, unas 20 horas; y de esta última ciudad cogió un tren que tardó 13 horas hasta Badajoz, donde competía al día siguiente. Llegó agotado. Su representante ni siquiera le dio suficiente dinero para el transporte.
Corren rumores de atletas hacinados en pisos en Vic (Barcelona), de agentes portugueses sin escrúpulos... Juan Pineda, por ejemplo, revela que le tomaron el pelo cuando empezó. "Me engañaron", asegura; "un tal Borja Oses me envió un grupo de corredores tanzanos. Había que verles, daban pena. Eran muy malos. Les tuve que dar de comer cerca de un mes. Perdí 6.000 euros, que se sumaron a los 1.000 que pagué para obtener la licencia de la federación tanzana".
"Esto es la ley del más fuerte", asegura Julia García, mánager del eritreo Zersenay Tadesse, bronce en los 10.000 metros de los Juegos de Atenas. Ante la competencia existente en Kenia, García apuntó hace años a Tanzania y Zimbabue, un mercado por explotar.
Pero los reyes, quienes más se prodigan hoy día, en todo caso, son los kenianos. La cantera es inagotable. Geoffrey Kiplagat, de 23 años, encarna los sueños de muchos compatriotas. A los dos días de aterrizar en España, ganó el medio maratón de Orihuela (Alicante). Se embolsó 600 euros por ganar y 800 por batir el récord de la prueba. Cuando la organización le pagó, las cuentas no le cuadraban. Entonces se enfadó con su mánager, Vicente Valera, quien le explicó que le habían retenido el porcentaje correspondiente; que en España se pagaban impuestos, que éstos iban destinados a la mejora de las infraestructuras. Nada convenció a Geoffrey, que se sintió engañado. Al conocer el episodio, Andrew Sang, uno de los contactos de Valera en Kenia, le envió un mensaje al móvil: "En los negocios no hay amistad. Si Geoffrey da problemas, te mando otro para allá".
Valera le regaló hace poco a Geoffrey la biografía de Gebrselassie, The Greatest. "Está más calmado", cuenta el mánager; "es un poco orgulloso, pero ha entrado en razón. Le he explicado que yo les trato con mucho cariño y por eso exijo el mismo cariño de su parte".
Geoffrey Kiplagat vive junto a varios compatriotas, también atletas, en San Jorge de Alor (Badajoz). Descansan 16 horas al día. El resto del tiempo lo pasan entrenándose y preparando el ugali, la pasta de cereales keniana. "Deben entender que el descanso es fundamental para asimilar", dice Valera, que un día se llevó un susto monumental. Varios de sus corredores se abalanzaron cuchillo en mano a por una vaca. Valera, estupefacto, les disuadió a tiempo. "¡Pero hombre, qué hacéis! ¡Os podéis buscar la ruina!". Los atletas le explicaron que en Kenia se beben la sangre, aún caliente, de las vacas recién sacrificadas.
Valera está encantado con Geoffrey Kiplagat, que ayer corrió el medio maratón de Lisboa junto al plusmarquista mundial de maratón, Paul Tergat, el último campeón olímpico de los 42,195 metros, Stefano Baldini, el campeón mundial de 2003, Jauad Gharib..., gente consagrada. A base de mucho insistir, Valera convenció al organizador de que incluyera entre los participantes a Geoffrey, cuya cotización podía dispararse en caso de firmar un buen resultado. Por eso Valera le ha mimado. La semana pasada, el mánager se gastó 270 euros en varios pares de zapatillas. Es tal la confianza que Geoffrey tenía en sus posibilidades, tanta su osadía e inconsciencia, que hace unos días le soltó a su representante: "¿Puedes preguntarle al organizador de Lisboa cuándo cobraré si gano la carrera?". "Me quedé a cuadros", recuerda Valera.
Geoffrey terminó ayer décimo en Lisboa, donde Paul Tergat ganó con una marca de 59m 10s, a 4s del récord que él mismo ostenta desde 2000.
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