Las madrileñas invisibles
Cuatro mujeres debaten, invitadas por el PSOE, sobre la discriminación que supone pertenecer a colectivos marginados
Una mujer camina por la calle con su cartera en dirección al trabajo. Un hombre se le acerca y le dice: "¡Qué guapa!". Ella le contesta: "Gracias". Y él le pregunta: "¿Cuánto cobras?".
La mujer es Consuelo Cruz, una inmigrante negra, colombiana y miembro de la Fundación Vida-Grupo Ecológico Verde. "Ésta es la realidad, no les echo un cuento. Esto es lo que vivo a diario", explicó junto a otras tres mujeres -una lesbiana, una discapacitada y una gitana-, que ayer se reunieron para contar algo que les es común: la doble discriminación que viven por el hecho de ser mujeres y por pertenecer a colectivos marginados.
Aseguran que eso las hace invisibles, pues cuando sus grupos respectivos defienden sus derechos, lo hacen desde la visión del hombre, ignorando si ellas tienen otras necesidades. Su experiencia a cuatro voces fue uno de los actos de la jornada Discriminación al cuadrado, organizada por el grupo socialista del Ayuntamiento de Madrid y presentado por los concejales Trinidad Jiménez y Pedro Zerolo.
¿Por qué las políticas de igualdad dibujan una mujer homogénea?, preguntó una de ellas
"Mi realidad es tener que demostrar continuamente que soy capaz", explicó la invidente Carolina Hernanz, vicepresidenta del Consejo Territorial de la ONCE. "Soy una persona afortunada porque puedo hablar de anécdotas de la Facultad de Derecho, de los juzgados... Pero me preocupa la situación de mujeres discapacitadas que no están donde yo". Como la de aquellas que sufren de forma más aguda la violencia machista, entre la incapacidad de oponerse, por sus propias dificultades físicas, o de contar lo que les sucede, especialmente si tienen problemas de comunicación.
"En torno a un 40% de las discapacitadas sufren o han sufrido en su vida algún tipo de violencia", dijo Hernanz. Pero, añadió, lo peor es que muchas de ellas no tienen acceso a la información sobre la violencia sexista que últimamente hay por todas partes. "Un cartel de cuatro por cuatro yo jamás lo veré. Eso nos lleva a situaciones en las que ni siquiera se va a denunciar, porque hay mujeres que no son conscientes de que son maltratadas", aseguró.
Rosalía Vázquez, presidenta de la Asociación de la Mujer Alboreá, reclamó un espacio para las gitanas. "Cuando se aplican políticas, a nosotras no nos llegan. Porque se aplican desde una situación cero y la mujer gitana está en menos cero", afirmó. También relató que, mientras la experiencia de sus compañeras de debate le daba tristeza, porque era una situación de exclusión similar a la suya, por otro lado le hacía pensar que ellas al menos "tienen las armas", porque han estudiado. "Algunas gitanas sabemos dónde estamos, pero como no tenemos el conocimiento y la sabiduría para avanzar, eso nos hace ser pasivas y resignarnos a nuestro papel", explicó.
Ante la diferencia de situaciones, Raquel Platero, presidenta de la Asociación Universitaria de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de la Universidad Complutense, puso el dedo en la llaga. "¿Por qué las políticas de igualdad dibujan una mujer homogénea?", se preguntó. En su opinión, no todo el mundo entiende lo mismo por igualdad, "lo que es muy importante cuando hay que ejecutar un plan y ver cómo se gasta el dinero", agregó.
Precisamente, sus experiencias no pueden equipararse porque son diferentes. Por eso reclamaron que se les escuchara, no como representantes de colectivos, sino como personas a título individual. "Tenemos una labor pendiente de pedir y para ello es importante que hablemos de nuestra experiencia personal", afirmó Platero.
"No hay referentes. No existimos y, por lo tanto, no nos vemos", corroboró Cruz, que relató cómo un día su hija de cuatro años se negó a cepillarse los dientes con pasta Colgate. "No hay negros cepillándose con Colgate, mami", le dijo. Y ella tuvo que explicarle por qué no hay negros en la televisión.
"Lo digo para que lo piensen. Esto es lo que estamos viviendo y los invito a que se miren y vean cuántos negros hay en la sala", dijo.
De un simple vistazo era fácil echar la cuenta: sólo ella y una amiga que la acompañaba, en una sala con unas 150 personas.
Eso, respecto a la sociedad en general. Pero en su entorno, la situación que viven estas mujeres es también difícil a la hora de reclamar derechos.
"Yo, en el colectivo gitano no me siento representada. Ellos ponen su punto de mira y lo desarrollan", asegura Vázquez, quien planteó que todo se justifica por lo que se viene a llamar cultura gitana, que, en su opinión, no es tal, sino "cultura española, pero de hace 50 años".
Una sensación similar la corrobora Platero: "Los movimientos homosexuales, muchas veces lo que presentan es la cara masculina, de la pareja gay que vive en Chueca, es muy fashion y gana mucho. Eso no soy yo. Y tenemos que estar en un trabajo de continuo diálogo".
"A los negros nos cuesta asociarnos", apunta también Cruz. "Pero a las mujeres, el triple. Porque dentro estamos compitiendo con los negros".
No todo fueron vivencias, también reclamaron medidas concretas: "La más importante para la gitana es la educación. Hay una ley que obliga a todos a estudiar hasta los 16 años. Pero con los gitanos no se cumple", dijo Vázquez.
Portero y Hernanz abogaron por que haya procesos más democráticos donde puedan participar todos y decidir lo que necesitan para sí mismos.
Y Cruz reclamó: "Abran las puertas de las organizaciones. Inclúyannos. No venimos a quitar. Queremos aportar".
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