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Columna
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La madre de Clint Eastwood

¿Cómo quiere ser usted cuando sea mayor? Pues como Clint Eastwood. O como su madre, que le aplaudía entusiasmada en los Oscar. Pero ¿tiene madre Clint Eastwood?, pensamos muchos a coro desde nuestras casas. Y vaya madre, viéndola se comprende que en el fondo Clint sienta que le queda todo un carrerón por delante y que no baje la guardia y que la siguiente película sea mejor que la anterior y más arriesgada. Todo es sorprendente en él. Por lo pronto que resulte más guapo que cuando era joven, más expresivo, más carismático. Digamos que está en su punto. Ahora no necesita el poncho y el purito en la boca para quedarse grabado en la mente de la gente. No necesita hacerse el impenetrable, ni el duro. Y no necesita pelo en la cabeza. Es más, visto retrospectivamente, toda aquella abundante pelambrera le sobra tanto como los pantalones campana de los setenta. El tiempo es su aliado, que se le cae el pelo, queda al descubierto una estupenda cabeza, que la cara se le arruga, sus ojos resaltan más que nunca llenos de curiosidad.

En él, el paso del tiempo cobra sentido y sentimos que la edad da su fruto, que tiene interés. Quizá sea así porque él también es aliado del tiempo, no va en su contra. No se estira la piel, ni repentinamente se pone un pendiente como el fondón Harrison Ford, que ya no sabe qué hacer para sentirse rejuvenecer. Tarea inútil porque, a pesar de los años, se es o no se es joven, se ve la vida con ilusión o no se la ve con ilusión, se va o no se va con ganas a las cosas, se tienen ideas frescas o no se tienen. Y dicho esto último ya me estoy arrepintiendo de haberlo dicho porque ¿quién soy yo para juzgar al pobre Harrison? También supone una gran lección de valor mostrarse públicamente débil y vulnerable. Tal vez él haya cristalizado el sueño de muchos hombres maduros en crisis que desearían darle un toque atrevido a su imagen, una nueva vida, una nueva pareja (o sea, una pareja más joven), e incluso unos nuevos hijos, lo que se dice dar un salto en el tiempo.

Ya me lo estoy imaginando en la joyería eligiendo pendiente, haciéndose el agujero y poniéndoselo ante el espejo y luego admirando el resultado, sin importarle desconcertar a su público. Lo cierto es que cuanto más pienso en este asunto se va cargando de mayor simbología. Podría ser una manera didáctica de separar al actor del hombre, del mismo modo que en literatura se separa al autor del narrador, una forma de decir, no soy Indiana Jones sino tan sólo un ser humano necesitado de atención y cariño. Claro, que quién querría ser Indiana Jones pudiendo ser Harrison Ford con sus aviones privados y la capacidad de hacer lo que le dé la real gana. No tengo ningún derecho a criticarle porque a saber lo que yo misma haré a su edad. Aunque, para nosotras, el salto en el tiempo es demasiado trabajoso. Todavía choca bastante ver a una pareja en que ella le lleve veinte o treinta años a él. Incluso en el mundo del espectáculo los casos de Ralph Fiennes y su mujer, de Susan Sarandon y Tim Robbins o de Florinda Chico y su marido resultan excepcionales. Sin ir más lejos, en Madrid, que es una de las ciudades más abiertas y tolerantes que conozco, ¿cuántas parejas de este tipo se ven? Una amiga mía, que mantiene una de estas relaciones, me contaba hace poco que se siente bastante incómoda, que el ambiente no favorece que pueda ir por la calle tan orgullosa de su chico como suele ocurrir en el caso contrario. Y que una mujer joven a un hombre mayor le rejuvenece, mientras que el joven a la mayor la envejece miserablemente a la vista de los demás. Mis mejores ánimos a estas luchadoras por la igualdad.

Clint Eastwood, por cierto, también tiene una esposa muchísimo más joven que él, e hijos pequeños. Así que bravo por la profesora rumana que ha logrado ser madre a los 67 años. Si se puede, se puede, y no vale eso de que es demasiado mayor para criar a los hijos. Como se dice en una de nuestras más geniales obras literarias, La Celestina, "ninguno es tan viejo que no pueda vivir un día más, ni tan mozo que hoy no pudiese morir". Vivimos en una sociedad contradictoria, por no decir cretina y mal organizada, en que no se sabe qué hacer con los jóvenes ni con los mayores. Se desaprovecha la energía de unos y la experiencia y sabiduría de otros. Entre tanta desorientación, la madre de Clint Eastwood animando a su hijo de 74 años es una gran sorpresa, sí señor.

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