Serafín, dibujante de las pomposas marquesas de 'La Codorniz'
El historietista y humorista gráfico Serafín Rojo Caamaño, Serafín, vinculado a la revista de humor La Codorniz, donde desarrolló sus célebres marquesas, falleció ayer por la tarde en el hospital de Alcorcón, Madrid, a los 77 años. Serafín había nacido en Madrid en 1925, pero durante la Guerra Civil se trasladó con su familia a Valencia, por lo que su desarrollo profesional se encauzó por el pujante mercado editorial valenciano. Desde la posguerra hasta los años sesenta, la capital levantina fue, junto a Barcelona, la principal capital de la edición de tebeos en España.
Serafín perteneció en sus comienzos al prolífico plantel de dibujantes de historieta que trabajaron para la Editorial Valenciana. Sus primeros trabajos fueron de carácter infantil. Una de sus primeras historietas fue publicada en la revista El Peque en 1941, suplemento infantil del diario Jornada. Poco después empezó a colaborar en la célebre revista Jaimito, claro exponente del humor infantil genuinamente valenciano. En ella creó series como Doña Tere, Don Panchito y su hijo Teresito, Saturnino Chichiflauta, Don Golín y Quinielón. También llegó a realizar, ya en los años setenta, una serie protagonizada por la célebre pareja humorística Tip y Coll. Asimismo, colaboró en otra de las emblemáticas revistas juveniles de los años sesenta Pumby, donde creó la familia Conejil. Por aquel entonces la competencia de las revistas infantiles en las que colaboró Serafín eran las publicadas por la Editorial Bruguera, de donde saldrían Mortadelo y Filemón.
Pero, a pesar de sus numerosas incursiones en el campo de la historieta infantil, el recuerdo de Serafín, y en el ámbito donde se expresó con mayor personalidad e intensidad, fue en el del humor adulto.
Por aquel entonces la publicación que representaba el humor a la contra de corte satírico era la revista La Codorniz, en donde empezó a colaborar en los años cincuenta. Fue en esta publicación donde aparecieron sus célebres marquesas.
Los personajes de Serafín, a pesar de la contención a la que obligaba la rígida censura de la época, transpiraban una gran y sarcástica carcajada que significaba una visión de la realidad que era especialmente hiriente con los personajes de alta alcurnia, de tradición de buena familia o advenedizos nuevos ricos que buscaban en los modos sofisticados un realce social que en la mayoría de los casos resultaba patético. Resultan inolvidables sus enjoyadas damas que solían ser observadas por pícaros y bajitos caballeros calvos vestidos de chaqué.
El trazo de Serafín era nervioso y vibrante. La urgencia de narrar estaba por encima de la búsqueda de un virtuosismo, que por otro lado no es necesario en el campo del humor gráfico.
En este sentido, su humor se situó siempre en el límite y en cierta manera fue el paso previo para que la siguiente generación de humoristas gráficos explotara en los últimos años del franquismo y en el periodo de la transición política con revistas como Por Favor, Hermano Lobo, Matarratos o El Papus, que, en su estela, pisaron hasta el fondo el pedal de la permisividad.-
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