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Isaac Muñoz, el escritor misterioso

Con frecuencia, los ríos del tiempo se llevan consigo a los hombres y a sus obras. Éste es el caso del escritor Isaac Muñoz (Granada, 1881-Vallecas, Madrid, 1925), autor literario de fama y prestigio en su época, prolijo articulista, novelista notable con una decena de obras firmadas, poeta... y ensayista ocasional sobre el quehacer político de España en el norte de África, debido, sin duda, a los años que vivió el autor en Ceuta y Marruecos. Pero, por encima de todo, Isaac Muñoz fue un hombre de letras de su tiempo. "En su creación literaria plasma todas las contradicciones, todas las ambigüedades y todos los deseos insatisfechos que marcaron aquel periodo de la cultura española", comenta la filóloga Amelina Correa, autora del libro Isaac Muñoz. Recuperación de un escritor finesecular, en el que analiza la obra y la vida del autor.

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El misterioso escritor, prácticamente olvidado, vuelve hoy a la actualidad al reeditarse La sombra de una Infanta (1910), su único libro de poemas, con un prólogo de Luis Antonio de Villena. Son 11 poemas, además de un retrato en forma de soneto de su íntimo amigo Francisco Villaespesa que glosa a Muñoz, en el primer cuarteto, en los siguientes términos: "Tarde llegaste al mundo. Tu sueño odia el reposo; / amas el fasto antiguo, la guerra y el amor, / y cruzas por la vida, callado y desdeñoso, / igual que un desterrado y noble emperador".

Por su parte, Villena alaba el poemario, del que dice que "testimonia, con gran vigor poético, un genuino sentimiento decadente, raro o poco frecuente en la España de la época".

Mas si se retrocede en el tiempo, se descubre a Muñoz en su Granada natal dando los primeros pasos literarios de la mano de Francisco Villaespesa, quizá, el más genuino modernista español del momento. Ambos emprenderían entonces, impulsados por las turbulencias del salto de un siglo a otro, la aventura común de crear bajo el manto del modernismo.

Y Muñoz le sacó el máximo jugo a su época; aquella vida anclada en el desencanto era un manantial inagotable para su inspiración. Su obra literaria así lo atestigua. Rasgos característicos de todas sus novelas -Voluptuosidad, Ambigua y cruel, Morena y trágica, Esmeralda de Oriente...- son el erotismo decadente de gusto refinado que fluye en su prosa.

"En efecto, Isaac Muñoz conjuga siempre la crueldad con el placer, el dolor con el éxtasis, el amor con la muerte. La culminación del acto sexual la describe míticamente; siempre lo presenta como la suprema vía de trascendencia para el ser humano", comenta Correa. "Él era un dandy, un bohemio exquisito", recuerda.

"Encarnaba, mejor que ningún otro", añade esta profesora de la Universidad de Sevilla, "el prototipo del artista que cree en la Belleza y en el Arte, con mayúsculas, como la aspiración suprema de un mundo -regido, en aquellos momentos, por los valores materialistas burgueses- que él consideraba triste y caduco".

Desprecia el progreso y desdeña la ciencia. De él escribiría Villaespesa: "Le causaba pavor la ciudad moderna donde consideraba que todo era uniforme. Por eso buscaba refugio en las catedrales sombrías y en las iglesias ruinosas, bajo cuyas bóvedas creía descubrir el soplo de terror de los grandes visionarios". Y Luis Antonio de Villena reitera: "Las obras de Muñoz contienen, probablemente, la prosa más enjoyada de nuestro modernismo simbolista".

Como el Valle-Inclán de las Sonatas, Isaac Muñoz fabrica su propia leyenda, de la que va nutriendo su vida y su obra. Su primera novela, Vida, publicada en 1904, anuncia ya los que van a ser, después, los rasgos más característicos de su obra. Voluptuosidad (1906) confirmará esa obsesión que tenía por el erotismo o por todo lo que procedía del Oriente, donde creía que se encarnaban, en su máxima expresión, la pureza y la libertad.

Gracias al traslado de su padre (militar de carrera) a Ceuta, en 1906, descubre un mundo nuevo que le fascina. Si ya era entusiasta de la corriente orientalista finesecular que entonces primaba, su entusiasmo crece hasta el paroxismo tras contactar con Marruecos. De aquellos años datan Morena y trágica (1908), La fiesta de la sangre (1908) y Alma infanzona (1910), tres novelas en las que se mezclan la pasión, el erotismo subido de tono, la refinada sensualidad, el lujo suntuoso...

También como articulista, otra de sus brillantes facetas, alcanzó Muñoz gran notoriedad. Entre los años 1911 y 1919 publicó más de 200 artículos en El Heraldo de Madrid, uno de los periódicos más prestigiosos de la época. Sus apariciones en portada, con temas sobre la política colonial del Gobierno, o sobre el Magreb, eran frecuentes.

Fue asimismo un asiduo de todas las revistas literarias de entonces. Renacimiento Latino, La Esfera, Nuevo Mundo y La Ilustración española publicaron sus artículos y cuentos. Como lo hicieron aquellas colecciones, entonces en boga, de El cuento Semanal o El libro popular.

Sin embargo, la enfermedad le atrapó pronto. La sífilis, el llamado mal del siglo, cercenó, finalmente, el hilo de su vida el 3 de marzo de 1925; aún no había cumplido los 44 años. Por entonces llevaba ya una larga temporada apartado de la creación y del mundo. Se había retirado al pueblo de Vallecas junto a su compañera Carmen Perucho, que regentaba una pequeña tienda, y su hijo, que fallecería, también, pocos años después de peritonitis.

Su último artículo, publicado en La Esfera, data de tres años antes de su muerte. Quizá ésta sea la razón... Realmente no se sabe por qué... Pero sólo El Heraldo de Madrid publicó una sentida necrológica del otrora afamado escritor Isaac Muñoz. La cizaña del olvido ya había echado raíces y empezaba a devorarle.

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