Trinitat Nova lucha por salir a flote
Las máquinas perforan las entrañas de Trinitat Nova por donde discurrirá la línea IV del Metro. Pero no son éstos los únicos movimientos que se perciben en este rincón de Nou Barris que se extiende desde la ladera de la sierra de Collserola, entre la Meridiana y la Ronda de Dalt, y donde residen 7.700 personas. En la superficie se notan las tremendas ganas de un amplio sector de residentes sensibilizados por el futuro de un barrio que pasa por horas bajas. La pérdida de población -entre 1986 y 1996 se fueron 2.416 personas- es un claro indicio. Las personas que llegaron a Trinitat Nova en los años cincuenta encontraron un polígono recién estrenado, con muchas carencias pero con una vitalidad que muchos añoran. De un tiempo a esta parte notan que el barrio se desliza por una pendiente de desánimo que desean atajar. Ha bastado que el veterano presidente vecinal, Diosdado Rebollo, lanzara la idea de un plan de choque para generar un clima de consenso. Hacía falta un revulsivo y fue Rebollo quien lo puso en bandeja. Su talante afable y su trayectoria en defensa del barrio allanaron el camino y animaron a sumarse a un equipo de gente joven que entre otras cosas hace de puente con ese sector más retraído a participar y con los que tienen especial interés en conectar. Los jóvenes residentes son "chicos invisibles", explica Rebollo, porque buscan su ambiente fuera. El experto en temas comunitarios Marco Marchioni contribuyó a que el plan arrancara. Rebollo oyó hablar del técnico italiano y pidió que se lo presentaran. Lo demás fue fácil. En la construcción del polígono, tres organismos de la época dejaron su huella. El Instituto Nacional de la Vivienda levantó los bloques de mejor calidad. La Obra Sindical del Hogar edificó pisos de las mismas dimensiones y con las mismas carencias que tantos otros de la época del desarrollismo. Pero las viviendas que dieron peor resultado fueron las del Patronato Municipal de la Vivienda. La mayor parte de estas últimas sucumbirá a la piqueta porque la aluminosis les acabó de dar el toque de gracia. El estado de conservación de las fincas que en su día levantó la Obra sindical (hoy son de ADIGSA), contrasta con el de las del Patronato. La diferencia estriba en que mientras en las primeras se invierten muchos recursos, en las del PMH ocurre lo contrario. Los miércoles el paisaje se anima. Es el día del mercadillo, del colorido de las paradas y del ir y venir de parroquianos que hace olvidar por unas horas que el resto de la semana las calles languidecen por falta de gente. El dato que les resulta más preocupante a los que sueñan con tiempos mejores es que de las 10.111 personas que vivían en 1986 en el barrio sólo quedaban 7.695, 10 años después. La mejor vacuna contra el pesimismo la aporta la reforma urbanística que se vislumbra. De las 1.025 viviendas que levantó el PMH en 1959 se derribarán 830 con aluminosis para dejar sitio a los pisos nuevos. Las sacudidas que producen las máquinas bajo tierra recuerdan que en la superficie un grupo de personas trabaja para que éste vuelva a ser un lugar donde apetezca vivir.
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