"La vida no termina aquí"
Después de tantas vueltas, paulatinamente se decantan las razones de este fracaso en el Mundial. Faltó verraquera [entusiasmo]. Es una cuestión de honor reconocer, que no tuvimos el empuje necesario en los momentos difíciles que nos planteó el campeonato. Quisimos ser superiores porque en los partidos previos se habló mucho de lo que era Colombia. Una cosa es decirlo y otra bien diferente es demostrarlo y lograrlo. Sigo pensando que Colombia es más futbolísticamente que sus enemigos, pero esos argumentos se refundieron en la cancha y perdimos totalmente la concentración. Nos ganaron por un elemento muy valedero, como es la fe. Entonces corrieron más que nosotros, se hicieron más fuertes con sus goles, y nunca, en esos dos encuentros, pudimos reacondicionar un nivel aceptable de juego.Son cosas que emergen tras la derrota, y cuando, aterrizamos planteamos otra actitud: no era cuestión de querer ganar desde el pitazo inicial, olvidándonos que siempre llegamos al arco contrario con diez o quince pases seguidos, tal como lo hicimos frente a Suiza. Con Rumania y Estados Unidos quisimos acercarnos lo más rápido posible, sin toque, sin triangulación.
En fin, una experiencia muy dolorosa, que simplemente es un llamado a la cordura, a la reflexión, y no lanzar alegres conceptos tratando de analizar todo un proceso de siete años, por un solo momento de derrota. Queda una sensación amarga porque sentimos que se desperdició una gran oportunidad de ratificar los progresos del fútbol colombiano, culminando un lapso brillante con el profe Francisco Maturana. Fue un grupo alegre, muy unido, con algunas cuestiones internas muy propias de equipos, pero sin mayor trascendencia.
Quiero agradecer al pueblo colombiano porque siempre encontramos un respaldo, aun en estos momentos difíciles para cualquier deportista. Muchos han entendido, otros no, pero igual hay que mirar hacia adelante porque todo va cicatrizando.
Esto no puede terminar porque se ha logrado un escalón alto. Hay que mantener la lucha por ese sitial.
Por dos partidos no se puede empañar un periodo brillante de siete años, con un fútbol idóneo, claro, elogiado, con un estilo y una identidad propia. Por el contrario, hay que sustentar ese trabajo con un respaldo decidido para toda la gente que vienen atrás. Esto es un llamado para quienes se sientan dentro del fútbol: hay que seguir construyendo entre todos.
Hay un fenómeno que no es solamente colombiano: cuando se pierde siempre se sacan los trapos al sol y el más mínimo detalle sirve para condimentar esa olla a presión para tratar de que reviente.
No. Quiero decir que éste fue un grupo muy unido, trabajador, que se toleró muchas cosas para sacar adelante este trabajo. Deseo aclararlo por las versiones que escucho ahora, cuando empacamos las maletas de regreso a casa.
Hay que ser gallardos en la victoria, pero mucho más en la derrota. Esto de buscar y rebuscar en el seno de la delegación no conlleva a ninguna situación benéfica. Además, me parece que no es una salida muy elegante frente al mundo, que nos ha reconocido una evolución futbolística y personal.
Preferiría un tiempo de espera para salvaguardar esa imagen bonita que se ha transmitido al mundo. No se nos puede tratar como si fuéramos cualquier clase de personas porque, antes de todo, hemos luchado por elevar el fútbol colombiano. De eso soy partícipe, y puedo asegurar que nada extraño sucedió en este grupo. Simplemente, nos encontramos en un bajón, fuimos incapaces de reaccionar en instantes duros, admitimos que fuimos responsables y nos regresamos con mucha más amargura al venir a reconocer en el tercer encuentro que sí teníamos materia prima para clasificarnos. Una lástima.
Pero, por favor, que el respeto se mantenga... Un abrazo fuerte para todos y para decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto, porque la vida no termina aquí.
Este artículo, publicado el pasado miércoles y escrito por el jugador Andrés Escobar, ha sido cedido por El Tiempo de Bogotá.
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