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Tribuna:gente
Tribuna
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Urtain, más dura fue la caída

Después de su combate ante Killer Kowalski en Oviedo, el campeón europeo de los pesos pesados José Manuel Ibar Urtain prepara intensamente su presentación en Madrid como luchador de catch.Ha llegado a la lucha libre después de pasar por la cocina de un restaurante deficitario y por una zapatería, en un raro eslálom que sólo puede comprenderse si se analiza el destino de los boxeadores, tan ligado a cambios bruscos, imponderables. Se hará llamar El tigre de Cestona, como en sus comienzos.

La coincidencia vuelve a confirmar que, salvo excepciones, los boxeadores nunca se alejan demasiado de sus duros principios. La historia de Urtain había sido escrita involuntariamente por los mentores del italiano Primo Carnera hace más de cincuenta años. Carnera fue uno de esos púgiles acromegálicos que los promotores lanzan cuando el público está predispuesto a creer en los superhombres. Medía algo más de dos metros, pesaba algo más de cien kilos, y hasta ser elegido se había ganado la vida como forzudo de circo, levantando pesas de corcho pavonado.

Le hacían salir a la pista con un taparrabos de piel de leopardo, para sugerir una falsa relación entre la felinidad y el gigantismo. Su trabajo era muy simple: llegaba, simulaba un esfuerzo extraordinario y se iba. Un día le quitaron las pesas de las manos y le pusieron unos guantes de boxeo. Allí empezó su carrera.

Luego, su fortaleza aparente no tuvo respuesta alguna en su pegada. Sus golpes no hacían daño; se limitaban a molestar. Sin embargo, los promotores resolvieron el problema rápidamente: lo que no se consiguiese con los puños de Carnera podía conseguirse con un cheque al portador. De este modo los rivales fueron cayendo uno a uno ante los Ojos, primero atónitos y luego indiferentes, del ídolo.

La comedia concluyo cuando, ya campeón del mundo, hubo de enfrentarse a Max Baer, un boxeador judío que prefería ser campeón a ser millonario. Primo Carnera se pasó el combate levantándose del suelo, y Baer, derribándole. Ganó Baer por demolición. Con lo que quedaba de¡ ex campeón mundial los promotores hicieron un luchador.

Hoy quieren hacer un luchador con Urtain. Su carrera deportiva consistió en un preámbulo como levantador de piedras y en una sucesión de victorias equívocas, en las que lo único cierto fue un extraño compromiso personal del nuevo ídolo con la honradez o, por lo menos, con la agresividad. En lugar de vencer a boxeadores vendidos, venció a camioneros, estibadores, paquetes, transformistas y buscadores de fortuna.

Tal vez no fuese muy riguroso en los entrenamientos, ni tuviese la coordinación muscular de los estilistas o la solidez de los fajadores, pero acostumbraba a apretar los dientes en dos momentos decisivos: cuando pegaba y cuando recibía. A pesar de ello, no pudo eludir su destino. Acabó, como Primo Carnera, sin apenas salir de Europa. Más dura fue la caída.

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