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El Madrid triunfa como bloque ante el Villarreal

Desde lo colectivo, los de Zidane se imponen con mucha autoridad a un Villarreal desconocido con la pelota

Cristiano Ronaldo intenta una chilena.Vídeo: Luis Sevillano / EFE
José Sámano

Un Madrid mosquetero como casi nunca se mantiene al acecho en una Liga con la que ni soñaba. La jornada le programó tras las victorias de Barça y Atlético y al Bernabéu llegaba un rival tan solvente como el Villarreal, cuarto en el campeonato y semifinalista en Europa. No hubo debate, el Madrid, muy solvente de principio a fin, selló el partido con un timbre de autoridad incuestionable. Desnaturalizó por completo a su adversario con un ejercicio colectivo, muy gremial, sin renglones torcidos. El grupo se impuso a los solistas y los blancos fueron todos a una. Ni siquiera precisaron acabar con once. Cuando faltaban unos minutos y Zidane ya había hecho los tres cambios, Cristiano, el único que había jugado todos los partidos completos del torneo, se fue al vestuario sin mediar palabra con los suyos o con el árbitro, como es preciso. Su gesto delataba molestias. Inquietante para los suyos, por más que para entonces el Madrid ya hubiera sido bastante Madrid y alcanzado un curso más los 100 goles en el campeonato. Enfrente no hubo Villarreal conocido.

El Real no fue ese equipo de ráfagas ofensivas y desaplicaciones defensivas. Esta vez fue un Madrid armónico, con pegamento entre las líneas, coral, sin desbandadas. Un Madrid bien articulado en todos los sectores del campo y en todas las facetas del juego, en el toque y en el quite. Al frente de todos, como símbolo del convenio del grupo, Lucas Vázquez, futbolista con mucho repertorio. Regateador y veloz para ser extremo, inteligente para filtrarse por el centro y solidario en la marcha atrás, cuando toca tirar de pico y pala. Lucas, relevo de Bale, representa el dichoso equilibrio que buscan los entrenadores. Es de la casa y no llamaría la atención en la Gran Vía, por solo le falta cartel.

Con Lucas de protagonista, y a su espalda otra vez un desdichado Danilo durante muchos minutos, el conjunto de Zidane abrochó el partido sin que el Villarreal, por lo general muy saneado con la pelota, tuviera predicamento. El Madrid le ahogó cerca de su portero, Asenjo, con una presión alta, sin escaqueos sin la pelota y con muleta con ella. El balón era un artefacto en las piernas de los amarillos, pese a su exquisita nómina de centrocampistas. Del desaliño visitante mucho tuvo que ver este Madrid más equipo que de costumbre. Nunca se precipitó, no entró en combustión, sabedor de que enfrente no había un adversario cualquiera, por mucho que los chicos de Marcelino no pasaran su mejor noche. El Madrid de las trombas estuvo más contenido, como si oliera que el encuentro requería otra digestión.

Encapsulado el Villarreal, el discurrir del partido permitió que se activaran los volantes madridistas, en otras ocasiones actores de reparto mientras unos reman al frente y otros en la retaguardia. Kroos, Modric y Lucas, por supuesto, se clavaron en el perímetro del área de Asenjo y el equipo colonizó el juego. Los tres ofrecieron soluciones, por dentro y por los costados, donde Marcelo puso remedio ante la flojera de Danilo por la otra orilla. No había muchos avisos en las narices de Asenjo, pero el gol era cuestión de tiempo. No podía ser de otra manera frente a un Villarreal limitado a la trinchera. Es un equipo que ha crecido de forma notable en los aspectos defensivos, ahora tiene otra mordida. Pero esa mejora respecto a otros cursos no le había desteñido a la hora de manejar el balón con tino. En Chamartín solo compareció medio Villarreal, el de la retaguardia. De ello vivió toda la jornada.

Pese a las cerraduras del conjunto castellonense, el gol llegó como consecuencia del juego, de lo que solo se encargaron los muchachos de Zidane. Cristiano, que había adivinado el destemple de Mario en la banda derecha, se descolgó por la zona. En su segunda incursión, su centro lo desvió Asenjo hacia el pasillo central del área, donde anidaba Benzema, que solo tuvo que poner la cabeza. Poco después, el Villarreal tuvo su media oportunidad de la noche, un remate de Denis Suárez a un paso del intermedio bien interceptado por Keylor, que siempre está, aunque el encuentro solo le requiera una vez.

Irreconocible el Villarreal, con aire fatigado toda la noche, el duelo no cambió de forma apreciable el discurso en el segundo acto. Los de Marcelino, gente del pie de seda de Bruno, Denis, Trigueros y Dos Santos, se hacían un esguince con la pelota. Un toque, y pérdida; un toque, y pérdida. Solo un milagro podía darle vidilla, pero no tampoco había migas de Bakambu, uno de los mejores novatos de esta Liga, ni de Adrián. Como en el fútbol dos y dos pueden ser cinco, el Madrid mantuvo el rigor hasta que Lucas, el mejor en una noche sin tachas –hasta Danilo se animó en el segundo tiempo­-, metió el turbo, sacó la cadena a varios contrarios y batió a Asenjo.

La merecida banderilla de Lucas permitió a Zidane mover el cesto, dar metraje a Isco y James, a los que se ha empeñado en rescatar de las tinieblas de esta temporada. Con la Champions a la vista y vivo en la Liga, el Madrid necesita reclutas en plenitud, no solo los “titularísimos”. Uno de ellos es Modric, autor del tercer gol con un golpeo de mucha categoría, como lo fue la asistencia de Danilo, al que cada detalle positivo le viene de perlas. El brasileño anda tan afligido que hasta se quedó petrificado cuando le sancionaron con una tarjeta por una falta de Casemiro. Él estaba a varias Lunas. Anecdótico para un Madrid de cuerpo entero justo cuando todas las habichuelas están en juego.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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