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Berdych elimina a Nadal

Tras un arranque para enmarcar, el checo detiene el intento de remontada del español y llega a semifinales (6-2, 6-0 y 7-6)

Nadal espera en la red a Berdych tras perder el partido.
Nadal espera en la red a Berdych tras perder el partido.Clive Brunskill (Getty Images)

Tomas Berdych eliminó 6-2, 6-0 y 7-6 a Rafael Nadal en cuartos de final del Abierto de Australia, y con un partido para enmarcar, cerró una herida de 17 derrotas consecutivas contra el español. El número siete mundial, que se arriesgaba a convertirse en el primer tenista que caía 18 veces seguidas con el mismo rival, abrumó a un Nadal pálido, desdibujado y disparado en los errores no forzados (26), que pareció desplazarse con dificultades por un problema muscular en la pierna derecha y se tomó una pastilla durante el encuentro. El reloj lo dijo todo sobre lo competido que fue el partido: las dos primeras mangas consumieron una hora y el total del duelo 2h 13m. El número tres creció en la tercera manga (duró 1h13m), donde soñó con la remontada (4-4 y dos bolas de break) y salvó hasta tres puntos de partido, pero su versión más reconocible llegó demasiado tarde. Berdych jugará las semifinales, donde espera al vencedor del Andy Murray-Nick Kyrgios.

Los cuartos se compiten entre el silencio que acompaña a las sorpresas mayúsculas. Con frio y viento. Sin que el público encuentre razones para emocionarse, tan unidireccional es el partido. Nadal, que no se enfrentaba a un top-10 desde Roland Garros 2014, tiene problemas para desplazarse hacia su derecha. Apenas aprieta el puño o gruñe en el golpeo, desde siempre su marca. No domina desde el fondo, su reino. Algo le pasa, observa Berdych, que inmediatamente olvida los fantasmas estadísticos y se lanza a la yugular del partido.

Una sencilla jugada, mil veces utilizada contra Nadal y mil veces neutralizada por el español, sirve para que Berdych respire en los pocos momentos de agobio que vive. El checo saca sobre el revés del español, obligándole a desplazarse a un extremo de la pista, y remata la jugada en la orilla opuesta, a donde no llega ni un correcaminos. Alentado por Daniel Valverdú, el extécnico de Andy Murray, que tiene solo 28 años, el número siete aplica a conciencia el manual de todas las estrategias que le hacen daño a su rival. Una y otra vez ataca contra su drive, aprovechando el hueco que deja Nadal para llegar más fácilmente al revés (no espera en el centro de la línea, sino un poco hacia su derecha). Intenta cerrar las jugadas en la red, aunque frecuentemente es pasado. Saca como los ángeles. Juega a una velocidad supersónica y castiga los segundos saques del mallorquín, que tiene que esperar hasta el tercer set para apuntarse el primer punto en ese apartado. En muchos aspectos, es Berdych ejecutando la táctica de Novak Djokovic.

Cada punto que gana el español al resto es una heroicidad. Le exige correr como un gamo, pegar reveses agónicos y arriesgar derechazos al límite. Berdych, mientras tanto, se planta en el centro de la línea de fondo, repartiendo el juego a un lado y al otro, como abanicándose. Sus restos tienen una profundidad hiriente. Muerden a Nadal en los tobillos. Le quitan la iniciativa. El número tres mundial no encuentra nada a lo que agarrarse, una chispa que encienda su corazón guerrero.

Cuando Berdych logra el primer break, él se procura dos bolas de rotura y no las convierte. Cuando arranca el segundo set e intenta mantenerlo igualado, ver de qué está hecho el checo, jugar con el recuerdo de sus 17 victorias seguidas, pierde el saque inmediatamente (2-6 y 0-2). Cuando quiere mantenerse a flote, se ahoga: concede con doble falta un segundo break en la segunda manga (2-6 y 0-4). Nunca logra saber cómo se comportaría Berdych en un momento de aprieto, porque el número siete mundial siempre juega a favor de viento, con el marcador sonriéndole. En una hora exacta, el checo ya había sumado los dos primeros sets. Él habla y su contrario, que nos se apunta ningún break, calla.

Así, Nadal ya no juega en Melbourne. El español, que llegó al primer grande del año sin victorias, y tras un último semestre de 2014 sin continuidad competitiva, podría sentirse satisfecho con la ronda alcanzada en un torneo sobre cemento, que no es su superficie predilecta. El campeón de 14 grandes, sin embargo, compite para ganar, juega para sumar títulos del máximo prestigio, sin otra meta que la historia. La derrota, en consecuencia, subraya que necesita más continuidad, jugar más torneos seguidos, para volver a competir cara a cara con los mejores fuera de tierra batida.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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