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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aire fresco

Hay secuencias de 'The Walking Dead' que recuerdan a las reuniones del PP de Valencia o de Madrid

Ángel S. Harguindey

La ventaja de que comenzara el pasado lunes la segunda entrega de la sexta temporada de The Walking Dead, con sus cientos de zombies apuñalados, acuchillados, ametrallados y espachurrados, es que se agradece como un soplo de aire fresco que contrarresta al ambiente de los informativos. Es verdad que el arranque deja ya una ristra de cadáveres de los motorizados Salvadores pero no menos cierto es que cada mañana nos levantamos con otra ristra de cadáveres políticos que se reparten ordenadamente entre Valencia y Madrid.

La otrora idílica Alexandría acabará convertida en un vertedero de vísceras y cráneos rodantes. Rick, el líder de los supervivientes, ha llegado al límite. Los zombies acaban de devorar a Jessie y a su hijo pequeño, Sam, al mismo tiempo que Ron, su hijo mayor, apunta con una pistola a Rick y a Carl, acción que no consigue culminar porque Michonne le atraviesa por la espalda con su katana. Lamentablemente Carl recibe una bala en un ojo aunque sobrevivirá.

Es cierto que hay secuencias que recuerdan a las reuniones del PP de Valencia o de Madrid pero a diferencia de los cónclaves políticos ninguno de los alexandrinos tiene un Ferrari o se aloja en hoteles de 700 euros la noche. Comparten, eso sí, la firme voluntad de acabar con los caminantes en un caso, y con la corrupción en el otro.

Si se analizan el número de espectadores y la evolución de los votantes, se comprueba como a mayor número de capítulos de la extraordinaria serie creada y producida por Frank Darabont y basada en el cómic homónimo de Robert Kirkman, la popularidad aumenta: del, por ejemplo, estreno en EE.UU de la primera temporada con sus 5,3 millones de espectadores se pasó a los 16,1 millones en el estreno de la cuarta, exactamente lo contrario que ocurre con la aceptación popular de los partidos mayoritarios que en cada nueva temporada disminuye el número de sus seguidores. Dicho de otra manera: los partidos deberían de cambiar de guionistas.

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