El triunfo de la transgresión
Conchita Wurst, el personaje de mujer barbuda, gana para Austria el Festival de Eurovisión La española Ruth Lorenzo queda en el décimo puesto y empata con Dinamarca El público congregado en Copenhague abuchea a Rusia
La llegada por tierra, mar y aire, al más puro estilo James Bond, de las banderas de los países participantes al colosal B&W Arena de Copenhague dio anoche el pistoletazo de salida al Festival de Eurovisión, que ganó la transgresora Conchita Wurst, el personaje de mujer barbuda con tacones de vértigo y un look medido al milímetro creado por Tom Neuwirth, nacido en 1988 en la localidad austriaca de Gmunden.
Excéntrica estrella de los programas de telerrealidad, Wurst se desquitó de la decepción que le supuso quedar fuera del eurofestival hace dos años, cuando aspiraba a participar en la edición que se celebró en Azerbaiyán. Con Rise like a phoenix, ayer consiguió 290 puntos, por delante de Holanda y Suecia. Austria conseguía su segunda victoria en la historia del certamen.
Ruth Lorenzo, la representante de TVE, quedó en décimo puesto empatada con Dinamarca, con 74 puntos, procedentes de 17 países. Para sorpresa de muchos, Portugal dio la espalda a España.
Si Conchita Wurst puso la nota exótica, la polémica llegó de la mano de Rusia. Los eurofans tiñeron de política la fase de las votaciones. Los puntos concedidos a las gemelas Anastasia y María Tolmatchevy —que acudían a Copenhague ocho años después de haber ganado Eurovisión Junior— eran recibidos por el público con estruendosas pitadas. Hasta el extremo de que los presentadores tuvieron que recordar que la gala era un foro musical y no político.
En el trasfondo de los abucheos estaba el conflicto con Ucrania, una nación que por unas horas aparcó la violencia. Mariya Yaremchuk, una de las grandes promesas del país, nacida hace 21 años y ganadora de la versión local de La Voz, fue precisamente la encargada de abrir la 59ª edición del certamen. Defendió la canción Tick tock arropada por una oleada de incondicionales fans.
Ruth Lorenzo, la representante de TVE, salió al escenario —un enorme cubo salpicado por espectaculares juegos de luces— en el 19º puesto, entre Finlandia y Suiza. Y lo hizo con soltura y potencia, en una sobria actuación aliñada con una explosión de chorros luminosos que simulaban lluvia.
La cantante murciana acudía con el tema Dancing in the rain, compuesto por ella misma e interpretado parcialmente en inglés, lo que le ha reportado no pocas críticas. Pero hace ya tiempo que Eurovisión acabó con la tradición de que cada país cantara en su idioma oficial. Después de años de vaivenes, en 1999 dio libertad a los países para el uso del idioma, dejando atrás la norma que obligaba a usar la lengua nativa. Desde entonces, el inglés ha ido poco a poco canibalizando las otras lenguas europeas, aunque a esta tendencia se resisten Francia o Italia.
La capital danesa, que organizaba el certamen por tercera vez en sus casi seis décadas de existencia, derrochó medios económicos y tecnológicos para hacer brillar una fiesta de luz y sonido que alcanzó su momento cumbre cuando Emmelie de Forest cantó el tema folk con el que ganó el año pasado acompañada por todos los participantes de esta edición.
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