"Me veo de Capitán Garfio"
Pregunta. Premio Nacional de Sociología del CIS: ¿es el primero de la clase o tenía amiguetes en el tribunal?
Respuesta. Es que soy viejo. Y a lo mejor dan estos premios a las personas que están aún presentes, lo cual es amable.
P. ¿Para qué vale la sociología?
R. Me gustaría que valiera para algo, pero muchos sociólogos me producen intriga al respecto. Un compañero iba hace poco en un taxi y, tras un accidente con otro conductor, el taxista gritó: "¡Enterao! ¡Sociólogo!". Debemos de ser vistos como un poco charlatanes.
P. Dirige el Centro de Estudios Sociales de la Fundación March. ¿Qué, está de balneario?
R. Eso debería preguntárselo a quienes trabajan allí, que más bien dirían que están sometidos a trabajos forzados.
P. Se le consideró como gran ideólogo de la victoria socialista del 82. ¿Se la apunta?
R. No. Se la apunta Felipe González, que fue quien tiró del carro.
P. ¿Zapatero le pregunta algo?
R. Me pregunta algo, pero no estoy seguro de que mis respuestas sirvan para nada.
P. En el 92 dijo que el PSOE necesitaba un revulsivo, y joven. ¿Es él?
R. Sí. Ha sido muy revulsivo.
P. "El PSOE es un violín con varias cuerdas". ¿Cuál desafina?
R. Eso lo dije hace tiempo. Ahora está sonando fundamentalmente una cuerda, muy dirigido por Zapatero.
P. ¿Y de cuerdas, al partido no se le ha roto ninguna?
R. No lo sé, porque procuro no ir en viajes del Inserso a actos públicos del partido socialista. Mantenerme al margen y opinar cuando me lo piden.
P. En 1991 afirmó: "La apertura del PSOE es una cuestión de talante". ¿Tendría que cobrar derechos de autor al presidente?
R. Por mí, encantado. Me había olvidado de esa palabra [ríe]. Se ha producido esa casualidad. He dicho muchas veces que hay una cosa que me encanta de Zapatero: hasta qué punto él garantiza la tolerancia, ese bien tan escaso en este país. El PP garantiza la intolerancia.
P. Usted fue secretario de formación. ¿Los ve bien formaditos?
R. Se han hecho ya mayores, sí, son formaditos. Yo los dejé muy niños.
P. ¿Blanco los lleva más derechos que una vela?
R. No estoy muy seguro. Lo que lleva a un partido más derecho que una vela es que le esté yendo bien electoralmente y tenga perspectivas optimistas.
P. ¿Y es el caso?
R. A Rajoy se le ha puesto cara de perdedor. Y esto va asociado con que a Esperanza Aguirre se le ha puesto cara de ambición.
P. ¿Qué necesitan más los políticos: el diván o la masajista?
R. Quizá hacer un poco de footing, porque lo de la masajista no sé si es demasiado confortable. Además, así pisan la calle.
P. ¿En los partidos los cortan por el mismo patrón?
R. ¿Miles de Aznares, como los muñequitos de papel cogidos de la mano?
P. Tampoco amenace.
R. ¿Sí, verdad? Íbamos tranquilos. Luego no son todos iguales.
P. ¿En qué partido son más exóticos?
R. En el PP, porque se encuentran menos de ese tipo en el mundo. Deberían ser una especie protegida.
P. Dice que su estado natural es la docencia. ¿Ser ministro fue su estado artificial?
R. Mi estado temporal, más que artificial. Un paréntesis.
P. Usted, mucho profesor en Harvard, Warwick, Columbia..., pero nada de nada en Georgetown. ¿Aznar le moja la oreja?
R. Tengo una invitación para ir a Georgetown. Pero no es una universidad como para tirar cohetes. Es otra división.
P. Procede de Xátiva. ¿En política de quiénes aprendió, de los Borgia?
R. No [ríe]. Hubiera sobrevivido más tiempo.
P. Solbes me dijo en una entrevista que era el abuelito de Heidi. ¿Usted qué abuelo es, tipo Cebolleta?
R. Un poco. Lo dicen personas de 40 años cuando hablo demasiado.
P. ¿En qué personaje de cuento se ve?
R. Puestos a hablar de abuelo Cebolleta y de mis nietos, me veo de Capitán Garfio. Es el que me asignan en los juegos. Pero el cocodrilo se me escapa siempre.
P. ¿Dónde tiene la coquetería?
R. ¿Qué puedo decirle que no me haga vulnerable? [Ríe]. Supongo que en conversar, jugar de esa manera.
P. ¿Qué habilidades le adornan?
R. Contar cuentos, historias. Improviso mucho. Decido viajes y otras cosas sobre la marcha.
P. ¿Y nunca improvisaría volver a la política?
R. ¿A mi edad y con estos pelos?
Perfil
Con 65 años y dos hijos, tiene una lucidez y un aparente equilibrio personal que podrían explicarse en su frase "me lo paso bien cada día". Aborda la política de su partido quizá con más distancia de la que quisiera.
Se confiesa romántico, y dice que le gusta el cine, pasear
y viajar. Es un merengón impenitente, y enseña como nadie cómo mantener abierta la boca de un cocodrilo. A buenas horas, diría Garfio.
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