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Columna
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El usted

Los que abominan del "usted" por considerarlo carca no se acuerdan de aquella España popular en la que el "usted" se usaba con gracia y respeto. En Madrid, ciudad en la que el pueblo hablaba con cómica solemnidad, "señor" y "señora" se anteponían al nombre propio con gran desparpajo para darle categoría a la portera o al panadero. "La señá Lupe", "el señor Fidel". Ahora el "usted" parece tristemente perdido en la jerga zarzuelera. Hoy el "usted" da miedo. Tanto miedo da que la Comunidad de Madrid, que ha anunciado el propósito de elevar al profesorado al rango de autoridad pública, nos tranquiliza enseguida diciéndonos que eso no significará la vuelta del "usted". Asombra que nos parezca normal que vayan antes las medidas coercitivas que las de simple trato, que forman parte de esa pedagogía cotidiana que previene contra la brutalidad.

El debate educativo en España padece el mismo envenenamiento que casi cualquier asunto que precise un consenso social. Cada vez que se lee una columna o un editorial sobre la educación el periodista se cura en salud y pierde tres líneas aclarando que defender la autoridad no significa añorar el sistema represivo franquista. Qué pereza. El caso es que basta con visitar los liceos franceses para comprobar cómo los escolares se dirigen a sus maestros como Madame y Monsieur; en ese trato, contra lo que muchos españoles pudieran pensar, no hay una distancia antipática, sino cordialidad y respeto.

Perderemos el usted, a pesar de la avalancha de latinoamericanos que a diario nos lo regalan, lo perderán ellos para integrarse (como decía Rosa Montero), o, quién sabe, cabe la posibilidad de que en el futuro se imponga una vuelta a la delicadeza en el trato, incluso en el periodismo, donde yo lo echo de menos hasta en las entrevistas, que cada vez me parecen más charletas entre coleguillas.

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