_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un respeto

Si todas las españolas que han tenido que abortar en su vida dieran un paso al frente, seríamos conscientes de la realidad de la que estamos hablando. En ese porcentaje, sin límite de edad, estarían aquellas mujeres que acudieron al piso de una abortera en los cuarenta; andando en el tiempo, nos encontraríamos con las que fueron a Londres un fin de semana, angustiadas por ser atendidas en una lengua que no conocían, y ya, en los últimos años, tendríamos a las que interrumpieron su embarazo en esas clínicas privadas que hicieron el papel que correspondía a la sanidad pública. Detrás de todos aquellos que opinan a gritos, Iglesia o acusadores espontáneos, hay muchas experiencias dolorosas. Un respeto.

Esta parte de la historia de las mujeres (tranquilos los que teman que voy a soltar el discursito de "la heroicidad de ser mujer") está plagada de silencios. Ni siquiera entre nosotras, tan dadas, se dice, a la conversación, se toca el tema. Cada una lleva consigo su secreto, su remordimiento, su alivio no exento de dolor, el rencor hacia quien no estuvo a la altura. Un respeto.

Es un asunto tan íntimo que el papel del Estado debe limitarse a crear el escenario para facilitar la libertad en esa decisión. Pienso que es algo que entiende la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, me sorprendió que Trinidad Jiménez dijera que el debate está cerrado. Las democracias no tienen jamás debates cerrados. Lo compruebo cada vez que escribo sobre este asunto, defendiendo la ley de plazos, porque recibo cartas sorprendentes. El perfil del que se muestra reticente a esta ley no es sólo el derechista recalcitrante (ya quisiéramos), sino alguien que puede votar al mismo partido de la ministra. Y puedo entenderlo, aunque no lo comparta. Así debiéramos recibir esta ley. Como una opción a que mujeres adultas obren según su conciencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_