"Nuestro pueblo se hundirá si no ayudan todos"
Dionis Guiteras abandona la anguila enterrada en arroz a medio trocear, alza los palillos a la altura de los ojos y lanza: "Estamos en una situación muy bestia, cuidado cómo lo explicas que no queremos espantar a nadie". El pasado mayo, a este empresario de 41 años no se le ocurrió otra cosa que presentarse a las elecciones municipales de Moià (Barcelona, 5.700 habitantes), por la coalición Ara Moià-ERC. Ahora es el alcalde de una de las localidades más endeudadas del país: debe unos 25 millones de euros, cerca del 400% del presupuesto, y Guiteras ha declarado el Ayuntamiento en quiebra técnica ante la imposibilidad de pagar nóminas y a proveedores. "Cuidado, que se me asustan los bancos", ruega el alcalde.
El alcalde de Moià ha implicado a los vecinos en la gestión del municipio
Sin escándalos: las deudas de Moià han obligado a Guiteras a idear nuevas vías de gestión municipal para evitar el desastre. "Nos basamos en la colaboración gratuita de la gente, porque no podemos pagar", dice el alcalde que se ha asignado un sueldo mileurista y rodeado de concejales sin nómina. "Los profesionales de economía echan una mano, los expertos en gestión sanitaria otra... Nos asesoran, pero la última decisión la tomamos en el Consistorio", detalla. "Entre todos marcamos una hoja de ruta y los ciudadanos actúan como miembros de un consejo de administración. Ayudan mucho porque cada uno es experto en su campo y los políticos no podemos saber de todo". Sin apenas presupuesto, pero gracias a los moianeses, Moià funciona. "Dijimos a la gente: mirad, nuestro pueblo se hundirá si no nos ayudan todos". Así que a veces los comerciantes se encargan de limpiar las calles, los aficionados al teatro se ocupan de la gestión cultural, el arquitecto asesora sobre los equipamientos públicos. "Los habitantes de cualquier pueblo tienen un potencial enorme", exclama el alcalde mientras pide otro platillo que inunda con poca soja y mucho wasabi. "Soy muy de comer picante", se excusa.
La abultada deuda de Moià ha forzado esta situación pero cuadra con la relación entre política y sociedad que defiende Guiteras. "La gente deber implicarse en la gestión pública. Todos somos parte del problema y de la solución", arranca. "¿Qué hemos venido a hacer en este mundo? ¿Solo comemos y defecamos o somos animales sociales? Pues mejor colaborar entre todos". Guiteras sostiene que el desengaño con la clase política se resolvería empleando el potencial de cada uno en la ciudad. "Falta implicación", lamenta. "Todos tenemos nuestras capacidades pero solo las aplicamos egoístamente. Los políticos venimos de la sociedad y si la sociedad es banal, los políticos también deberán serlo".
En un pueblo, asume, avanzar hacia esta gestión pública mancomunada resulta más sencillo. Guiteras es de esos alcaldes que suele gobernar desde el bar, entre cafés y discusiones. "Es que en los pueblos todos nos encontramos a la hora del café, a media tarde...", relata. ¿Pero es posible aplicar la colaboración ciudadana en megaurbes como Barcelona o Madrid? "Seguramente no de la misma manera", admite con los palillos embarrados con wasabi. "Pero es posible. En las grandes ciudades solo falta la estructura que permita a la gente conectar con la gestión pública", señala. "Porque en las ciudades hay más potencial pero claro, ahí los alcaldes no se pasean por los bares".
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