"Es hora de aceptar la eutanasia"
El sufrimiento de un ser querido es una experiencia que marca a cualquier ser humano. Pero en algunos casos la experiencia directa del dolor de un familiar puede marcar toda una vida y darle un rumbo inesperado a la existencia. Fue el caso del doctor Jerôme Sobel, especialista en cirugía maxilofacial, de 55 años, casado y con dos hijos. "La grave y dolorosa enfermedad de mi abuela, a la que tanto quise, está en el origen de mi lucha. Sus demandas constantes y lúcidas de poner fin a su vida me hicieron tomar consciencia del drama", explica en su consulta de Lausana.
"El caso de Chantal Sébire fue la cumbre de la hipocresía y la estupidez"
Lucha por el "derecho a la muerte digna" desde el seno de la asociación Exit, que dirige desde 1982. Y es que este hombre sereno y de sonrisa afable ha hecho del suicidio asistido un tema de interés nacional en Suiza. Allí no está perseguida por la ley (aunque sí lo está la eutanasia activa), y la opinión pública apoya en un 87% el derecho de los enfermos terminales a poner fin a su vida con ayuda de organizaciones como Exit, que cuenta con 70.000 socios.
"Nunca antes nuestro trabajo había estado tan legitimado. En Suiza hoy somos interlocutores reconocidos por el Estado", comenta satisfecho Sobel, aunque matiza que el combate no ha terminado. "Es hora de que los Gobiernos europeos acepten la asistencia al suicidio y también la eutanasia activa para casos extremos. Se debe poder ayudar al paciente terminal en todas las circunstancias".
Pero para todo hay una primera vez. Incluso para ayudar a morir a quien lo pide. ¿Cómo fue su primera experiencia? "Fue un colega médico, aquejado de cáncer, en 1998", rememora. Sobel le rogó que aceptara un tratamiento, pero se comprometió a ayudarle si la terapia fracasaba. "Él se inyectó directamente el veneno (pentobarbital sódico) en la sonda gástrica. Ese día marca un antes y un después entre la clandestinidad y una total transparencia". Pero si su primera asistencia "transparente" a un suicidio fue en 1998, ¿qué ocurrió antes? "De lo que pueda haber pasado antes de ese día prefiero no hablar".
El médico suizo se confiesa entusiasmado por los progresos que han tenido lugar este año y destaca que Luxemburgo aprobó en febrero la despenalización de la eutanasia activa y del suicidio asistido. "Es un triunfo que convierte a Benelux en la primera región del mundo en reconocer estos derechos", valora. Incluso en Estados Unidos sus tesis comienzan a ser aceptadas. "El Estado de Washington está por aprobar una ley siguiendo el ejemplo de Oregón, donde ya está vigente", enfatiza, y aclara que "en los países que practican el suicidio asistido no hay ninguna deriva peligrosa".
Pero a pesar de estos éxitos, la resistencia al suicidio asistido, y, más aún, a la eutanasia activa, sigue existiendo y es poderosa. El cirujano suizo relaciona ese rechazo con la religión. "El gran problema de fondo es el tabú de la vida humana. En general, quienes no apoyan la asistencia al suicidio son creyentes", analiza, "y de forma consciente o inconsciente están marcados por una visión divina de la existencia".
El doctor Sobel se indigna cuando sale a relucir el caso que ha marcado este año, el de Chantal Sébire. Pierde su beatífica sonrisa y casi furioso, responde: "Este caso fue la cumbre de la hipocresía y la estupidez. Si el Gobierno francés es incapaz de responder ante un drama así, prueba que se mueve por prejuicios. No lo comprendo, y menos aún que ahora busquen a quienes la ayudaron para llevarles a juicio. La obligaron a morir sola en vez de rodeada del amor de los suyos. Es una falta de compasión y generosidad que me aterroriza".
El domingo pasado, otro francés que sufría una rara enfermedad degenerativa, Rèmy Salvat (de 23 años), también se quitó la vida. El mismo presidente del Gobierno, Nicolas Sarkozy, le había negado por carta la asistencia que requería para morir en paz.
"Un suicidio asistido no se improvisa", prosigue Sobel antes de comentar su propuesta, presentada al Parlamento suizo este año, para que el fin de la vida sea materia de estudio en las facultades de medicina y escuelas de enfermería. "Mi mayor deseo es que un día mis servicios ya no sean necesarios y los médicos de cabecera estén capacitados para acompañar a sus pacientes en el momento final".
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