"La bodega es un lugar mágico de pasado y futuro"
Hubo una época, mediados de los setenta, en que Francia se paralizaba a las nueve y media de la noche porque en la tele echaban Apostrophes, el programa sobre libros de Bernard Pivot. Claro que entonces sólo había cuatro canales, pero era asombrosa la capacidad de Pivot para dirigir suavemente un debate fluido, cordial e inteligible entre cuatro o cinco autores. También era admirable su conocimiento de la obra de todos aquellos invitados. Se hizo tan popular (no sólo en Francia), que incluso fue tema de un tronchante tebeo de Pétillon en donde el doctor Maligno, genio del mal con pujos de literato, secuestra a los invitados al programa y amenaza con matarlos si Pivot no le invita a Apostrophes para hablar de su libro.
El gran divulgador de la cultura francesa rinde tributo al vino
"Nunca recibí a ningún invitado sin conocer su obra y sin haber encontrado cómo conectarla con la de los compañeros del debate. Creo que también les caía simpático a los espectadores porque no soy escritor, profesor ni académico, sino uno de los suyos: un lector, sorprendido y encantado de conversar con los autores como si estuviera en mi casa", dice Pivot, ya jubilado de la tele pero aún activo en la prensa literaria, que ha estado estos días en Barcelona para hablar de su libro, Diccionario del amante del vino (ed. Paidós).
Reverencia el vino como los libros. Y le sorprende que en la literatura menudeen tanto los desvanes (donde siempre hay un baúl polvoriento que encierra un tremendo secreto de familia). "Y en realidad, ¿qué hay en el desván? ¿Un somier, una nevera averiada? En cambio, la bodega no aparece nunca en la literatura, y eso que la bodega sí que es un lugar mágico, donde el pasado, representado por las cosechas anteriores, se encuentra con el presente de la conversación que sostenemos allí con los amigos y la botella que descorchamos y disfrutamos, teniendo ante nosotros el futuro en las que nos beberemos dentro de uno, cinco o diez años, si seguimos vivos... Y cada una con tantos matices, tan impregnada de vida, de cultura...".
El Diccionario del amante del vino, un éxito editorial en Francia, es un anecdotario muy entretenido, lleno de curiosidades históricas, de recuerdos personales y de respuestas a preguntas de esas que no te dejan dormir tranquilo: ¿por qué precisamente los ingleses, que no tienen vino, inventaron el sacacorchos? ¿Por qué el patrón de los vendimiadores franceses es español, el diácono zaragozano san Vicente?
Todo eso, y otras mil nociones sobre los vinos franceses que el autor paladea sin excederse nunca -"algo que mucha gente no sabe hacer"-, forma parte del libro y de la trama de su vida, desde su infancia en un pueblo de los alrededores de Lyon, cuando la vendimia interrumpía el curso de los años severos; era la fiesta de la libertad, de la sensualidad y de la alegría, valores que desde entonces Pivot asocia al instante en que se lleva una copa de vino a los labios.
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