Julian Pitt-Rivers
Hispanista, antropólogo y profesor de la Escuela de Altos Estudios de la Sorbona, afirma que las corridas son una fiesta religiosa
Tiene todo el aspecto de los viajeros románticos anglosajones y pasea su metro ochenta y tantos y su cabellera canosa por los pueblos españoles a la espera de dar con un dato que le permita avanzar en la tarea que se marcó hace más de 30 años: conocer, desde el punto de vista antropológico, todos los entresijos de la fiesta taurina; demostrar que la corrida y todo lo que le rodea es un rito religioso, y elaborar el mapa de lo que él denomina toro-geografía. Es Julian Pitt-Rivers, inglés, discípulo de Evans Pritchard, amigo de Julio Caro Baroja, catedrático de Etnología Religiosa de Europa en la Escuela de Altos Estudios de la Sorbona de París y hombre capaz de hablar durante dos años de la corrida de toros como ritual antropológico, dentro del curso dedicado al ritual en el mundo moderno, en la citada cátedra.
Es imposible que Julian Pitt-Rivers pase desapercibido allá don de vaya, sobre todo si se acerca a las capeas y los encierros de los pueblos tocado con su pañuelo, sus alpargatas y su bota repleta de vino de la tierra. Dispuesto siempre a estar lo más próximo posible a los novillos, a quienes los corren, a los que los alancean a caballo o a quien pueda aportarle los detalles o las relaciones que busca para su trabajo que como infatigable entrevistador anota con avidez en una libreta tras repetir: "¿Verdad? Muy interesante, muy bien". Pitt Rivers ha recorrido recientemente varios pueblos castellano-leoneses para presenciar en directo los festejos taurinos y buscar eslabones perdidos en la cadena que le llevará a algo ambicioso: demostrar la relación entre conciencia e inconsciente colectivo a través de la corrida de toros. "Ningún buen aficionado debe leerme", dice entre sonrisas Pitt-Rivers. "A mí no me interesa la polémica de si Dominguín era mejor que Ordóñez o al contrario. Los aficionados no pueden entender antropológicamente lo que se hace en el ruedo ni, en general, en la fiesta de toros".La casualidad y las circunstancias pusieron a Julian Pitt-Rivers en contacto con el mundo de lo toros. De pequeño juró que no se ría antropólogo porque "me aburría la tradición familiar y mis más cercanos antepasados lo habían sido", pero durante la segunda guerra mundial vivió en Bagdad, donde llegó a ser preceptor del rey Feisal, asesinado poco después, y al regresar a Inglaterra se encontró sin universidad para estudiar. Buscó un hueco y sólo lo encontró en Oxford, pero para estudiar Antropología, ya que su bisabuelo había fundado un museo antropológico que se llama, precisamente Julian Pitt-Rivers. El nombre le había abierto las puertas, pero había empujado ya hacia la disciplina que entonces odiaba. Acabó sus estudios y le aconsejaron que hiciera la tesis doctoral sobre relaciones en una comunidad pequeña primitiva. "Me recomendaban que tuviera rasgos africanistas". Se fue a Andalucía, obsesionado por la facilidad con que había prendido el anarquismo en los núcleos rurales de esta región.
Corría el año 1949 y no era fácil que en España le hablase nadie del tema. Ramón Carande sí lo hizo, y Pitt-Rivers se fue a Grazalema (Cádiz), donde primero tuvo que aprender a hablar el español y luego, durante tres años, estudiar y observar. Publicó el libro Los hombres de la sierra y quedó prendado de algunas, para él, incógnitas, sobre todo lo referente al honor. Sus reflexiones le llevaron a teorías calificadas como revolucionarias: "La corrida es religiosa y relacionada con la cristiandad"; "hay una relación clarísima entre el sacrificio del toro y el del cordero"; "en la corrida se produce un constante cambio de sexo del matador, que, en el primer tercio es femenino, después adorna con las banderillas al animal que va a sacrificar y, finalmente, se masculiniza hasta acabar convertido en toro y pasear los trofeos ganados con los brazos en alto en un claro parangón a los cuernos". Pitt-Rivers puede hablar horas y horas de estos temas, aunque cree que le falta bastante por conocer ya que siempre descubre algo nuevo y sorprendente.
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